Les une una pasión en común. "El amor a la naturaleza" y "la necesidad de escapar de la ciudad y desconectar" son las principales razones que esgrimen los campistas de Papagayo para venir, año tras año, a pasar los fines de semana y los meses de verano, al único camping que existe en Lanzarote. El camping de Papagayo, dentro del Parque Natural de los Ajaches. Un lugar que lleva abierto ocho años, y siete cobrando entrada, porque como nos cuenta Oliver Umpierres Martín, un controlador del parque, "después del segundo año se empezó a cobrar entrada al dotar de luz y agua el espacio de acampada".
Antes, al igual que en otros lugares de la isla como en Las Malvas, Playa Quemada, Janubios o Caletón Blanco entre otros, la acampada era libre. En muchos, todavía lo es. Un curioso ejemplo de la necesidad del ser humano de cambiar de aires, incluso en un lugar tan "turisticamente atractivo" como es esta isla de volcanes.
Algunos de estos "apasionados por el camping" han estado durante 5 días y 5 noches esperando a las puertas del paraje natural con sus caravanas. Y no era que tuviesen muchas ganas de que comenzase el periodo de apertura del camping, que va desde Semana Santa hasta finales de Septiembre, sino que con la intención de poder escoger su plaza, han estado haciendo una "improvisada fila" con la que guardar su turno. Tuvieron sus discusiones, porque no todo el mundo pudo hacer guardia, pero al final, la lista no sirvió a los "adelantados".
El pasado viernes 30 de marzo abrió sus puertas, pero eso no ha impedido que ya esté casi al 100% de ocupación. Las caravanas, que tienen reservado más de la mitad del espacio del camping, son las más numerosas. La mayoría se quedarán hasta que cierre en Septiembre. Y aún así, después de seis meses de acampada, muchos sienten que así sea, "cuando cierran nos vamos llorando" asegura Gabina Corujo, de Arrecife.
Inconvenientes como no tener un supermercado cerca o no poder contar con un teléfono público, no les quitan las ganas a estos peculiares campistas, que arrastran tras de sí, frigorífico, microondas, césped propio y a toda la familia. "Aquí no nos falta de nada, nos traemos hasta la televisión". Además, las ventajas superan los inconvenientes. "La tranquilidad de poder dejar a los niños a su aire. No es meterlos entre cuatro paredes y una piscinita, como en los hoteles, sino que los niños van a pescar, a mariscar, tienen canchas de bolas, de fútbol y conocen otros niños" contaba Anabel Delgado, que junto a su familia lleva viniendo al camping desde hace cinco años con caravana y otros tantos con caseta. La familia de Anabel, al completo, se apunta a la acampada. Están los abuelos, los padres y los hijos, tres generaciones bajo una misma loneta de plástico que disfrutan los fines de semana escapando de la rutina del día a día en la ciudad.
Para los chinijos, durante el verano, se organizan multitud de actividades, como el cine en agosto, colchonetas, campeonatos de natación y de pesca; pero para los adultos también existen muchos alicientes. "Nosotras, las amigas, nos juntamos todos los años. Te das un bañito, te sientas a jugar unas manitas a la lotería o te pones a charlar hasta las tres o cuatro de la mañana. Siempre con la familia y los amigos. Lo pasamos muy bien", nos cuenta Dulce Bernal, otra de las campistas.
Elegir pasar las vacaciones en una caseta con tu familia junto al mar también tiene sus inconvenientes. Las demandas son de todo tipo. "En fechas de máxima ocupación, hay demasiada gente para los baños que tenemos" asegura José Antonio Fuentes, quien se aventura a dar la nada desdeñable cifra de 2000 personas en el camping en fechas punta, y que choca con los 24 servicios, entre hombres y mujeres, con las que cuenta el camping. "También necesitaríamos un poco más de luz para por las noches, unas farolas que iluminen la zona, porque a veces te da miedo dejar a los niños que jueguen de noche, por si les pasase cualquier cosa" explica Anabel, quien también pide, que hubiese una ambulancia o un médico que pueda socorrer a los campistas en situaciones de urgencia. Porque el camping no tiene servicio asistencial médico, en una zona donde se pueden producir muchos accidentes teniendo en cuenta que se encuentra en un paraje natural donde las rocas y el mar son los elementos más presentes en el paisaje.
Pero estas no son las únicas peticiones, si avanzamos unas caravanas más allá, la familia de Maria del Carmen Peguera Navarro, que con sus 69 años lleva más de 15 años acampando en Lanzarote, nos cuenta que les gustaría que se delimitase la zona por la que permitir a los barcos acercarse a la playa, ya que hasta la fecha, los bañistas y los barcos comparten espacio, "algo que podría producir algún que otro percance con las hélices". María del Carmen, una de las más veteranas del camping se lamenta de que con la especulación de los terrenos, sobretodo en Playa Blanca, "muchos de los lugares, como Pechiguera, donde antes se podía acampar libremente, ahora hayan prácticamente desaparecido bajo los hoteles y los apartamentos que poco a poco se construyen en las costas conejeras.
Con sólo un camping habilitado con electricidad y agua, la isla de Lanzarote está muy lejos de cubrir la demanda de mucha gente, que opta por unas vacaciones alternativas, lejos de los lugares turísticos y que busca la tranquilidad del campo, y el paisaje sin alterar por la acción del hombre. Pequeños paraísos, donde cada vez más personas, se apiñan, dadas las prohibiciones de acampada libre, luchando por conseguir un espacio lejos del mundanal ruido de la ciudad. Campistas que continuarán viniendo al camping "hasta que podamos pagarlo" porque como nos asegura Anabel "cada vez los precios suben más, dada la demanda que tiene el único camping de la isla".