Bárbara nos cita en su casa de Teguise para contarnos que no puede más, mientras su hijo profiere frases con tonos altisonantes, en la habitación contigua al salón, donde su madre contiene el llanto que ahoga intermitentemente su relato. "Es normal, que hable solo. Anoche se quedó hasta las cinco de la madrugada deambulando".
Es uno de los síntomas que le hicieron percatarse, hace ahora cinco años, de que su hijo "no está bien". Ahora tiene 25 años y le han diagnosticado una esquizofrenia paranoide. "Si toma la medicación es un chico muy bueno, pero si no, se pone agresivo y ahora tiene una crisis". En una de las agresiones le rompió dos costillas. "Pero por quien más temo es por mi perro. A veces lo coge y lo tira contra la pared".
Control de tratamiento
La esquizofrenia exige un tratamiento psicofarmacológico, con el que una persona puede llevar una vida normal, ya que aunque se trata de un trastorno mental sin cura, es posible que los síntomas remitan con fármacos antipsicóticos. Pero el hijo de Bárbara, en lo que es una actitud habitual en las personas con esquizofrénica, no siempre respeta la toma de la medicación.
Para él es "veneno". Bárbara dejó de trabajar para controlar el tratamiento, pero en muchas ocasiones no lo consigue. "La tengo también en líquido y se lo pongo en el agua y en la comida. Y él me dice: "eso te lo bebes tú". La consecuencia es manifiesta y su comportamiento y personalidad varían.
"Cuando le va a dar un brote, camina al revés. Suele poner todos los alimentos en la batidora, por ejemplo, las chuletas, y comienza a cocinar en el fuego hasta que la comida se quema". Su madre intenta convencerle de que no se puede comer lo cocinado, pero él lo rechaza y le reprende. "Cuando cocino yo, él no come. Dice que está malo".
La esquizofrenia paranoide también deriva en alteraciones en la percepción sensorial. Por ello, a menudo, el hijo de Bárbara se queja del olor de la casa y de ruidos estridentes. Su madre intenta razonar con él, pero este trastorno mental le hace vivir experiencias alteradas como si fueran reales.
Primer brote
Bárbara notó un cambio de actitud en el comportamiento de su hijo, cuando empezó a reaccionar de forma, cada vez, más agresiva y a desvelarse por las noches. Con 20 años, comenzó a romper lo que encontraba en la casa, "sobre todo aparatos eléctricos". "Terminaba tirándolos contra la pared, como al perro", narra su madre.
Está segura de su trastorno es consecuencia del consumo de drogas. "Sus amigos me decían que tomaba cocaína pero yo no les creía". Son muchas las investigaciones que se han iniciado en este sentido, sin embargo, aunque los especialistas reconocen que puede ser un desencadenante no se puede demostrar que una enfermedad mental tenga como causa directa el consumo de determinadas drogas. Lo cierto es que hay que tener una predisposición genética y son concluyentes en la aparición de la enfermedad los antecedentes en la familia.
Ahora él no trabaja, a pesar de que la situación económica de su casa, está al límite. Pero su madre lo prefiere: "A veces me alegro de que no tenga trabajo, porque si lo tiene, se gasta todo el dinero en drogas", explica poco después de asegurar que apenas tiene comida en la nevera.
Internamiento
Una de las posibilidades, es aprovechar las estancias de su hijo en la Unidad de Internamiento Breve de Psiquiatría del Hospital General de Lanzarote, donde ingresa cuando se encuentra en"fase aguda", para buscar trabajos, pero éstas son temporales y cuando sale su hijo necesita un seguimiento. La última vez que le ingresaron en el Hospital General de Lanzarote fue en enero y estuvo veinte días. Hasta allí lo llevó la Policía Local de Teguise. Se mostraba violento y agresivo y se certificó su ingreso involuntario y forzoso.
Cuando superan la fase aguda los pacientes se derivan al Centro de Salud Mental de Valterra, donde un psiquiatra lleva el control mental del paciente, pero de nuevo el hijo de Bárbara se niega a acudir a la consulta. Con la agudización de sus crisis, aumentan las amenazas. "Como vuelvas a ingresarme, cuando yo regrese del Hospital, te mato". Fue la última intimidación que recibió Bárbara. Aún así, espera que el Juzgado vuelva a declarar su ingreso, porque "está peor". Según el médico de su hijo, es fundamental que reconozca su enfermedad para que asuma el tratamiento.", se pregunta pesarosa.
Los males no vienen solos
A veces pareciera que la vida intentara ponernos a prueba. Es la sensación que tiene Bárbara. Dicen que los males no llegan solos, lo que es seguro es que la falta de recursos agrava cualquier adversidad que para otros puede ser relativamente fácil superar. "Antes podía. Escapaba a todo, pero ya no puedo más". Ni emocional, ni económicamente. Hace cinco meses que no paga el alquiler de la casa donde reside.
El propietario ya le ha advertido que tiene que abonar su deuda. "Lo entiendo. Él ha tenido mucha paciencia, pero ya no la tiene". Pide desesperadamente una ayuda que le permita tomar de nuevo el camino y "empezar a andar". Los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Teguise han ayudado en anteriores ocasiones a Bárbara y están dispuestos a seguir haciéndolo pero puntualizan que la ayuda no puede ser "permanente", y que debe ponerse a trabajar.
Hasta hace tres semanas, Cáritas le daba la comida, pero sólo durante tres meses. "Maruja, de Arrecife, me ayuda también porque tiene un hijo esquizofrénico y lo entiende. Pero ella tiene a su marido y puede hablar con él. Yo no tengo nada".Y ahora tampoco tiene fuerzas. "Me han llegado a ayudar los toxicómanos que están en las inmediaciones del Charco. Ellos, a veces, me dan algo de dinero". Se avergüenza.