"Hacemos lo que podemos". Así resume su día a día el patrón de la embarcación de vigilancia de Medio Ambiente del Archipiélago Chinijo, Jeremías Cabrera, que lamenta la falta de medios y recursos con los que cuentan para evitar la caza y la pesca furtiva. Una situación que se ha agravado ahora, en la temporada del "aleteo de las pardelas", que es cuando más "caña" dan los furtivos.
"Nos vacilan", lamenta Cabrera, que afirma que "los furtivos vigilan a los vigilantes". Según explica, saben cuándo y dónde actuar para no ser detectados. Por ejemplo, por las noches. "De noche no hacemos servicio porque no tenemos personal y ellos nos tienen bien controlados. A parte de las pardelas, que son la insignia del Archipiélago Chinijo, está la pesca furtiva de fusilero, y tienen material sofisticado y pueden ir de noche", explica.
Por otra parte, a la falta de personal se suman otros problemas. "Aunque les detectemos, la mayor parte se escapan, tiran los fusiles, tiran el pescado en profundidades y no los pillamos. Hacemos lo que podemos, que es labor de mentalización más bien", insiste.
Además, también echan de menos la presencia de personal funcionario para poder tramitar las denuncias. "Nosotros somos laborales y no tenemos potestad para ello. Cuando cogemos a un furtivo, después tiene que intervenir un agente y es complicado que la causa llegue a buen fin".
"Encima chulean y presumen de ello"
Como vigilante, Jeremías Cabrera explica que hay deportivos que "van a pescar y van legalmente, y algunos hasta gastan más de lo que cogen". Sin embargo, otros "convierten en negocio la pesca furtiva". "Hay gente que coge 100 kilos de pescado para su venta. Esos son los que están esquilmando la zona", advierte.
Además, lamenta que encima, estos furtivos "se quedan tan panchos y hasta lo dicen". "En la calle chulean y presumen de ello", critica. Y es que Cabrera reconoce que "aquí nos conocemos todos, y sabemos de casas, de lugares donde se vende", aunque señala que es difícil actuar y, en cualquier caso, ésa ya no es su competencia.
Respecto a cómo ha evolucionado esta práctica en los últimos años, Cabrera recuerda que "antes iban los poderosos a buscar las pardelas, y ahora mandan a sus acólitos, a sus ayudantes". Además, explica que los furtivos venden luego la mercancía "bajo cuerda" y siempre "en lugares distintos a donde viven".
En cualquier caso, afirma que el Archipiélago Chinijo aún sigo estando "semicuidado", y precisamente por eso "siempre ha sido un manjar exquisito", ya que en otras zonas, está ya todo "extinguido o medio extinguido".