La redacción de Radio Lanzarote ya ha recibido los primeros textos para la convocatoria de la XV edición del certamen de Microrrelatos de Radio Lanzarote Verano 2025. En esta ocasión el concurso conmemora el centenario del nacimiento de la escritora Carmen Martín Gaite (Salamanca 1925 - Madrid 2000).
Un año más, los Centros Turísticos colaboran con el certamen, que abre el plazo este martes 1 de julio de 2025 hasta el 31 de agosto, ambos inclusive.
En esta ocasión los participantes deberán presentar una microhistoria que no debe exceder las 100 palabras entre las que no cuenta el texto introductorio que aportaremos a continuación. Los relatos tendrán el mismo comienzo, un fragmento de Las ataduras (1960): "Enseguida se abrió la puerta del bar y salió corriendo una chica, cruzándose la rebeca sobre el pecho. Se volvió para contestar al hombre que corría detrás de ella, llegó al lado del coche y le abrí la puerta de delante...". A partir de este comienzo los participantes deben imaginar qué pasa posteriormente.
Cada autor podrá enviar un máximo de cinco relatos, que podrá firmar con pseudónimo, aunque deberá indicar siempre un nombre y un teléfono de contacto. Asimismo, los relatos se enviarán a la dirección: concursorelatos@lanzarotemedia.net.
A medida que se vayan recibiendo los relatos se publicarán en La Voz de Lanzarote. En la publicación no figurará el nombre del autor. Solo después del fallo se conocerán los nombres de los autores ganadores y finalistas.
Un jurado compuestos por periodistas de Radio Lanzarote y La Voz de Lanzarote elegirán tres relatos ganadores y siete finalistas. El fallo del certamen se hará público en la segunda quincena de septiembre.
El ganador del primer premio conseguirá una cena Jameos Noche para dos personas, mientras que el segundo se llevará una cena para dos personas en el Castillo de San José. Por último, el tercer clasificado podrá disfrutar de una Experiencia Insólita para dos personas.
Relato 1
…y mientras ella subía, mis manos temblaron sobre el volante.
No era la misma.
La conocía bien. Había recogido a mi hermana mil veces borracha, rota, furiosa... pero jamás así de callada.
Miré de reojo su rostro por el espejo del parasol y sólo pude distinguir una abyecta distorsión
El tipo que la seguía me gritaba desde el otro lado de mi cristal.
—¡No dejes que suba! ¡Es un reflejo, no es humana!
Giré la cabeza para observar que se había subido en mi coche.
Ella ya no tenía ojos.
Solo dos órbitas oscuras que me observaban fijamente.
Relato 2
…pero al cerrar la puerta, noté que el coche olía distinto.
Ella lloraba, sin lágrimas.
Él seguía detrás, pero sus pasos no hacían ruido.
—¿Dónde estamos? —preguntó ella.
Miré el retrovisor, el bar ya no estaba.
Sólo un campo vacío.
—Aún no lo sé —dije encendiendo el motor.
Ella miró al cielo.
—Morimos anoche, ¿verdad?
Me limité a conducir. A veces la verdad llega con los kilómetros.
Relato 3
- Desde luego, niña, siempre te estoy sacando de líos. A saber qué le has ofrecido a ese hombre para que te persiga de esa manera.
- ¿A ti qué te importa? Odio que mi tiíto esté pendiente de mí. Si me he ido de casa, es para vivir mi propia vida. Tengo dieciocho años.
- ¿Serás desagradecida? Paro y te bajas ahora mismo del coche.
Ella no lo dudó un momento y le lanzó un corte de mangas desde la acera.
- ¡Corten! Os he dicho mil veces que no quiero ningún gesto obsceno en mis películas.
Relato 4
- Por Dios, pero ¿quién es ese hombre?- le pregunté, al tiempo que aceleraba rápidamente.
- Has llegado a tiempo, Carmen. Es el tipo al que vi estrangular, en este mismo lugar, a la mujer que aparece hoy en el periódico- me dijo temblándole la voz y sin dejar cruzar cada vez más fuerte la rebeca sobre el pecho.
- Debemos contar todo a la policía.
- No.
Se abrió la chaqueta. Una pistola. Disparo mortal. La cabeza de Carmen caída sobre el volante…
Había sido el hombre quien la había reconocido.
No importa. Sería el siguiente.
Relato 5. El pago
Se sentó atrás, le vendó los ojos, y le tapó la boca. Al bajar del coche, los vientos alisios casi la tiran al suelo. La empujó dentro de una casa en ruinas. Arrimándose al oído, le susurró:- ¡Si no haces todo lo que le decimos, acabará muerta en cualquier lugar de la isla!
Relato 6. Cartas nunca enviadas
Apretaba un sobre amarillento contra el pecho. —¿La llevo a Correos? —aventuré. —No, al cementerio viejo de San Andrés. Ella abrió el sobre y extrajo una carta manuscrita. —Se la escribí hace veinte años. Nunca tuve valor para dársela. —¿Y ahora qué piensa hacer? —Él ya no puede leerla, pero yo sí puedo decírsela en voz alta. Conduje despacio entre cipreses mientras ella ensayaba palabras de amor que llegarían tarde pero que, al fin, llegarían. Algunas conversaciones trascienden la muerte.
Relato 7. Geografías del silencio
Se acomodó en el asiento delantero señalando decidida hacia el horizonte marino.
—Al puerto pesquero, por favor, tengo prisa. —¿Viaja sola, señora? —Desde hace treinta años largos. Mi marido cree que estoy comprando pan. Sonreí comprensivo. En el retrovisor observé al hombre caminando despacio, ajeno a que su mujer navegaba hacia territorios inexplorados de sí misma. —¿Sabe qué barco tomará?
—El primero que me lleve más lejos de quien fui esta mañana. Conduje despacio. Algunos viajes importantes no tienen prisa.
Relato 8. El último verso
Subió sin mirarme. Sus manos temblaban mientras buscaba en el bolso. "¿Adónde la llevo?" pregunté. "A cualquier sitio donde no me persigan los versos de mi padre." En el espejo retrovisor vi al hombre detenerse en la acera, derrotado. Ella encontró un papel arrugado, lo leyó: "Hija mía, perdóname por escribir nuestra historia familiar sin preguntarte si querías ser personaje de mis poemas." El semáforo cambió a verde. Pisé el acelerador y la literatura quedó atrás para siempre, disolviéndose en el asfalto como tinta fresca bajo la lluvia vespertina.
Relato 9. El coleccionista de ausencias
Cerró la puerta del coche con delicadeza, como quien protege un secreto íntimo.
—¿Conoce a ese hombre? —preguntó observando por el espejo retrovisor. —Es mi hermano mayor. Colecciona mujeres que huyen constantemente. Sus ojos se llenaron de tristeza antigua. Encendí la radio y una voz narraba cuentos de sirenas que abandonaban el mar por amor. —¿Y usted qué hace entonces? —susurró. —Yo las ayudo escapar. Es mi manera de no huir. Arrancamos lentamente mientras la tarde se desvanecía llevándonos secretos.
Relato 10. El Espejo de las Decisiones,
Se miró en el retrovisor y se arregló el cabello. —¿Está huyendo de él? —pregunté. —No. Estoy eligiendo por primera vez. Él golpeaba la ventana, furioso. Ella lo observó serena. —Viví siempre sus decisiones. Hoy tomé la mía.
—¿Cuál?
—Pedirle matrimonio.
La miré sorprendido. Sonrió con complicidad.
—Ahora él debe elegir. No todos los que corren huyen; a veces corren hacia algo
maravilloso.
Arranqué despacio, sabiendo que fui testigo de una revolución íntima.
Relato 11. La estación que no llegamos a vivir
No era la primera vez que huían juntos, pero sabían que aquella sí sería la última.
Ella traía los ojos empapados de un adiós, él apretaba los labios como quien guarda un secreto.
Subieron sin mirar atrás.
Cuando arrancó el motor, me miró fugazmente por el retrovisor.
Era mi hermana.
Y aquel hombre... el amor que yo nunca tuve el valor de retener.
Relato 12. Famara nunca pregunta
Arrancamos sin hablar.
Cuando pasamos el mirador, su respiración se acompasó con el viento.
Famara la recibió sin preguntas, como si también supiera de huidas.
Yo no pregunté quién era él, ni ella explicó quién era yo.
Bajó al filo del acantilado y gritó algo que el mar se tragó.
Jamás regresó.
Pero cada vez que voy a la playa, una gaviota se posa cerca y me observa. Nunca vuela hasta que yo me marcho.
Relato 13. Geria, vino y ceniza
—Conduce —me dijo—, hasta donde no nos vean.
La llevé a La Geria.
Entre viñas abrazadas por ceniza, abrió la botella que llevaba en el bolso.
—Mi abuelo decía que aquí, el vino cura lo que no se dice.
Bebimos en silencio.
El sol nos hizo prometer no volver con ellos.
Esa noche dormimos bajo un cielo tan limpio que las estrellas nos susurraban secretos.
Al amanecer, se fue.
Solo encontré una copa medio llena. Y en el fondo... una piedra volcánica, pequeña, negra, tibia aún.
Relato 14. Roja como los jameos
Estaba roja, como los jameos al atardecer. Me miró con vergüenza, como si su carrera fuera pecado.
El tipo que la seguía vestía traje.
Ella, sueños.
—Solo quiero bailar, por fin, sin zapatos —dijo.
Conduje hasta el Charco de los Clicos.
Se bajó descalza, giró sobre sí misma y gritó su nombre al viento.
Desde entonces, siempre que hay luna llena, vuelvo a ese rincón con los pies descalzos.
Por si decide volver a bailar.
Relato 15. Postales sin timbre
No me preguntó quién era ni a dónde íbamos.
Solo dijo: “Si aceleras, quizás no nos alcancen los recuerdos.”
Conduje hasta los Hervideros.
Allí se quitó la rebeca, la dobló como quien cierra una historia, y la lanzó al mar.
—¿Es tu novio? —pregunté.
—No. Era lo que yo debía ser.
Días después, recibí una postal sin timbre.
Solo decía: “Gracias por no preguntar. Nos vemos en el próximo volcán.”
Relato 16. ¿Sabes quien soy?
En cuestión de segundos nos alejamos. Decimos adiós al único bar que acudimos. Odia ser quien es, abomina su apellido. Lo mismo me ocurre a mí.
-Gracias. Me has salvado de ese cabrón pesado, soy Lola, pero supongo que ya sabes quién soy.
-Solo sé lo que dicen.
- Mentiras. Necesito salir de esta isla, ha sido un error. Él lo sabe, ese hombre… ¡Para! quiero bajar, para el coche por favor, cuidado, no noooooo…
Informativos: accidente de tráfico con un muerto y un herido grave.
Ambas mujeres. Debido a las quemaduras no han podido ser identificadas.
Relato 17. Magdalena
-¡Ayúdeme!
-¿Qué le pasa, señorita?
-Mire, mire lo que tengo en el pecho.
-Es verdad, se le está poniendo la rebeca perdidita de sangre con lo malo que es eso para quitar.- Murmuré.
-Siempre le digo que es una torpe.- Soltó el hombre.
-Sólo quería pedir el postre, cariño.- Se excusó ella.
-Ya sabes que yo hablo por los dos, Magdalena, no hacía falta que le coquetearas al camarero por un trozo de tarta de la abuela.
-Eso no es razón para que maltrate a su mujer.- Exclamé.
-¿Ah, esto? Es tarta de frambuesa… no les quedaba de la abuela.