Iria Puente vive día tras día las consecuencias de la violencia de género. Su hija, una niña de tres años con trastorno del espectro autista y afección funcional al lenguaje, debe ir semanalmente a encontrarse con su padre, condenado en firme por maltrato, en el punto de encuentro familiar de Lanzarote. Un episodio recurrente que despierta en la menor "estrés, agresividad y pesadillas nocturnas", de acuerdo con el testimonio de su madre y que ha empujado a una sanitaria a pedir que se "tomen en cuenta las características" de la menor y a solicitar "una reunión de coordinación con las personas responsables del espacio".
Un punto de encuentro familiar es un recurso especializado que busca facilitar a los menores "en un programa individualizado" la relación con sus progenitores en situaciones de conflicto. El propio Gobierno de Canarias expone en la web sobre este espacio que es "innegable que los hijos e hijas que se crían en un ambiente de violencia de género son víctimas directas" y que este lugar debe "garantizar la seguridad de los menores" y "llevar a cabo una intervención psicosocial" para "reparar y fortalecer los lazos familiares".
Su expareja y padre de su hija la amenaza con matarla, incluso está condenado en firme por intimidarla: "Te voy a reventar, si vuelves a casa te quemo las cosas contigo dentro", llegó a decirle. En la actualidad, aún están pendientes de resolverse dos denuncias, una que presentó ante el Juzgado por quebrantamiento de condena y otra por un presunto delito de coacciones.
Desde junio de 2024, su maltratador tiene una orden de alejamiento que le prohíbe acercarse a menos de 300 metros de ella y también comunicarse, al menos, hasta junio de 2026, dos años después del fallo judicial. Sin embargo, deben verse cada viernes en este espacio. A la espera de que se resuelva también la custodia de la menor, la expareja tiene unas medidas provisionales para realizar las visitas en este punto de encuentro. "Estamos barajando si él psicológicamente está preparado para tener a la niña, porque he sufrido violencia psicológica durante más de cuatro años" y "amenazas constantes hacia la niña, diciéndome que el día que le tocaba a ella iba a desaparecer".
Según un informe al que ha podido acceder La Voz, recientemente una pediatra del Servicio Canario de Salud ha ratificado las sospechas que Puente tenía y un diagnóstico sanitario previo, su hija tiene autismo, "problemas al reconocer su nombre, no habla y no tolera el acercamiento físico".
En estas circunstancias, su madre describe la odisea de llevar a la menor, cada viernes, a las visitas con su padre. "Es un sufrimiento dejarla ahí, en un sitio cerrado, presionada", confiesa durante una entrevista con esta redacción. "La dejo llorando, pataleando y llamándome desesperadamente, ellas me cierran la puerta en la cara, y la recojo igual, diciendo "abre, abre, abre" para que abran la puerta. Las visitas le generan estrés y luego está todo el fin de semana alterada, no puedo ni moverme de su vista", continúa.
Para Iria Puente, en el punto de encuentro familiar, localizado en Arrecife, "no están actuando de manera apropiada" y defiende que el espacio "no es un sitio para una niña con esas dificultades". Además, expone que desde que la niña acude a estas visitas demanda más aún su presencia. "Cada vez que la tengo que dejar ahí para mí como madre es un sufrimiento, pero para mi hija es el doble. La niña no quiere", añade.
"Él todas las amenazas que me ha hecho las ha cumplido, solo le falta desaparecerme a la niña"
Para apaciguar a su hija, a pesar de que la orden de alejamiento está en vigor, Puente asegura que tiene que entrar en la habitación del punto de encuentro junto a su maltratador para que la menor se tranquilice. "Están poniendo en riesgo mi seguridad y yo lo sé, yo veo que mi hija me toca la mano y me llama y entonces yo accedo y entro. Es muy tenso porque le tengo miedo al padre de mi hija. Entro allí, estoy un rato con la niña y cuando ella se despista me voy. Eso a mí psicológicamente me hace sentir mala madre porque entiendo que estoy engañando a mi hija, porque de pronto la niña no me ve".
Su experiencia en el punto de encuentro ha hecho que esta víctima de violencia de género se sienta "como si fuera la agresora" porque en otras ocasiones debe dejar a la niña en la puerta e irse, sin tiempo para que la menor se adapte al entorno. Al ver las dificultades con las que se topa su hija para quedarse en en lugar, Iría Puente ha buscado, sin éxito por el momento, "llegar a un entendimiento para que la niña esté a gusto", e incluso asegura que desde el Centro insular de Atención a la Mujer (CIAM) han propuesto ofrecer un espacio más adaptado a la menor para realizar los encuentros.
Durante su relación con su maltratador, Iría recuerda que dormía junto a la cuna de su hija y le agarraba la mano toda la noche. "Tenía la sensación de que le podía hacer algo", añade. En concreto, recuerda un episodio en el que su expareja llevó a la niña al parque y, aunque ella lo llamaba, él no le cogía el teléfono. "Me monté en el coche, fui a buscarlo al parque y no lo encontraba, seguía llamándolo desesperada y después llegué a mi casa como a las ocho de la noche, estaba allí y me dijo: ¿Te asustaste?".
"Me amenazaba con matarme a la niña, no dejo de pensar que en algún momento va a salir de ahí y no sé qué va a pasar. Él todas las amenazas que me ha hecho las ha cumplido, solo le falta desaparecerme a la niña", concluye esta madre, que exige un trato justo para su hija en estas visitas.