Alegría y tristeza. Ambos sentimientos se entremezclaban el pasado sábado en la terminal número uno del aeropuerto de Guacimeta. Tras dos meses de estancia en Lanzarote, ocho niños de sonrisa luminosa y ojos brillantes se despedían de las que se han convertido en su segunda familia para volver a su lugar de origen: Tinduf, en pleno desierto del Sahara.
"Llevamos todo el día llorando con Sabut", explica Marga, mientras acaricia la cabeza de Sabut, el niño con el que ha convivido. "Es el segundo año que está con nosotros, y ahora nos da mucha penita que se vaya". "Mañana, cuando me despierte y ya no esté, se me va a hacer rarísimo", añade Margó, la madre de familia.
Durante el verano, estos niños, procedentes del campamento de Smara, situado en Tinduf, Argelia, han realizado todo tipo de actividades. "Me llevan a todos los sitios", cuenta Beta, una de las niñas saharauis. "A la playa, a las fiestas, a la piscina... A todo lo que yo quiero, ellos me llevan", añade, refiriéndose a su familia de acogida. Una vida muy diferente a la de los campamentos. "Allí no hay playa, y las casas son muy diferentes. Todo es arena, y yo vivo con mis padres y mis hermanos en una jaima", explica Beta.
Para la mayor parte de los niños, éste no era su primer verano en Lanzarote, aunque sí había alguna familia novel en esto de la acogida. "Ha sido una experiencia formidable", explicaba Luis, quien ha acogido por primera vez a Fati y Halin. "Queríamos ayudar, poner nuestro granito de arena para que estos niños puedan pasar un buen verano".
El momento de la despedida se iba acercando. Entre besos y abrazos, algunas lágrimas y un devenir de maletas y paquetes repletos de comida, ropa y recuerdos de un verano que para estos ocho niños será difícil olvidar.