El Antiguo Hospital o sitio del Cabrerón es un mosaico de historias atrapadas en una memoria abandonada. Un lugar de referencia que llegó a captar las miradas y el interés de los vecinos, cuando los barrios de Valterra y El Lomo, estaba conformado por calles de arena, sin asfaltar. Ahora apenas capta el interés de los que guardan recuerdos vinculados a este gran caserón. Para el resto es una prominente estructura desaliñada, casi lúgubre cuando accedes a sus instalaciones inhóspitas que, sin embargo, al observarlas con cierta atención y al escuchar las narraciones de los vecinos exhuman parte de la historia de Arrecife.
Para Marcial de 80 años, que ahora vive en Tenerife, es la representación de un espacio vedado donde entraba a escondidas cuando era adolescente y en su interior habitaban soldados. "No era fácil entrar, pero nos creaba mucha curiosidad ver a los militares". José Borges, presidente de Amigos de Portonaos, rememora una época en que los inquilinos realizaban los llamados Bailes de Candil. Esas fiestas de familiares o grupos de amigos aficionados a la música que se realizaban por la noche en el patio, hoy lleno de hojas secas y rastrojos.
Para el escritor arrecifeño, Rafael Medina Armas, padre del eurodiputado Manuel Medina, fue fuente de inspiración que le sirvió para crear un relato sobre el lugar, "Fidel Roca", publicado en el desaparecido semanario "Pronósticos" de mediados del siglo XX y al historiador José Hernández le han contado antiguas voces que cuando era un Hospital parte del segundo piso estaba destinada a los dementes y por la noche tenían que quitar las escaleras para que no se escaparan.
Al peguntar en el barrio capitalino por [el sitio del Cabrerón, el Antiguo Hospital->11167], la casa cuna de expósitos de la isla, lo que fue una intendencia militar durante la guerra y una escuela ? todo eso ha acogido durante una vida de más de siglo y medio ? las respuestas conforman el patrimonio histórico y vital de una ciudad como Arrecife. Y dicen las normas urbanísticas del Plan de Ordenación General de Arrecife de 1997, actualmente vigente, que el"patrimonio arquitectónico de la capital está formado por los edificios que caracterizan los procesos formativos de la ciudad y sus partes, su memoria colectiva, su uso y sus valores históricos y culturales". Sin embargo, el Sitio de Los Cabrera ha quedado relegado a poco más que relatos a punto de desaparecer entre la memoria de los ancianos del barrio.
Patrimonio vital
El sitio de los Cabrera simboliza el abandono de las administraciones y propietarios de un escaso y reciente patrimonio arquitectónico y urbano que, a menudo, termina desapareciendo.Juan Hernández conocía perfectamente el Arrecife de los años sesenta, cuando la mayoría de los edificios tenían más de cien años. "El centro ha cambiado mucho". Hoy en día, los centenarios se cuentan con los dedos de las manos y entre ellos está el Antiguo Hospital. Y muchos de los vecinos de Valterra prefieren que se demuelan. "Para estar en estas condiciones, mejor que lo tiren", comenta Adolfo García, que reside en los alrededores. Es una sensación general del resto de viandantes y residentes de la zona, "tiene muy mal aspecto y vive gente de la calle dentro", añade Juan Fernández de 81 años, que llegó hace cuarenta años a Valterra, desde el campo de Yaiza.
Las instalaciones de este edificio, que está ubicado entre la actual calle Pérez Galdós esquina Paz Peraza y Añaza, albergaron el Hospital de Lanzarote que durante el siglo XX conoció distintas ubicaciones en Arrecife. Antes de que el Hospital de Los Dolores se trasladara en 1902 a la primera edificación construida para este fin, donde hoy está la sede de Cáritas, estuvo en el sitio de Cabrerón, desde que la Diputación Provincial lo fundara en junio de 1887. Durante esta época fue también el destino de los niños y niñas de Lanzarote, que eran abandonados al nacer, ya que en él estaba la cuna de expósitos.
La abuela de Agustín Díaz llegó a conocer el Hospital. Él sólo tiene recuerdos a partir de cuando, en plena hambruna de postguerra, entraba a robar algarrobas al cuartel militar. A partir de esta época ubica perfectamente con nombres y apellidos las pequeñas historias personales del sitio de Los Cabrera o sitio del Cabrerón, conocido así, porque es propiedad de la conocida familia Cabrera.
"Fue primero Hospital y luego cuartel militar. Más tarde se alquilaban sus dependencias como viviendas. Residió mucha gente, hasta hace diez o doce años, no recuerdo bien. Gente rica, el barrio era muy pobre. Estaba la Tía Fernanda que era de Haría, y allí ? señala una de las ventanas - vivía Felisita. En esa otra casa, hubo gente de Gran Canaria, que eran conocidos como los del Caramelo, y en la de la esquina residía una señora con un hijo que se volvía loco. Creo que tenía esquizofrenia".
Uno de los márgenes del inmueble se convirtió en un espacio de encuentro de muchos vecinos de la zona. Había bancos y por las noches se reunían y charlaban hasta altas horas de la madrugada. "Felisita", cuenta Agustín, "había noches que no podía dormir del jaleo. Más de una vez vi cómo tiraba agua con orín para echar a la gente y salían todos corriendo". Adolfo sonríe al recordar el pálpito del día a día del barrio del que ha sido testigo el Antiguo Hospital.
Desde que los últimos inquilinos fueron abandonando las viviendas, el edificio se encuentra en estado dejadez, salvo la planta baja que permanece cerrada con llave y que todavía es visitada por los propietarios, según algunos vecinos de la zona. Una de las puertas laterales fue sellada con cemento para evitar que entrara gente, pero otro de los accesos está abierto y el edificio se ha convertido en el refugio de muchas personas sin techo.
"Ahora, hay gente arriba viviendo, por la noche veo luz y un perro grande que se asoma por la ventana", comenta un vecino que tiene su casa frente al edificio. Son varios los residentes de la zona y propietarios de negocios colindantes que denuncian esta situación, más aún, cuando hace un año un hombre que habitada en el Antiguo Hospital fue asesinado a golpes y arrojado desde una ventana.
Catálogo de inmuebles desprotegidos
El estado del Antiguo Hospital pertenece a una de las fases de vida de la mayoría de los inmuebles emblemáticos de Arrecife. El paso previo a lo que ocurrió recientemente con el antiguo Hotel Oriental de la calle Real, que tras el decreto del Ayuntamiento que declaraba el estado ruinoso del mismo y su inminente desalojo, dio un paso más hacia lo que viene siendo un fin común de los edificios protegidos de Arrecife.
Hasta que se apruebe el nuevo catálogo de protección, las actuaciones de remodelación y rehabilitación están suspendidas, y el Ayuntamiento, que de por sí no tiene un control eficiente en el seguimiento anual de conservación de estos edificios, ve limitadas las herramientas con las que actuar. Nuria Cabrera, ex concejal de Urbanismo del ayuntamiento de Arrecife, no recuerda haber tramitado ningún informe de inspección durante el tiempo que ocupó el cargo, salvo cuando existía una denuncia interpuesta, como ocurrió con el caso del Hotel Oriental. En ese caso se realizó un expediente que certificó el estado inestable del edificio. "Aunque no hay que llegar hasta ese extremo", reconoce Nuria Cabrera. "Está claro que en mucho de los casos escapan del control de los ayuntamientos".
El nuevo catálogo está ahora mismo en exposición pública y se están estudiando las alegaciones. De momento, se contemplan los inmuebles que recogía el PGOU de 1997 y se ha ampliado hasta cerca de 60 edificaciones. La alcaldesa de Arrecife, Mª Isabel Déniz, asegura que "una vez que se apruebe definitivamente este catálogo se tienen que establecer unas ordenanzas de conservación que obligue a la administración y al propietario a una serie de requisitos".
Quizá unos requisitos muy parecidos a los que contempla actualmente en el PGOU de 1997 en cuanto a la necesaria conservación, pero que sin embargo no parece que se cumplan. Andrés Barreto denuncia que el catálogo es ineficiente y que existe sólo para "quedar bien" porque no hay un seguimiento real del estado de los edificios, que en principio pertenecen al patrimonio urbanístico de la ciudad. Además alerta sobre la peligrosidad que este estado de abandono supone para los viandantes. El hecho de que muchos de ellos sean de propiedad privada dificulta su mantenimiento.
"Tiene que haber una conservación por parte de la propiedad. El ayuntamiento cuando tiene valor patrimonial los conserva, pero el propietario hace todo lo posible para que eso no funcione", explica Mª Isabel Déniz. Aunque Nuria Cabrera, "cree que hay propietarios que colaboran, pero nunca hemos creado una conciencia que refleje que de un bien protegido se puede sacar la rentabilidad, que es lo que ellos quieren".
"Cuando yo me fui se estaba estudiando una ordenanza que facilitaría el seguimiento", explica la ex concejal de Urbanismo, "pero hasta que no se apruebe el nuevo documento y se sepa cuáles son los niveles de protección no se puede hacer nada". La escasez de recursos humanos y materiales son otros de los impedimentos en el seguimiento técnico de estas edificaciones, pero aún en el caso de que existiera una inspección el propietario a veces no cuenta con recursos económicos para invertir en su mantenimiento o con la voluntad suficiente para hacerlo.
En muchos casos sólo pagar la contribución supone un desembolso excesivo para sus bolsillos. "Si yo tuviera ese edificio, por herencia, no me podría hacer cargo de él, porque no tengo dinero para mantenerlo. Es normal que quiera deshacerse del inmueble", opina uno de los dueños de un negocio colindante. Es el caso de alguno de los propietarios del Antiguo Hospital que no quiere manifestarse públicamente pero que ya anticipa la desaparición del edificio, si el Ayuntamiento no se hace cargo de la inversión que necesita.
Y aunque la historia de este emblemático caserón no se repetirá, sí parece que podría repetirse ese destino común de los bienes protegidos y en medio de un pulso entre administraciones y particulares que sin quererlo se encuentran con parte de patrimonio entre las manos, el futuro del Antiguo Hospital pende, nuevamente, de una responsabilidad sin dueño.