Juanjo era uno de los nuestros. Éramos seis amigos. Luego con el tiempo, que nunca se detiene, acabamos siendo cuatro, o tres. El instituto Agustín Espinosa, surfear en La Santa, alguna pesca a caña, los asaderos, las fiestas de Famara, aquella hermosa extranjera que se ligó Juanjo, algunas novias, pocas, aunque Juanjo siempre era el más afortunado en esto de las novias, y con las extranjeras. Siempre fue el más ocurrente, el más “gracioso”. Tenía “algo” que no sé lo que era. Pero expresándolo en una frase bien conocida ” siempre nos llevaba al huerto” . Acabose el bachiller para todos. Había que elegir estudios. Todos estábamos apenumbrados. No sabíamos que estudiar.
No teníamos vocación por nada. Juanjo que siempre era el más hablador del grupo de amigos, un buen día, con voz bien entonada, nos dijo “Voy a estudiar Informática”. Su padre regía por aquel entonces un supermercado con numerosa clientela. Juanjo, si hubiera querido, tenía puesto de trabajo asegurado en la empresa familiar, bien remunerado, sin posibilidad de despido. Pero eligió estudiar informática que por aquel entonces sonaba bien, estaba de moda. A estudiar a Madrid. En Lanzarote no hay estudios de informática ni de nada. Coincidió que eran los años 80. Madrid era una fiesta. Poco estudio, muchas fiestas. Pasan los años, y Juanjo que no acaba los estudios. Llamada telefónica del padre. “Se acabó. Te vienes a trabajar en el supermercado que ya no pago más fiestas”.
Juanjo de cajero. Malhumorado, como es normal. Por aquel entonces se puso de moda en Canarias los nacionalismos. Los canarios nunca hemos sido nacionalistas. Hemos sido, siempre, canarios y españoles, mitad y mitad, pues así la genética ha actuado en nosotros impregnándonos el alma de tantos contenidos genéticos diferentes a través de los siglos. Pero Juanjo vio la luz con esa oportunidad que la vida le brindaba de ser político, político nacionalista. Dejar de ser cajero en la empresa familiar y ser político. A Juanjo siempre le había encantado “mandar”. Alguna vez le oí decir “A mí lo que me gusta es mandar”.
Eligió el camino correcto para sus aspiraciones. El poder. Ser político. Comienza a acudir a reuniones políticas de un partido nacionalista que daba sus primeros pasos. Aquello era un desastre. No sabían lo que pensar ni lo que hacer, pero “se sentían “nacionalistas. Juanjo desplegó todas sus artes escénicas a sus compañeros de partido y más pronto que tarde ya era de los dirigentes más relevantes de este partido. Yo no me lo podía creer. A los pocos meses era ya presidente de los jóvenes nacionalistas y, ya, antes de las elecciones que ya se anunciaban, decidieron que se presentase en las listas electorales municipales. Nadie de sus amigos podíamos pensar que Juanjo pudiera ser elegido concejal. Pero así fue, en las elecciones, no me acuerdo en que puesto iba, pero fue elegido concejal por su partido nacionalista.
Lo llamo para darle la enhorabuena.” Juanjo, qué alegría saber que has sido elegido concejal y que ahora tienes una enorme oportunidad para hacer algo bueno por nuestra gente”. Su respuesta me dejo atónito.” Si, muy contento. A mí lo que me gusta es mandar”. No conteste a su anhelo. Silencio. Estupefacción. A las dos semanas de aquello aparece en los periódicos sonriente, con sus compañeros concejales, y el alcalde, tomando posesión del cargo. No me acuerdo si eran nacionalistas o no. Pasa el tiempo, que nunca se detiene. Me sorprende ver a Juanjo en la TV, entrevistas en la radio, en la prensa, por todos lados aparece Juanjo, muy sonriente siempre. Se ve que el poder le ha sentado bien. Muy guapo. Antes éramos tres amigos. Ahora Juanjo tiene muchísimos. Todo son adulaciones a nuestro amigo político.
Yo lo veía como paseando por una alfombra roja y todos, hombres y mujeres a los lados de la alfombra, arrojándole rosas rojas, y el deleitándose en su caminar hacia el infinito. Juanjo encantado. Ahí, de eso me di cuenta, su soberbia estaba siendo bien alimentada. La soberbia. Esa tentación que los humanos solemos caer con tremenda facilidad. Pasa el tiempo, que nunca se detiene. Ya a nuestro amigo Juanjo se le presentan otro tipo de tentaciones. El dinero. Esto del dinero en los políticos se denomina “mordida”. Nunca mejor expresado. Nueva tentación. Ya llevamos dos. Poder y dinero. Juanjo, que es vulnerable, como lo somos todos, quiere dinero. “Muerde”. Ya tenemos a Juanjo con el perfil de muchos políticos. Ha “mordido”. Pasa el tiempo, que nunca se detiene. Y luego se ha descubierto un posible caso de corrupción que ha recogido la prensa. Parece ser, según los comentarios en la Isla, que la mordida fue tremenda; mordió con fuerza. El Juzgado de Instrucción está ya trabajando en el supuesto caso de corrupción. Nuevas elecciones. Nuevos candidatos a concejales en el partido nacionalista. Nuestro Juanjo ha perdido el “punch” que antes tenía. Y con la sospecha de corrupción ahora no es bien mirado. Ahora en la lista de candidatos para concejal en su partido va colocado en el número treinta. No sale elegido. Lo veo un día en la Calle Real. Apenumbrado. Como ido. Muy mala cara. Le pregunto cuál era la razón de tanta congoja y me dice “Mañana voy a empezar a trabajar de cajero en el supermercado de mi padre” No supe que decirle. Continuó caminando cabizbajo hacia el Puente de las Bolas. Me dieron ganas de gritarle “A ver si tienes bolas…, cojones “
Ahora pienso en Juanjo. Que triste la vida de Juanjo. La soberbia, la codicia, la vanidad, sus odios en sus batallas políticas y después,…, el vacío. Pienso también como serán las últimas horas de vida de Juanjo. La muerte es lo que define nuestras vidas. La muerte, la parca. En la mitología romana, cada una de las tres deidades hermanas, Cloto, Láquesis y Átropos, con figura de viejas, de las cuales la primera hilaba, la segunda devanaba y la tercera cortaba el hilo de la vida. La parca, para la antigua Roma, era la muerte. La parca. Basta escucharla para que sintamos un escalofrío tremendo con la dichosa palabra.
Un grupo de investigadores estadounidenses han descubierto que cuando morimos, nuestras ondas cerebrales se ven de la misma manera que cuando soñamos, meditamos o recordamos, lo que significaría que el cerebro permanece activo y coordinado durante y después de la muerte. "Medimos 900 segundos de actividad cerebral alrededor del momento de la muerte y establecimos un enfoque específico para investigar qué sucedió en los 30 segundos antes y después de que el corazón dejara de latir", explicó Ajmal Zemmar, doctor y neurocirujano de la Universidad de Louisville. Durante ese tiempo están involucrados las funciones altamente cognitivas como la concentración, el sueño, la meditación, la recuperación de la memoria, el procesamiento de la información y la percepción consciente. Además, están asociadas con los 'flashbacks' de la memoria. Es decir, lo que ha descubierto recientemente el científico es que, en el momento mismo, o unos segundos antes, de la muerte, se produce una actividad cerebral extraordinaria durante un minuto, justo en el tiempo en cuando estamos a punto de morirnos.
Es en ese minuto cuando toda nuestra vida pasada la vemos transcurrir a una velocidad vertiginosa, sin autocensura, todo, lo bueno y lo malo, y dentro de lo malo, todo aquello de lo que no quisimos pensar en vida, aquello que escondimos en el rincón más recóndito de la conciencia. En ese minuto no hay abogado defensor, no se le permite hablar al acusado y, solo hay un fiscal implacable, la Conciencia. Conciencia que está en todos nosotros, y se piensa que incluso en los animales. Es una Conciencia Universal. Y me pregunto cómo será ese último minuto para Juanjo pues en esa película trepidante aparecerán sus años políticos, ya olvidados, o no querer ser recordados, aquellos años en donde tuvo la oportunidad de hacer tanto bien, y no lo hizo, aquellas tantas personas a las que hubiera podido ayudar, y no lo hizo, .., y no fue, no, no lo fue, lo que debiera ser, una vida política ejemplar. Y ya se detuvo el tiempo para Juanjo. La parca. La parca es implacable