Carta a quien corresponda. Bien sabe el diablo, más por viejo que por diablo, que de donde no hay no se puede sacar, o sea, que nada nos cabe esperar de donde nada hay. Esto que tan claro nos ...
Carta a quien corresponda.
Bien sabe el diablo, más por viejo que por diablo, que de donde no hay no se puede sacar, o sea, que nada nos cabe esperar de donde nada hay. Esto que tan claro nos parece es de lo más complicado de asimilar en nuestra vida diaria, de lo más difícil de percibir y de comprender si se tiene en cuenta que, la inmensa mayoría de las ocasiones, no hay nada más engañoso que lo evidente.
Vaya por delante mi satisfacción por el incremento del número de turistas que visitan las islas y, vaya por delante, también, mi tristeza y mi decepción al comprobar que la inmensa mayoría de ese inusitado y tranquilizador ascenso de visitantes podríamos encuadrarlos en lo que se suele llamar "turistas prestados", estos es, todos aquellos que habían elegido otros destinos del mediterráneo oriental.
Evidentemente, esto no es nada esperanzador, de la misma manera que no lo es el hecho de que el incremento del volumen, podríamos decir, de trabajo, no lleve un paralelo crecimiento del volumen de empleo; tampoco lo es pensar y descubrir que tras varias décadas de crecimiento hemos sido incapaces de incrementar y diversificar suficientemente el valor de los productos turísticos como para no tener que celebrar esta breve subida de la estadística como si hubiésemos tenido algo que ver en ello. No obstante, eso sí, nos congratulamos inmediatamente cuando ponemos en marcha iniciativas y ocurrencias que ya llevan años de caducidad en otros destinos y frente a los que, a todas luces, no tenemos nada que hacer, por ejemplo, los famosos campos de golf, las infinitas rutas de las tapas y otras lindezas que se les están ocurriendo a la brillante y profética prole; aún así, más vale tarde que nunca; ¿o no?.
Creo que no va a ser fácil deshacernos de la inercia que arrastramos como destino de sol y playa, destino construido durante varias décadas y que nos pesa como una enorme losa. De todas formas, no sé hasta qué punto habría que deshacerse del modelo y no optar por modernizarlo, por despojarlo de la gomina que apelmaza la idea de que la rentabilidad pasa por pagar bajos salarios y por ser los más baratos del lugar; esa idea que todo lo atraviesa y que ha pretendido durante años hacernos pensar que el crecimiento económico tiene que ver con construir mucho y con traer a muchísima gente, como si esto fuera interminable y como si el turismo de masas no fuese, casi ya, cosa del pasado, con pesar, claro está, para nuestras estructuras turísticas; para las materiales y para las otras, las mentales.
Es decir, nuestra oferta está desfasada en relación con la demanda del mercado, y lo que necesita no es, precisamente, hacer aquello que ya se ha hecho en otros lugares, aquello que, por ejemplo, con gran satisfacción y autocomplacencia, no sé por qué, propone el equipo de expertos que asesora el nada original Arrecife 2020 ,como si hubiesen dado con la piedra filosofal... y todos tan contentos.
Añadir valor a los productos turísticos pasa por ser diferentes y singulares, como lo es Lanzarote: diferente y singularísima; por tratar a la tierra con respeto, por tratar a las personas como tales, por tener una mínima decencia emprendedora y ser dignos herederos de nuestros antepasados que, ellos sí, fueron los verdaderos artífices de la Lanzarote turística. Y sobre todo, por tener un mínimo de imaginación y la valentía suficiente que ciertas tareas requieren.
A quien corresponda y a quien piense que esto de vender humo dura para siempre; ya saben aquello de que más sabe el diablo...
*José Luis Asencio García, presidente de la Asociación Canarias ZonaInternacional para la Cultura de Paz y los Derechos Humanos.