Llegó a Lanzarote el 10 de marzo de 2010 junto a su hija adolescente. Quería cambiar de vida y decidió instalarse en Playa Honda. Alquiló una casa, que la pagaba con sus ahorros y con el dinero que le daba la renta de su vivienda en Galicia, escolarizó a su hija y comenzó su nueva vida en la isla conejera.
La situación económica de esta mujer, que no quiere facilitar su nombre, se volvió tan complicada, que el paraíso de Lanzarote se convirtió en pesadilla. Se vio en la calle junto a su hija y decidió ocupar una casa en Playa Blanca. La cadena propietaria del apartamento lo descubrió, les echaron e interpusieron una denuncia penal. Esta mujer asegura que está condenada a la ocupación. "No tengo otra solución", lamenta.
Cuando llegó a la isla, esta gallega no podía ni imaginarse el rumbo que iba a tomar su vida. Durante los primeros meses, "todo marchó bien". Pero en mayo de 2010, la situación empezó a complicarse. "Dejó de pagarme la inquilina de mi vivienda en Galicia. Yo no encontraba trabajo y tenía que pagar el alquiler de Lanzarote. Fui agotando todos mis recursos hasta que en septiembre de 2011 ya no podía más. Me vi en la calle", relata.
"Durante todo este tiempo, la inquilina ha seguido en mi casa de Galicia sin pagar un duro. Ahora, un año después, acaba de terminar el proceso judicial y judicialmente he conseguido que se vaya de allí", afirma. Es decir, ha estado un año sin poder contar con este dinero y sin trabajo en la isla. "Y, encima, tenía que pagar la hipoteca, porque tengo de avalista a mi hermana y yo a ella no le puedo arruinar la vida. Una hipoteca más, un alquiler sin que mi inquilina me pagara, era imposible de afrontar", señala.
Fue entonces cuando esta mujer, se vio "desesperada". "Pedí ayuda a todo el mundo, a asociaciones, servicios sociales, a todo el mundo. Pero finalmente tuve que dejar la casa que tenía alquilada en Playa Honda", lamenta esta gallega, que no quería atrincherarse en esta vivienda, al igual que su inquilina en su casa de Galicia.
Entonces, dada su situación económica, decidió empezar a "mirar casas en Lanzarote que estuvieran destruidas, que supiera que nadie iba a querer". "Encontré una urbanización en Playa Blanca, que tiene apartamentos que están abandonados y son propiedad de un hotel. Entré con mi hija por la puerta, porque estaba rota, habilité la casa, que había hasta gatos muertos, y empezamos a vivir ahí", explica.
Desalojo
Cuando la situación, aunque difícil, comenzaba a "mejorar", llegó el día clave, el 13 de abril de 2012. "Vino un hombre y me dijo que los apartamentos eran propiedad de los hoteles H10. Me dijo que me tenía que ir. Me dio dos días para que abandonara la vivienda y se fue".
A los dos días, apareció en la urbanización una patrulla de la Guardia Civil. "Me sacaron a rastras, mientras mi hija me miraba con cara de terror. Yo iba descalza. Fue una sensación terrible. En el momento en el que me cogieron, me puse tan mal que tuvieron que llamar a una ambulancia. Era desproporcionado, porque yo estaba ocupando una casa rota que nadie quería. Acabé tirada en el picón y, por ello, en cuanto tuve una oportunidad, me metí de nuevo en casa y no volví a abrir la puerta", explica.
"Rodearon la casa pero no salí. Vino la ambulancia, la sanitaria me tocó la puerta, pero acabó marchándose. Se fueron todos de ahí y me quedé dentro de casa, asustada". Dos días más tarde, llegaron hasta esta vivienda otros tres guardias civiles, según explica esta mujer gallega.
"No abrí. Se colgaron por la terraza pero les dije que se fueran. Me dijeron que tenía que identificarme. Les dije que si ése era el problema, que yo iba al Juzgado al día siguiente. Es más, cumplí mi promesa y fui, pero no había ninguna orden de identificación contra mí. Al final, desde el Juzgado de Guardia llamaron a la Guardia Civil y le facilitaron mis datos", asegura.
Proceso judicial
Días más tarde, a esta mujer le llegó una orden para ir a declarar a los Juzgados de Arrecife. "Vino un policía local, ya con otros modos, a darme la citación", afirma. La cadena de hoteles H10 había presentado una denuncia por la vía penal, al igual que la Guardia Civil, que le acusa de "desacato y escándalo público", según ha podido saber La Voz. Ese mismo día, también le llegó la orden de desalojo. "Yo no entendía nada", confiesa.
"No dejaba de llorar. Me pasaba los días encerrada en la casa. Me vi muy afectada, me estaba comiendo la vida. No daba crédito a lo que me estaba pasando, a lo que me estaba ocurriendo. Lloraba y lloraba sin parar, pero tampoco quería que mi hija, de la que estoy muy orgullosa porque pese a toda esta situación sigue sacando buenas notas, me viera así", señala.
Entonces, le llegaron nuevas noticias de su abogada de oficio. "Me dijo que si abandonaba la casa antes del domingo día 10 de junio, retiraban la denuncia". Pero, ahora venía otro problema: "¿dónde iba a ir?".
Entonces, cuando todo parecía terminado, cuando no le quedaba más solución que vivir en la calle, un vecino le pegó un chivatazo y le dijo que había otra urbanización, que estaba prácticamente deshabitada. "Sólo tengo esta solución: la ocupación. Es triste, pero no me queda otra. Me meteré en otra casa con mi hija. ¡Qué voy a hacer si no!", lamenta.
"Fui donde no iba a hacer daño"
Esta gallega es "absolutamente consciente" de que el propietario de estos apartamentos, que pertenecen a la cadena hotelera H10, tiene "todo el derecho" a echarle de ahí. Sin embargo, defiende que ella "no quería perjudicar a nadie". "Fui a donde no iba a hacer daño, porque fuera de quien fuera está claro que no lo quería, porque estaba abandonado", afirma esta gallega, que asegura que "tenía que proporcionarle un techo a una menor".
La vivienda que ocupó en primer lugar está dentro de una urbanización, parte de la cual es propiedad del H10. "Ésta parte es la que está destrozada. Yo no tuve ni que forzar la puerta, porque estaban rotas, al igual que las ventanas. Estaba todo en ruinas", señala.
Esta mujer asegura que incluso la convivencia con los vecinos del complejo ha sido "muy buena". "Ellos veían las casas de alrededor destrozadas y eso resta valor al complejo. Había escombros, basuras y hasta cagadas dentro. Era realmente asqueroso. Por eso, los vecinos estaban tranquilos conmigo, porque vieron que la vivienda estaba mucho mejor", indica.