Opinión

Franquismo y machismo: dos plagas que aún creen tener permiso

Hay imágenes que te dan vergüenza ajena aunque no hayas participado en ellas. Lo que
ocurrió frente a la misa en homenaje al dictador Franco es una de esas escenas que huelen a
naftalina rancia, a patriarcado de bar de carretera y a fascismo reciclado. Un cóctel
indecente.

Un acto religioso para lavar la cara de un dictador que murió en la cama —y no por falta de
méritos para lo contrario— ya es grotesco por sí mismo. Pero que encima, en pleno 2025,
haya quien se dedique a tocarle los pechos a mujeres que protestan pacíficamente… eso solo
confirma una cosa: el franquismo no es solo una ideología muerta; es una mentalidad que
todavía colea en algunos, una mezcla tóxica de machismo cavernario y nostalgia autoritaria.

Franco murió; su mentalidad, no.
Lo más alarmante de esta escena no es solo el acto en sí, sino lo que representa. Que en
España siga habiendo homenajes a un régimen que prohibió libertades, fusiló opositores,
silenció a mujeres y convirtió el miedo en política de Estado es un fracaso colectivo. Y que
jóvenes acudan a estas misas demuestra que a algunos les han vendido la dictadura como si
fuera un documental de historia bonita, cuando fue más bien un manual de opresión con
prólogo, índice y anexos.

Mientras tanto, quienes levantan la voz contra ese legado —como las activistas de FEMEN—
terminan agredidas por el enésimo macho que confunde protesta con permiso, torso
desnudo con licencia para manosear, y cámara grabando con “mira, salgo en la tele”.

El machismo es el nieto consentido del franquismo.
No es casualidad. El franquismo fue un régimen que convirtió a las mujeres en menores de
edad perpetuas. Sin cuentas bancarias, sin derechos, sin autonomía. Hoy, su versión
moderna sigue viva en tipos que creen que pueden tocar un cuerpo ajeno porque “ellas se lo
buscan”. No se lo buscan: lo denuncian. El problema no es que vayan con el pecho
descubierto. El problema es que hay hombres que van con el cerebro sin estrenar.

Este agresor —bandera preconstitucional en mano, espíritu nostálgico de dictadura— es el
retrato perfecto del machismo franquista versión 2.0: el que no lee libros, pero sí palpa
cuerpos; el que no entiende democracia, pero sí sabe a quién intentar intimidar.

¿A qué clase de país le parece normal esto?
España tiene que asumir algo incómodo: mientras sigamos tolerando homenajes al
franquismo, seguiremos tolerando comportamientos franquistas. Y uno de esos
comportamientos es creer que las mujeres están ahí para ser disciplinadas, tocadas,
corregidas o calladas.

Pero no estamos en 1950. Y esos tiempos no van a volver por mucho que algunos se
disfracen de falangistas entusiastas.

El mensaje es claro:
– Al fascismo, ni honor ni gloria.
– Al machismo, ni excusas ni indulgencias.
– A las agresiones, ni un segundo de silencio.
– Y a quienes añoran dictaduras, que vuelvan a 1960… pero sin arrastrarnos detrás.

España solo avanzará cuando dejemos de tener miedo a señalar lo obvio: si permites que se
homenajee un régimen machista, autoritario y represor, no te sorprendas cuando el
machismo, la autoridad sin límites y la violencia reaparezcan. Spoiler: no está. Y la sociedad
no tiene por qué tolerar a sus imitadores.