Los lanzaroteños nos vemos obligados a hacernos una pregunta incómoda pero necesaria: ¿realmente mejoramos como sociedad o retrocedemos? Basta con mirar veinte años atrás y comparar con la realidad actual para entender la preocupación creciente de nuestro pueblo.
Hace dos décadas vivir en Lanzarote significaba estabilidad, convivencia, tranquilidad y una vida relativamente asequible. Con un trabajo normal se podía llegar a fin de mes, acceder a una vivienda y criar una familia con dignidad. Hoy, ese escenario parece cada vez más lejano.
La vivienda se ha convertido en el principal problema de los y las lanzaroteñas. No hay viviendas, y cuando las hay, sus precios son inalcanzables para la mayoría popular. Alquileres desorbitados, compras imposibles y una sensación generalizada de que nuestro propio pueblo ha sido expulsado del mercado inmobiliario. Mientras tanto, seguimos permitiendo que fondos de inversión y compradores extranjeros acaparen viviendas, elevando los precios y dejando a los residentes sin opciones reales. ¿Dónde queda el derecho a una vivienda digna para quienes viven y trabajan aquí?
La cesta de la compra es cada año más cara. Todo sube: alimentos, suministros, transporte. Todo, excepto los salarios. Las familias hacen malabares para llegar a fin de mes, y las más vulnerables viven en una situación de angustia permanente. Se habla poco de quienes lo pasan mal cada mes, de las familias que deben elegir entre pagar el alquiler o llenar la nevera. Se habla poco de la desigualdad creciente que se normaliza bajo el discurso de que “todo va bien”.
El turismo ha sido y es un motor económico fundamental, pero su crecimiento descontrolado está pasando factura. Saturación, pérdida de identidad, presión sobre los servicios públicos y encarecimiento general de la vida. El progreso no puede medirse solo en cifras, sino en calidad de vida.
Escuchamos constantemente a nuestros gobernantes afirmar que la situación es positiva. Pero la realidad en la calle cuenta otra historia. Resulta difícil de entender que, mientras los salarios y las pensiones suben mínimamente, en torno a un 3%, el Gobierno de Canarias de CC y PP hayan aumentado en 30 millones de euros el presupuesto para “Presidencia del Gobierno”, es decir, para cargos puestos a dedo y autobombo.
Lanzarote ya no es la isla en la que se podía vivir con paz, armonía y estabilidad. No podemos resignarnos a perder nuestra esencia ni a aceptar que vivir aquí sea un lujo reservado para unos cuantos.
Es momento de reflexionar, de escuchar al pueblo y de actuar con valentía. De poner en el centro a las personas, a las familias, a los jóvenes y a los mayores. Defender el derecho a una vida digna y a vivir en nuestra propia tierra. Porque el futuro de Lanzarote no puede construirse dejando atrás a quienes la llaman hogar.