Como cada 15 de septiembre, todos los caminos en Lanzarote y La Graciosa confluyen en el corazón de Mancha Blanca, donde la fe y la devoción se hacen una para rendir homenaje a Nuestra Señora de Los Dolores, patrona insular.
Desde primeras horas de la mañana, una marea de feligreses comenzó a llenar la plaza de Los Dolores, desafiando al fuerte calor con la fuerza de su devoción. A las 11,00 Horas daba comienzo la Solemne Eucaristía, presidida por Monseñor José Mazuelos Pérez, Obispo de la Diócesis de Canarias, y concelebrada por su Obispo Auxiliar Don Cristóbal Déniz Hernández, y sacerdotes de la isla.
La celebración tuvo lugar en el escenario especialmente instalado en la plaza, permitiendo que los cientos de fieles pudieran seguir con atención y recogimiento cada momento de la ceremonia. Los Coros Parroquiales de San Roque y San Ginés pusieron voz y armonía a la misa, acompañando con sus cantos una celebración cargada de emoción y fervor.
Finaliza la Solemne Eucaristía, dio inicio a la procesión solemne, encabezada por la Banda de Música "Peña de San Roque", de Tinajo, dirigida por el profesor Orlando Morales Duarte. Tras ellos la venerada imagen de la Virgen recorrió el entorno del Santuario, acompañada por los obispos, sacerdotes concelebrantes, autoridades civiles y militares, y una gran multitud de fieles que, a su paso, la recibían entre aplausos, vítores y miradas emocionadas.
Cuando la imagen de Nuestra Señora de Los Dolores regresó al pórtico de su Santuario, la Banda de Música le rindió honores interpretando el "Himno de Canarias", un momento profundamente emotivo que fue acogido con ovaciones por las cientos de personas que abarrotaban la plaza. Entre aplausos y fervor, la Virgen traspasó el umbral de su templo, cerrando con broche de oro una jornada marcada por la fe, la tradición y el cariño de un pueblo que no olvida a su Madre y Protectora.
Un año más. Mancha Blanca se convirtió en el centro espirirual de Lanzarote y La Graciosa, reafirmando que la devoción a Nuestra Señora de Los Dolores sique tan viva y arraigada como siempre, en el corazón de quienes caminan a su encuentro.