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El tradicional bar El Molino de Arrecife cierra sus puertas tras 37 años: "No tenía muchas ganas, pero la edad"

El local, gestionado por los hermanos Caraballo, fue lugar de reunión para residentes, políticos y turistas desde 1986

El bar El Molino cierra sus puertas tras 37 años de historia (Fotos: José Luis Carrasco)

El emblemático restaurante El Molino de Arrecife ha echado el cierre. El negocio familiar, iniciado en 1986 por los hermanos Caraballo, Miguel y José, junto a su madre ha clausurado sus puertas tras 37 años de servicio.

Al comienzo, este restaurante era reconocido como Marisquería El Molino. Ya entonces era visitado por pescadores y residentes de la isla. Por este tradicional restaurante han pasado presidentes del gobierno canario, consejeros, políticos de Tenerife o Gran Canaria, recuerda ahora Miguel Caraballo. En los últimos años atraía también a los turistas, movidos por las recomendaciones. 

Entre las paredes de El Molino se cerraron pactos y los pisos acababan "llenos de almejas y lapas". Hasta este rincón de Arrecife se trasladaban para disfrutar de sus platos estrellas como el sancocho, los riñones, los calamares, el pulpo, el lomo o las gambas al ajillo. Sobre la clave de su éxito, Miguel Caraballo habla de la calidad del cherne que ofertaban, del calamar sahariano, el pulpo y las tapas diarias que no se reutilizaban de un día para otro.

"Empezamos aquí cuando estaban los sardineros y los arrastreros", narra Miguel Caraballo en declaraciones a este periódico. Cuando El Molino abrió sus puertas no existían las características naves de Arrecife, situadas frente al puerto. "El mar llegaba hasta aquí", recuerda ahora uno de sus dueños.

"Al principio trabajábamos noche y día", narra Miguel Caraballo. En los últimos años, su hermano y él llegaban al bar a las cuatro de la mañana, su hermano "se metía" en la cocina y él en la barra. Luego, cerraban a las 16 de la tarde.

El futuro de este restaurante queda en pausa y no se conoce por el momento si será traspasado o cerrará sus puertas para siempre. "No tenía muchas ganas de descansar, pero la edad", confiesa Miguel.