Los cánticos inundan la estancia al caer la noche. Cánticos femeninos. Sonidos de tambores. Una decena de mujeres de todas las edades alzan sus voces marcando el ritmo con ollas e instrumentos de cocina dispuestos sobre las alfombras que cubren el suelo de arena. Tres generaciones unidas por la música y los ideales. Sus rostros expresan emoción cuando entonan la pegadiza canción que arenga al Frente Polisario.
La mujer saharahui ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo de este pueblo. Como en todas las guerras, los hombres tomaron las armas, mientras las mujeres huían hacia el desierto con sus hijos, sus mayores y las escasas pertenencias que pudieron rescatar antes de echar a andar. Días y días caminando hacia una de las zonas más inhóspitas del Sahara, al sur de Argelia, sin otra cosa que fuerza de voluntad.
Nella es una de estas protagonistas. Ahora tiene más de cuarenta años y cuatro hijos.Uno de ellos nació en el Sahara Occidental, territorio ocupado actualmente por Marruecos. El resto, ya son hijos del desierto. "Las mujeres sustentamos las wilayas", explica Nella, mientras vierte el té de vaso en vaso. "Tuvimos que salir solas, con los niños, con los viejos, y cuidar a los combatientes heridos". Nella mira a su alrededor. "Llegamos aquí sin coches, sin casas, salimos de nuestra tierra sin nada y gracias a Dios vinimos a esta tierra donde estamos tranquilos".Treinta años más tarde, su hija Rabiaa, de 25 años, tiene claro que la única forma de salir adelante es a través de los estudios y la formación . "Las mujeres saharauis estamos estudiando y trabajando", explica Rabiaa. "Cuando termine de estudiar aquí, trabajaré para nuestro país; nosotros no queremos estudiar por el dinero, sino que queremos trabajar para nuestro país". Rabiaa no ha podido salir del campamento para estudiar, pero acude a una escuela en la wilaya, donde aprende idiomas e informática. Estas escuelas suponen una de las pocas alternativas que tienen las mujeres saharauis para continuar formándose tras terminar la educación obligatoria. La más importante es la llamada "27 de febrero", en honor a la fecha en que se proclamó la República Árabe Saharaui Democrática, que funciona desde el 14 de noviembre de 1978. Además de la formación de las mujeres, esta escuela tiene un papel indispensable para la gestión de los campamentos, ya que en ella se forman muchas profesionales, especialmente maestras y enfermeras.
Otras mujeres acuden diariamente al Centro Cultural de El Aiún, donde se imparten clases de cerámica, idiomas, pintura e incluso medicina alternativa."En este centro acogemos a todas las mujeres que no pueden seguir estudiando, para mantenerlas bien formadas", explica Mohamed Abdelkader, director del Centro.Las mujeres , además, tienen un papel fundamental en las jaimas. La higiene ha sido un punto clave para desarrollar la vida en los campamentos, donde no hay agua corriente, ni apenas productos de limpieza.
No muy lejos de la jaima de Nella, Daryala y Fatimetu ayudan a Glana, su madre. Tienen 18 y 20 años. "A mí me gustaría salir al extranjero a estudiar, para ser periodista", explica Daryala mientras coloca, con dedicación, un trocito de tomate, junto a una rodaja de pepino. Pero, principalmente, son los hombres los que estudian en Cuba, Argelia o Libia. Los saharauis se autodefinen como "democráticos". Para ellos, existen grandes diferencias entre el papel que cumple la mujer en su sociedad y en otros países árabes más fundamentalistas. Dentro del Parlamento saharaui hay tres mujeres, una cifra indicativa de que algo está cambiando. Pero todavía queda mucho para que la mujer esté en igualdad de condiciones con el hombre. Las mujeres van al mercado cada día, cocinan, se encargan de limpiar la casa, recoger la ayuda humanitaria, e incluso alimentar al ganado.
En los campamentos es difícil encontrar una mujer despojada de su "melfa", con la que cubren el cuerpo, la cabeza, e incluso el rostro. Sin embargo, cuando las más jóvenes salen de las wilayas, adoptan una estética más occidental. Vaqueros, camisetas o pelo suelto. "Aquí no se puede ir sin la melfa, porque te miran mal por la calle", explica una joven. Muchas de ellas acuden al mercado totalmente cubiertas, incluso con gafas de sol y guantes de lana, para que el sol no curta la piel.
En la cultura saharaui, el matrimonio no es algo impuesto, pero todavía quedan resquicios de una tradición árabe donde las familias "pactaban" la boda de los hijos. "La pedida de mano se conserva porque es algo cultural y tradicional, pero aquí los jóvenes se casan por amor, aunque luego la familia tiene que dar el visto bueno", explica Khattri, padre de Daryala y Fatimetu. Sin embargo, los saharauis guardan prejuicios a la hora de casar a sus hijas con hombres de otras castas, o de otra raza. "No dejaría que mis hijas se casaran con un negro, o con un saharaui de una casta inferior", añade Khattri.
Uno de los momentos más íntimos en la celebración de una boda es la aplicación de la hena. Con ella, las mujeres adornansu cuerpo, trazando figuras imposibles. El baile es otra de sus armas. Cuando los hombres desaparecen, las mujeres saharauis descubren su cabeza, atan un pañuelo a la cintura y se contonean al son de la música. Un espectáculo que emana sensualidad y calma al mismo tiempo.