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Dos expertos consideran que la ‘revuelta' francesa tiene poco que ver con un fenómeno de falta de integración de los inmigrantes y más con un fenómeno de componente social.
"El hecho fundamental no es que sean descendientes de inmigrantes sino franceses oprimidos. Hablar de revueltas de segunda o tercera generación es solamente una verdad a medias y escapar del problema. Son revueltas de los oprimidos, de franceses excluidos, oprimidos que se rebelan contra la exclusión y la desigualdad de oportunidades", sentencia el politólogo, sociólogo y urbanista, y jefe de servicio de Estudios y Planificación de la dirección General de Políticas Migratorias de la Junta de Andalucía, Luis González Tamarit.
González Tamarit participó la semana pasada en las IV Jornadas de Arquitectura Social, organizadas por el grupo ‘Habitat y Desarrollo' de la ETS de Arquitectura de la ULPGC, junto al profesor del departamento de Ecología Humana y Población en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Tomás R. Villasante.
Villasante, que descarta el componente islámico de la protesta, cuyo líderes -dijo- están conteniendo a la gente, llamando a la calma, explicó que "el otro día me reventaron dos ruedas del coche en La Laguna y no sólo a mí sino a todo un barrio e incendiaron, sin motivo aparente, varios contenedores".
"¿Qué explicación se le puede dar a los ciudadanos de Santa Cruz de Tenerife que no tenían luz en sus casas, por los efectos del ‘Delta', y veían que el BBVA tenía los rótulos encendidos de sus sucursales bancarias?", se pregunta el profesor de la Complutense.
El sociólogo explica que "es algo que ya estaba sucediendo aunque en menor medida en Francia; es un proceso anunciado y ha sido más espectacular porque el ministro del Interior de Francia se ha comportado de manera impropia, se ha envalentonado y ha provocado más rechazo".
Al respecto, explica que "cada vez que se crean guetos, sean económicos o culturales, al final la gente se insolenta y acaba estallando de una forma más o menos y las autoridades no han aprendido mucho porque las medidas que ha tomado el Gobierno francés hasta la fecha son de mano dura y mandar educadores, 5.000 pedagogos en los colegios sin un plan determinado y hagan ustedes lo que puedan o entrevistas personales a todos los jóvenes menores de 25 años".
Sin embargo, para Villasante "no es cuestión de más profesionales o de más dinero, que traten de acallar el ruido de fondo, sino del modelo de toma de decisiones, de que las redes sociales de estos barrios y de toda la ciudad puedan manifestar sus necesidades de forma integral y guiar planes que den soluciones a lo que plantean: Dignidad, Democracias participativas, y Recursos".
Luis González Tamarit, que afirma que la posibilidad de que estos estallidos se produzcan en España dependen de las políticas que se estén desarrollando, que en España son muy diversas, cree que en el análisis hay que introducir además el componente juvenil, pues la mayoría son jóvenes en lo que "predomina la desesperanza, la desilusión, y hasta el nihilismo pues destruyen sus propios territorios.
En ese sentido, Villasante cifra el origen de la protesta en un problema de desigualdad y exclusión, en "la desesperación de una generación sin futuro. Es una protesta enrabietada, un grito y hasta un poco masoquista.
Me ha extrañado que haya tardado tanto y que se produzca en los propios barrios y no hayan ido al centro de París a quemarlo, como en Caracas, Los Ángeles y Córdoba, pero ya aprenderán", puntualiza.
Tomás Villasante apunta además que el tema urbanístico tiene su incidencia ya que "habitar es distinto de alojarse" pues la rebelión se origina en guetos económicos, culturales, o combinación de los dos.
"Los que están fuera de la feria, los que no tienen nada que perder, los que no cuentan para la sociedad bienpensante, gritan su rechazo a la sociedad que los rechaza".