Cultivadores de la cochinilla creen que el centro será un revulsivo

Aferrados a la esperanza

No todos los agricultores piensan lo mismo acerca del Centro de Transformación. Hay algunos que siguen aferrados a la esperanza y confían en que el cultivo al que llevan dedicándose desde niños reviva. Éste ...

27 de mayo de 2010 (13:30 CET)
Aferrados a la esperanza
Aferrados a la esperanza

No todos los agricultores piensan lo mismo acerca del Centro de Transformación. Hay algunos que siguen aferrados a la esperanza y confían en que el cultivo al que llevan dedicándose desde niños reviva. Éste es el caso de Pedro Placeres, de 89 años, natural de Guatiza. Trabaja con la cochinilla desde que tenía 13 años, ayudando a sus padres. "Tuve que dejar la escuela para trabajar y ayudar a arar el campo con burros y camellos", recuerda.

La familia de Placeres tenía una tienda en este pueblo y, en ella, Pedro cambiaba aceite por cochinilla. "Era una especie de trueque", rememora. Así, iba guardando cochinilla para tratar de venderla en un futuro. Al igual que Pedro Berriel, este hombre vendió 100 kilos de producto en marzo, aunque tampoco se lo han pagado todavía.

Pese a ello, y a todas las dificultades que ha atravesado con este cultivo, Placeres cree en el centro de transformación. "Me parece bien, porque la investigación es buena. Muchos de los inventos que parecían que no iban a servir para nada, como el coche, el avión o el submarino, mira luego qué uso han tenido. Con la cochinilla puede pasar lo mismo. Quizá yo es que soy un inocente, pero espero que salga bien", afirma. Pese a sus palabras de esperanza, Placeres está pensando en arrancar las tuneras de su terreno, "porque ya no sirvan de nada, están muy estropeadas".

A quien también le parece una buena idea, "si el proyecto es serio y se hacen por fin las cosas bien en Lanzarote", es a Bartolomé González. Sus tuneras, ubicadas en Mala, están prácticamente abandonadas, pero está pensando en reactivarlas. González critica que la cochinilla nunca haya tenido subvenciones y reconoce que el sector está muy lastimado. No obstante, confía en que con la crisis, "las nuevas generaciones decidan volver al campo y pueda resurgir este sector, que muchos lanzaroteños llevan en las venas".

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