La historia de José (nombre ficticio) es de esas que dejan a cualquiera que la escucha con el corazón en un puño. Este enfermero de profesión llegó el pasado mes de diciembre a España después de estar cuatro años viviendo en Colombia y ocho en Perú, a donde había emigrado anteriormente desde Venezuela por la situación económica del país y el rechazo de su familia. Durante su estancia en Perú, recibió una agresión que le dejó "su cara irreconocible".
A raíz de esto, decidió emigrar a España en busca de una vida más segura a nivel personal y económico. Primero viajó hasta Madrid donde estuvo unos días pagando una habitación de hotel que tuvo que dejar por su alto precio. Tras ello, tomó la decisión de viajar hasta Barcelona con el objetivo de buscar nuevas oportunidades y donde tenía a unos amigos con los que se hospedaría. Sin embargo, la casera del piso no dejaba que se alojara nadie más, por lo que tuvo que volver a gastar sus ahorros en un hotel.
Al verse en una situación límite, decidió viajar hasta Lanzarote en busca de trabajo, pero se encontró con varios obstáculos. "Es muy complicado empadronarse, no hay habitaciones disponibles y tuve que pagar también un hotel, pero al ver que me estaba quedando sin mis ahorros, me quedé dos días a dormir en la playa con frío", cuenta.
En su desesperación por encontrar un empleo, comenzó a preguntar y buscar trabajo por toda la isla, pero sin éxito. "Una mujer me ofreció alquilarme una habitación por 450 euros con todo incluido y yo le pagué por adelantado cuatro meses porque prefería estar sin comer", relata.
Un trabajo donde estaba "esclavizado"
José es ahora mismo solicitante de protección internacional aunque no le ofrecen una cita hasta el próximo año. En diciembre, al poco de llegar, le ofrecieron un trabajo. Según su versión, quien lo contrató lo hizo de forma irregular. "Me dijo que me daba trabajo pero que tenía que decir en todo momento que yo era un voluntario y que así él me gratificaba, que tomaba o dejaba la oferta", explica.
Además de trabajar sin contrato, le obligaban a trabajar de lunes a lunes con un horario de 11.00 horas a 08.00 de la mañana del día siguiente, sin ningún día libre y prometiéndole cobrar unos 800 euros mensuales. "Trabajé todo febrero sin librar y en marzo decidí no ir más porque no me había pagado y no tenía qué comer ni cómo trasladarme al centro de trabajo", relata. Después de trabajar, acudía a la habitación donde vivía para poder descansar "cuatro o cinco horas".
Así, desde el centro le prometieron "un seguro por trabajar allí", algo que nunca tuvo. "El hombre que me ofreció el trabajo se comprometió a que yo pudiera hacer unos cursos y también a ayudarme con mis papeles", pero la realidad es que no le brindaron ninguna de estas cosas.
Ante esta situación, el afectado cuenta que acudió al Juzgado de Arrecife para poner una demanda contra el responsable porque manifiesta que "en las comisarías no le hicieron caso". Actualmente, el extrabajador se encuentra viviendo en la calle, sin trabajo y sin un techo en el que poder vivir. Del dinero prometido, solo recibió 800 euros por los tres meses que estuvo trabajando, a pesar de pedir en varias ocasiones que le pagaran por sus servicios. "Estoy viviendo en la playa, estoy pasando muchas calamidades, yo vine a trabajar, no para que se aprovecharan de mí", apunta.
Asimismo, declara que el "dueño del centro bloqueó su número de teléfono" y que intentó ir en busca de este para poder hablar con él pero sin éxito.
Una situación límite
Después de quedarse sin trabajo y sin cobrar lo que le prometieron, José se encuentra ahora mismo durmiendo en una playa de la isla desde hace más de dos semanas, sin un techo en el que vivir. Además, también sufrió una paliza por parte de un grupo de individuos por la que tuvo que ser hospitalizado. "Me dieron un botellazo en la cabeza, estuve convulsionando y me robaron cuando iba caminando por Arrecife", recuerda.
Con sus dos maletas a cuestas y el resto de ellas enterradas en la arena de la playa, el joven intenta superar cada día de sufrimiento. "No tengo a nadie en España y solo pido un trabajo para conseguir una habitación porque estoy mal psicológicamente, he pensado hasta en quitarme la vida", narra.
Además, cuenta que una mujer le dio un pequeño cartel escrito en inglés para poder pedir en la calle. "Me dijo que me pusiera en Puerto del Carmen, pero yo no me atrevo porque nunca he pedido dinero", dice entre lágrimas.
Ahora, José pasa días sin comer, lo que le ha provocado una gran pérdida de peso. Gracias a las fundaciones Flora Acoge y a Calor y Café, el joven puede almorzar y cenar muchos de los días, pero no le pueden ofrecer un lugar donde dormir, por lo que pasa el resto del día en la calle. En lo que respecta al aseo personal, muchas de las veces se ducha en las instalaciones de Calor y Café, aunque cuando no llega a tiempo lo hace en las duchas de la playa.
El joven espera que con la demanda que interpuso le paguen el resto de dinero que le deben por haber trabajado pero, sobre todo, desea poder encontrar un trabajo y un techo en el que poder vivir de forma digna. Solo una oportunidad para comenzar de cero y continuar hacia adelante.