Abrazos, besos y emoción reciben en Guacimeta a Teresa, Benito y Pablo

Los lanzaroteños supervivientes del naufragio del Costa Concordia llegan a la isla: "Aún no he llorado ni gritado, pero he temido por mi vida"

Miles de abrazos, de besos y de palabras de cariño. Esto es lo que se han encontrado Teresa ...

16 de enero de 2012 (20:19 CET)
Los lanzaroteños supervivientes del naufragio del Costa Concordia llegan a la isla: Aún no he llorado ni gritado, pero he temido por mi vida
Los lanzaroteños supervivientes del naufragio del Costa Concordia llegan a la isla: Aún no he llorado ni gritado, pero he temido por mi vida

Miles de abrazos, de besos y de palabras de cariño. Esto es lo que se han encontrado Teresa Curbelo, Benito González yPablo, de ocho años, en el aeropuerto de Guacimeta. El matrimonio y su hijo, supervivientes del naufragio "Costa Concordia", han llegado sobre las 12.00 horas al aeropuerto Lanzarote, donde han sido recibidos por su familia y por varios medios de comunicación. "Todavía no he gritado ni llorado, ahora lo estoy pasando peor, porque me estoy dando cuenta de la magnitud de lo que ha ocurrido", ha señalado Teresa. "Yo he temido por mi vida", ha asegurado.

La familia estaba cenando el viernes por la noche en uno de los restaurantes del barco. "No habíamos ni terminado el primer plato cuando de repente se notó que el barco había chocado contra algo. Era como cuando un coche te da por la espalda, el mismo movimiento. Se fue la luz y se empezó a escorar el barco. Era como lo ves en la película de Titanic: se caían los platos, la gente corría?", ha relatado Teresa Curberlo ante varios medios de comunicación en la terminal 1 del aeropuerto de Guacimeta.

En esos momentos, además, su hijo Pablo, de 8 años, había ido al baño. "Pero nunca llegó, porque cuando estaba subiendo la rampa, ocurrió el impacto, y él cayó de espaldas. ¡Menos mal que lo encontramos entre tanta gente gritando! Porque todo el mundo quería salir del restaurante", ha explicado Teresa Curberlo. Sin embargo, el momento más angustioso ocurrió precisamente después.

Su marido y su hijo tomaron un camino y ella otro. Teresa pensaba que iban juntos, pero cuando volvió la vista atrás no había ni rastro de ninguno de ellos. "Él optó por ir al camarote y yo a la salida de emergencia. Nos perdimos durante dos horas y eso fue lo peor de todo, porque no sabía si estaban vivos o estaban muertos", ha indicado esta lanzaroteña, trabajadora de información turística del Ayuntamiento de Teguise.

Su marido, Benito González, ha señalado que perdió a su mujer en la escalera. "Pensaba que iba a ir hacia la planta octava, donde estaba nuestro camarote. El niño preguntaba por la madre, eso fue lo más angustioso", ha indicado. Pablo lleva tres días durmiendo con sus padres. "Está muy asustado".

Para tranquilizar al pequeño, de ocho años, Benito le decía "que no pasaba nada, que todo era una falsa alarma". "Pero claro el niño veía a gente correr para arriba y para abajo, a gente llorando y era imposible pedir que se calmara".

Mientras tanto, Teresa intentaba encontrar a su familia. "Te ibas resbalando por el barco porque cada vez estaba más escorado. Perdías el equilibrio. No sabía dónde estaba ni mi niño ni mi marido. Vi a gente dándose puñetazos por coger un chaleco salvavidas. Vi a gente tirada y pisada en el suelo. Estaba asustada", ha relatado.

En medio del caos, Teresa se encontró con varios españoles a los que había conocido durante sus cuatro días de crucero y les pidió que si veían a su hijo y a su marido les dijeran que ella les esperaba en el bote número 17. "Una pareja les vio y les avisó. Ellos aparecieron allí", ha relatado.

"Aprendí mucho de una señora italiana que tenía dos niños. Ellos gritaban: vamos a morir. Y la señora les decía que iba a ser divertido, que se iban a montar en un bote pequeño, que iban a llegar a tierra. Me demostró una gran entereza", ha explicado. Y es que esta conversación la escuchó Teresa en medio del caos, del "sálvese quien pueda". "La gente empujaba, se pegaba. Yo tuve que colarme entre las piernas de una mujer para poder salir. Yo temí por mi vida. Por suerte, mi marido y mi hijo estuvieron más tranquilos".

"Desaparición" del capitán y evacuación

Uno de los hechos que más ha indignado a este matrimonio es la "desaparición del capitán" del barco, que posteriormente fue detenido por las autoridades italianas. "Salió antes que nosotros del barco. No se escuchó ni su voz por megafonía. Cada vez que hablaba alguien lo hacía en nombre del capitán. Aseguraban que todo estaba bajo control, que no nos preocupáramos", ha señalado. "Pero yo sabía que las cosas no iban bien, sabía que no podía ser un problema de motor. Supe desde el principio que me estaba hundiendo", ha indicado. "El barco no se escora porque deje de funcionar un motor, era porque le estaba entrando agua".

"La tercera planta estaba inundada y los botes estaban en la cuarta planta. No sé a qué esperaban para sacarnos de ahí. Yo no entendía nada. El de la barca, que era un cocinero, nos decía que no podíamos salir hasta que nos dieran la voz de alarma". Teresa, Benito y Pablo lograron, en torno a las 00.30 horas del viernes, coger un bote salvavidas.

Los botes no eran suficientes para todos, ya que algunos se habían hundido junto al buque. "Mi bote iba lleno. Unas 200 personas. Parece que no, pero caben muchas. Había gente que corría y que nos pedían por favor que querían montar. En mi bote había un argentino, que era un pasajero, que intentó poner un poco de orden para que entraran antes las mujeres y los niños. Él organizó todo, porque yo a la tripulación ni la vi", ha indicado.

Benito González fue el último en montar en ese bote salvavidas. "Entraban como animales, pero lo entiende, porque ahí cada uno iba a salvar su vida". Los pasajeros del "Costa Concordia" estaban a tan sólo 100 metros del puerto de la isla de Giglio. "Estábamos a nada de casa, de tierra. Al principio no fue consciente de lo cerca que teníamos la costa. Cuando vi las luces en el muelle, ya dentro del bote, no entendí por qué no nos evacuaron antes. Si llegamos a estar en altamar y dormidos, las víctimas habrían sido muchas más", ha denunciado.

"Cuando llegamos a tierra había gente que no encontraba a sus familiares. Era horrible. El último barco llegó a las 6.00 horas. Era como el Titanic, porque tú veías las luces de los chalecos salvavidas en el agua, la gente silbando, en la última planta había personas haciendo señales con el móvil. Fue horroroso", ha contado Teresa.

Allí, por suerte, encontraron la solidaridad ciudadana. "Nos ayudaron con todo, aunque no había emergencias. Era una isla muy pequeña, pero la gente se volcó. Nos dieron mantas, agua, naranjas. Abrieron la iglesia para poder estar más protegido, la farmacia porque había heridos. Y en un pequeño hotel nos dieron café caliente", ha indicado.

Denuncias contra la compañía

Este matrimonio presentará una denuncia contra la compañía naviera. Al igual que otros españoles, piensa emprender acciones legales. "Yo tenía un seguro, y me voy a poner en contacto con el resto de españoles, porque queremos hacer una denuncia conjunta", ha anunciado Teresa Curbelo.

Ni a ella, ni a su marido, ni a su hijo, les quedan más ganas de volver a irse de crucero. "Pero no por todo lo que ha pasado. La verdad es que no nos estaba gustando nada. Era la primera vez que iba de crucero y no me estaba gustandola experiencia", ha señalado.

Otra de las cosas que ha indignado a Teresa es la falta de asistencia por parte de la embajada española. "Muy mal. La embajada alemana actuó para que el segundo día todos sus ciudadanos estuvieran en su país. La japonesa proporcionaba comida, cepillos de diente, ropa? A nosotros, nada. Tenía una chaqueta fina que me la dio Protección Civil, y no en la isla de Giglio, sino a donde nos trasladaron luego, antes de llegar en autobús a Roma", ha explicado esta mujer, cansada por el largo trayecto.

Este mismo lunes, Teresa, Benito y Pablo debían de haber llegado a Barcelona, a bordo del Costa Concordia. Durante esta jornada estaba previsto que terminara el crucero. Pero la travesía se tornó en una pesadilla para estos lanzaroteños en el cuarto día de crucero.

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