Desde el Ártico hasta el Polo Sur, de Svarbald (Noruega) a Tierras del Fuego (Argentina), pasando por Galápagos (Ecuador), la República de Seychelles o las islas españolas de Baleares y Canarias. A pesar de que estos archipiélagos están ubicados en diferentes puntos alrededor del planeta, todos forman parte de una poderosa investigación internacional que estudia los efectos de la actividad humana en los frágiles ecosistemas insulares.
Montaña Clara y La Graciosa, ambas islas del Archipiélago Chinijo, forman parte de estos laboratorios al aire libre que la reconocida ecóloga Anna Traveset y su equipo han formado a lo ancho y largo del planeta. Doctora en Biología por la Universidad de Pennsylvania, esta investigadora lidera el Laboratorio de Ecología Terrestre del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y dirige este proyecto sobre los archipiélagos del planeta, de los polos a los trópicos, financiado por el Consejo Europeo de Investigación (European Research Council en inglés).
Con motivo de su visita a la isla para participar en las conocidas Pateadas, organizadas por la Muestra de Cine de Lanzarote, a lo largo del fin de semana, Traveset atiende a La Voz un día antes de viajar a la isla.
A grandes rasgos, el proyecto se desarrolla en doce islas, dos en cada uno de los seis archipiélagos mencionados. De las islas escogidas en cada archipiélago una está habitada (La Graciosa) y otra deshabitada (Montaña Clara), con el objetivo de ver cómo influye el ser humano en el ecosistema insular.
El proyecto busca esclarecer si la entrada de una especie invasora, como puede ser un roedor, un felino o una planta, puede llegar a colapsar un ecosistema insular. "Estamos construyendo las redes tróficas de los dos archipiélagos y mediante modelos teóricos simulamos que en la isla deshabitada, en este caso en Montaña Clara, entra una especie invasora", indica Traveset.
Esta experta expone que "para las islas oceánicas, que son más frágiles, la introducción de especies invasoras, tanto de animales como plantas, es incluso peor que el cambio climático". Por ejemplo, el caso de Montaña Clara, una de las islas más pequeñas del archipiélago canario, ya existió una especie invasora exótica que había sido introducida. En esa ocasión fue la entrada de conejos (Oryctolagus cuniculus) durante la conquista y que, por suerte, pudo ser erradicada a comienzos de siglo.
Hallazgo de una especie única de escarabajo
A pesar de las continuas campañas científicas que se han ido realizando en el Archipiélago Chinijo, estas pequeñas islas siguen escondiendo tesoros por descubrir. Durante una de las jornadas de investigación en Montaña Clara el grupo liderado por Anna Traveset descubrió una especie de escarabajo endémico de la isla, que no había sido estudiado antes. Se trata del Thorictus iriae, que se diferencia de otras especies del grupo orientalis porque cuenta con unos pelos largos que sobresalen de su cuerpo.
Gatos, ratas o cabras, las especies invasoras
La entrada originada por el ser humano de especies invasoras, como pueden ser los gatos, las ratas, las cabras y los conejos, genera un "gran daño" en las especies locales. Lo mismo que ocurre con las especies invasoras de flora, donde las más resistentes a la falta de precipitación se hacen un hueco en los terrenos canarios. "Las islas de todo el mundo, y Canarias no es una excepción, han perdido más biodiversidad que los continentes", indica. En total, las islas copan "casi el 80% de las extinciones documentadas", señala la investigadora.
En sus trabajos, Traveset ahonda en el impacto de la presión humana sobre los espacios naturales y sobre la biodiversidad que habita en ellos. Dicha presión se produce de diferentes modos, como puede ser a través del impacto de las pruebas deportivas o de las excursiones turísticas sobre los espacios naturales o con la construcción de carreteras o edificaciones, entre otros. Además, suele ir acompañada de la fragmentación y la degradación de los hábitats terrestres y marinos y de la producción de ruido que puede alterar el modo de vida de las comunidades faunísticas.
En este sentido, resalta la presión humana que se produce sobre el litoral insular el aumento de vertidos al mar o la ocupación del domio público marítimo-terrestre. Además, apostilla que la entrada de flora exótica, mucha veces viene a través de los viveros.
Sistemas ecológicos más débiles y la dependencia del turismo
En Canarias existe un riesgo añadido a la vulnerabilidad de los sistemas ecológicos: la dependencia económica del turismo. "Los impactos ambientales pueden retroalimentarse con los riesgos socieconómicos", expone esta ecóloga, sobre la relación del modelo turístico con los espacios naturales de la isla.
La experta en la relación ecológica entre la fauna y la flora añade que todo el planeta es frágil ante el riesgo del cambio climático, pero que las islas y, sobre todo, las islas oceánicas son "todavía más frágiles" porque tienen "un ecosistema más vulnerable a las perturbaciones".
Esta debilidad se explica porque las islas son sistemas más simples con menor diversidad, si se compara con los sistemas continentales. "Las especies nativas, a menudo, no evolucionaron para defenderse contra grandes depredadores continentales", continúa Traveset.
Es por ello, que "no tienen defensas contra esos depredadores" porque "en sus orígenes no estaban esos depredadores", algo que está sucediendo con las ratas, los gatos o las culebras, por ejemplo, que atacan a los reptiles nativos.
A pesar de que el actual escenario climático facilita la entrada de especies invasoras al archipiélago y de la fragilidad ecológica de las islas para hacer frente a su llegada, la investigación científica abre una vía para reforzar la protección de la biodiversidad del Archipiélago Chinijo.