En los cuarenta años de dictadura franquista existió algo que cercenaba la libertad de expresión de cualquier medio de comunicación: la censura. Años después, cuando disfrutamos de un sistema basado en principios democráticos y ...
En los cuarenta años de dictadura franquista existió algo que cercenaba la libertad de expresión de cualquier medio de comunicación: la censura. Años después, cuando disfrutamos de un sistema basado en principios democráticos y constitucionales que defienden y amparan el derecho a difundir informaciones y opiniones con absoluta libertad, siguen existiendo personas a las que les gustaría que existiera esa censura. Personas a las que les gustaría imponer prácticas mafiosas al más puro estilo de la Sicilia de principios del siglo XX.
Únicamente así se puede explicar el absurdo y preocupante ataque que ha sufrido la emisora decana de Lanzarote este fin de semana, más concretamente en la madrugada del domingo al lunes. Alguien -todavía no se ha identificado quién- no sólo destrozó el cartel que está situado a la entrada del edificio El Islote (ubicado enfrente de la playa de El Reducto) sino que llegó hasta la misma puerta de la radio para colocar un cartel en el que se proferían todo tipo de insultos y amenazas contra el director del medio, Agustín Acosta.
Después de otras campañas de acoso sin derribo sufridas por este mismo medio de comunicación, que tuvieron su punto álgido con el tiroteo del coche del propio Agustín Acosta, ésta se cuenta como una anécdota más. Sin embargo, no debe ser una anécdota, debe ser contado como algo más que un acto vandálico.
Resulta increíble que todavía haya gente dispuesta a callar a determinados medios de comunicación por las razones que sean. Es evidente que se trata de personas sin escrúpulos y sin ninguna clase de ética o moral, a las que molesta el discurso que se sigue desde ese medio por razones que ahora mismo se nos escapan.
En su programa Buenos Días Lanzarote Agustín Acosta trató de restarle importancia a algo que por desgracia para él y para su medio lleva padeciendo desde hace ya muchos años. Sin embargo, han sido los responsables de la policía los que le han dado la importancia que el caso merece. Primero, por lo grave que es que alguien ataque de esa forma bienes ajenos; segundo, por lo grave que resulta el contenido del cartel amenazador.
Probablemente no sucederá nada, como no ha sucedido en los actos del mismo pelaje que han antecedido al mencionado, pero no estaría de más que la policía investigue el caso y que traslade a la Fiscalía cuantas averiguaciones haga, no vaya a ser que el tema sea más importante de lo que inicialmente se sospecha. Hay que luchar contra cualquier acto de este tipo, contra cualquier intento de silenciar a un medio de comunicación. Por suerte, el tiempo de la censura y del obligado acatamiento de las directrices de unos pocos ya pasó.