Lina lleva casi seis años en Lanzarote, cuatro de ellos trabajando de forma ilegal. Su marido fue deportado a Colombia cuando todavía eran novios, a escasos días de que se iniciara el proceso de regularización

Vidas partidas

La historia de Lina puede ser muy parecida a la del resto de personas que dejan su hogar, su familia y su lugar de origen para buscar una vida mejor en otro sitio. Lina es una chica colombiana que hace cinco años lo ...

26 de diciembre de 2006 (23:02 CET)
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La historia de Lina puede ser muy parecida a la del resto de personas que dejan su hogar, su familia y su lugar de origen para buscar una vida mejor en otro sitio. Lina es una chica colombiana que hace cinco años lo abandonó todo para empezar desde cero en España, en Lanzarote. "El primer sitio al que llegué fue a la isla porque tenía familia aquí" comienza a relatar Lina, tras un vaso de infusión y una voz tomada por el resfriado.

"Cuando me vine dejé a mis hermanos, a mis padres y a mis amigos". Llegó a Lanzarote a través de una carta de invitación que un gallego, amigo de un familiar, realizó, ya que antes no se necesitaba un visado para entrar en España. "El primer año es horroroso, lo pasas fatal. Uno llama constantemente a sus padres llorando, diciéndoles que te vuelves, que te quieres ir pero como uno se viene dejando una deuda muy grande, terminas quedándote". Y es que llegar hasta España no es tan fácil para los inmigrantes porque se necesita una enorme cantidad de dinero para hacer frente a la nueva vida que anhelan. Aunque Lina sabía perfectamente dónde y cuál era la situación que se encontraría al llegar "ya que un primo mío me contó que era muy duro y que había que trabajar mucho".

Cuando decidió hacer el viaje, Lina contaba con todos los papeles necesarios para realizarlo pero no podía hacer frente a la enorme suma de dinero necesaria para ello. "Una amiga de mi madre me prestó 2.000 dólares que los utilicé para mostrar porque se supone que tú eres una turista que vienes de vacaciones y tienes que traer dinero". Pero además de ese dinero, hay que pagar los billetes de avión, "tuve que hablar con una tía mía y su marido que hipotecaron su casa para pagar mi pasaje y el de sus dos nietos que se vinieron conmigo", comenta Lina, tras un parada en la conversación para atender a un cliente que acaba de entrar en el bar en el que trabaja.

Al llegar a España Lina no sólo tuvo que sufrir la soledad y el desarraigo característico de los inmigrantes, sino que también tuvo que devolver todo el dinero que le habían prestado. Los 2.000 dólares los envió dos días después de pisar suelo conejero "porque sabía que si me los quedaba por más tiempo me los gastaría y la deuda aumentaría mucho más". Aunque hacer frente a la hipoteca que solicitó su tía fue algo más difícil, "porque el primer año estás completamente desubicada, necesitas cierto tiempo para hacerte al lugar y encontrar trabajo. Al final mi hermano que estaba en Colombia me ayudó, pidió un préstamo al banco y pagó la hipoteca de mi tía porque yo tenía mucho miedo de perder la casa".

Lina, que ya lleva casi seis años en España, estuvo trabajando sin papeles durante cuatro años. Con el proceso de regularización consiguió el permiso de residencia y pudo volver a casa en Navidad, por primera vez en muchos años.

Vivir en la distancia

Aunque la vida en España también le ha dado alegrías a Lina. Aquí conoció al que ahora es su marido. "Somos de la misma ciudad pero nos conocimos aquí, fue un día que vino al bar donde yo estaba trabajando". La primera vez que quedaron para salir a ella se le olvidó. "No lo volví a ver hasta el mes siguiente y me contó que no había vuelto al bar donde trabajaba porque lo había detenido la policía durante una noche, porque no tenía papeles", explica, "y que le habían retenido el pasaporte".

Después de este encuentro comenzaron a salir, "aunque formalizamos la relación el 7 de diciembre". Cuando comenzó la regularización, que fue un 7 de febrero, Lina y su novio, Fredy Alberto, comenzaron a gestionar los documentos necesarios para que él consiguiera el permiso de residencia. "La abogada, como le faltaba el pasaporte, nos dijo que fuéramos a la comisaría y lo pidiéramos. La primera vez no pasó nada pero volvimos a ir porque la abogada nos dijo que insistiéramos", relata. Aunque el destino les jugó una mala pasada, "la segunda vez, él no quería entrar pero yo le convencí, al final lo retuvieron y en siete días lo deportaron para Colombia, no pude hacer nada", asegura Lina con una muesca de tristeza en la expresión de sus ojos.

"Mi relación con él desde entonces tiene altos y bajos porque la distancia influye mucho, no es cuestiones de confianza sino porque siempre hay una pequeña discusión". Cuando Fredy Alberto se fue todavía eran novios y Lina estuvo diez meses sin verlo hasta que pudo ir por primera vez en cuatro años a Colombia. "Diez días antes de mi fecha de regreso me pidió matrimonio, así que retrasé el viaje". Lina y Fredy Alberto se casaron el 23 de enero por la Iglesia Católica-Ortodoxa "porque el sacerdote era un amigo de la familia de él y agilizó los trámites del matrimonio".

Aunque la felicidad plena todavía no le llegó ya que un documento que tenía que venir de Bogotá no vino y no pudieron formalizar legalmente el enlace. Una vez ya en España, Lina tomó la decisión de casarse por poderes, "mandé un poder por notaría autorizando a una prima de mi marido a que se casara en nombre mío". A pesar de la validez legal del matrimonio, Lina no ha podido traerse aún a su marido de Colombia por que "hasta que no se cumplan los tres años de deportación no puedo hacer nada", explica.

Pero Lina no pierde la esperanza y trató de que su esposo entrara en España de otra forma. "Estaba desesperada aquí sin él, así que pedí un préstamo de 3.000 euros para intentar que se viniera de forma ilegal a través de Venezuela, como venezolano". Aunque este intento no ha prosperado "y al final no sabemos si vamos a perder el dinero invertido". Ahora, según asegura Lina, él no quiere arriesgarse más y prefiere esperar a que se cumpla el plazo para regresar a España de una forma legal.

Hasta entonces Lina espera a que los meses pasen y llegue diciembre, momento en el que volverá a Colombia y podrá verlo de nuevo. Aunque diariamente mantiene conversaciones con él "yo le llamo todas las noches porque si no alimento la relación telefónicamente ya se habría acabado hace mucho tiempo".

Mientras, Lina se apoya en sus familiares y amigos que tiene en Lanzarote para pasar mejor los momentos bajos, aunque asegura que diariamente piensa en su familia y en él, "la mejor manera que tengo para no acordarme tanto es no pensar en ellos y llamar todos los días".

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