Los catalanes me tienen contento. Sé que es peligroso manifestarlo en algunos ambientes, bares de fanáticos del Real Madrid sin ir más lejos,pero es así. Los detractores de lo catalán no han logrado variar mi independencia de criterio respecto a lo que es bueno y a lo que es malo. Y yo pienso que el estatuto es bueno para Catalunya y que es bueno para quien tiene que ser bueno, básicamente, para los catalanes. No sé si para Checoslovaquia lo será, o para Canarias, o para Toledo, pero para los catalanes desde luego que sí. La enseñanza pública será laica y los más pobres tendrán asegurado un salario mínimo. El dinero que recauda Catalunya no saldrá de ahí más que el que se acuerde con el Estado y eso hará de la catalana una sociedad menos dependiente y pedigüeña. La Generalitat tendrá poderes para delimitar el horario comercial. Es bueno para los que defendemos la diversidad de facto y no de boquilla: el idioma catalán se consolidará porque será más oficial, es decir, la única forma real de protegerlo. Se garantiza con 29 nuevas medidas el bienestar de los sectores sociales más vulnerables. Se adquieren competencias en materia de inmigración, concesión de permisos de trabajo, convocatoria de referéndum, etc.
Por si fuera poco, dice el PP que es demasiado intervencionista el estatut, pues no desean que la política controle los negocios
Encima es democrático, tiene el respaldo de la mayoría y legaliza lo evidente: que Catalunya es una nación. Y es una nación porque es una comunidad nacional diferenciada donde sus ciudadanos desarrollan un fuerte sentido de pertenencia a la misma. Una nación sin estado para ser más precisos. Hay muchas personas que no quieren distinguir una cosa de la otra, pero bueno, ese es su problema. Intelectualmente el asunto está resuelto hace tiempo, ahora que ...judicialmente no lo esté, todo el mundo sabe del retraso de la jurisprudencia. Qué le vamos a hacer, si en las facultades de derecho todavía está vigente el plan de estudios del año 49 o 50 ustedes me dirán.
Además, si me lo permiten, el debate planteado nos ha devuelto la juventud a quienes de pibes vivimos intensamente aquélla amañada transición. Por no faltar, no faltan ni los militares, que ya han asonado sus tópicos sobre la indisolubilidad de los cuerpos patrios. Ni los curas y los infiernos. No falta nadie, ni el Rey siquiera.
Estamos todos. Y todo nos recuerda a la transición, pero no a la segunda, sino a la primera. Aquélla que no se terminó, aquélla que Carrillo y González lograron disuadir aireando el fantasma de la involución y del separatismo, desmovilizando a los obreros e inflando el presupuesto de cultura. Aunque éste sea otroescenario, la ruptura democrática tiene ahora otra oportunidad. Puede que los más jóvenes no sepan de qué hablo, pero algunos más viejos tenemos una espina clavada y nadie nos puede evitar el gusto que nos da observar el terrero.
Sí, no hay duda, definitivamente, el separatismo rojo amante del buen fútbol está de enhorabuena. Los verdaderos demócratas también. Y es que no hay más, Catalunya está de moda. Y no hablo de la pasarela Gaudí. Hablo de lo interesante que se ha puesto el proceso de construcción nacional y social de esa parte mediterránea de Iberia. Con debate transparente y todo, no como en la nacionalidad canaria. Sólo falta que este viejo fantasma que recorre Iberia infecte al estamento político isleño antes de que saquen de su chistera su propuesta de estatutito constitucional.
En fin, qué quieren que les diga, si es malo para la iglesia, para los militares, para la monarquía y para los del PP, además de para Ibarra y Bono, no debe de ser muy malo para los demás. Lógica deductiva, pura y dura.
Paco Déniz Ramírez
