Se nos fue el señor alcalde de Arrecife a tierras vascas a pontificar sobre la educación en valores democráticos. A explicar, según reza la nota de prensa, las medidas de transparencia adoptadas por el grupo de Gobierno y a pedir el ...
Se nos fue el señor alcalde de Arrecife a tierras vascas a pontificar sobre la educación en valores democráticos. A explicar, según reza la nota de prensa, las medidas de transparencia adoptadas por el grupo de Gobierno y a pedir el establecimiento de relaciones pacíficas con la oposición.
Y se queda uno que no sabe ni por dónde empezar.
¿Educación en valores democráticos? ¿Y el maestro es él, que esperó, atado a un acuerdo ante notario, a que salieran de la cárcel dos concejales confesos de corrupción para acceder a la alcaldía? Probablemente, hubiera sido más didáctico exhibir más paciencia y menos ganas de alcanzar el sillón y haber esperado a que el PIL sustituyera a los ediles imputados por delitos gravísimos, como finalmente hizo, apenas unas semanas después.
Me da la impresión de que el mensaje lanzado a la ciudadanía al devolver al gobierno municipal a un partido golpeado por la corrupción hasta las madres, no es el más educativo. Al fin y al cabo, con esta decisión se traslada a la ciudadanía que eso de robar al contribuyente, estafar en la contratación pública o cobrar comisiones, no es cosa tan grave como para preocuparse.
El asunto de la transparencia es capítulo aparte. Cuando el alcalde es amonestado por los Tribunales por no facilitar la documentación ante una denuncia de lesión de derechos fundamentales; cuando se convocan los Plenos con carácter urgente para eludir las comisiones informativas y el traslado de la información; cuando sólo se llama a la oposición a Juntas de contratación si la cantidad supera los 60.000 euros y las inversiones suelen filetearse en obras menores, de forma que los pagos pasen desapercibidos... Cuando todo eso sucede, las paredes de cristal se resquebrajan.
Con este panorama, pedirle a la oposición que esté calladita, que no pregunte por las facturas, por los acuerdos urbanísticos, por la urgencia de los asuntos del Pleno, por las promesas inclumplidas, es esperar demasiado.
No me siento aludido cuando habla el alcalde de abandonar los insultos porque no soy aficionado a lanzarlos. Pero si considera que criticar la gestión del ayuntamiento es "buscar la destrucción personal del adversario", mejor que se dedique a otros menesteres. Que una cosa es la cultura de paz y otra permitir a Reguera que se funda el presupuesto municipal en hacer felices a sus amigos. Ni siquiera en Navidad.