Aunque Roberto ya no vive en Lanzarote, sino que reside en Madrid, mantiene una estrecha vinculación con la isla. "Mis padres y mi hermana viven en Lanzarote y cuando voy siempre me quedo en mi casa familiar, la de toda la vida. Tengo un vínculo absoluto con Lanzarote", señala el cineasta quien, entre bromas, afirma haber perdido "un poco el acento canario". "No me hace mucha gracia, pero en cuanto voy para allá, enseguida me vuelve".
Es por ello que, una de sus asignaturas pendientes, según afirma él mismo, es rodar en la isla. Algo que, según precisa, ya intentó, aunque al final no fue viable. "Empecé a desarrollar un proyecto de corto, pero era muy complicado y caro. Era inviable y al final se cayó", explica.
Sin embargo, Roberto tiene esa "espinita clavada" y afirma que, "ya sea un corto o un largo", le encantaría rodar en la isla y espera "que sea pronto". "La isla es un plató continuo e, incluso me inspiran los barrios. Por ejemplo, el barrio de Titerroy, donde crecí, es un barrio bastante inspirador para contar cosas que a mí me ocurrieron de pequeño y que forman parte de quién soy ahora. Y cuando pienso en rodar en Lanzarote, no pienso tanto en las Montañas del Fuego o en Jameos, sino en contar historias que ocurran en esos barrios pequeños como Titerroy, donde yo me hice mayor".