Si con sólo una palabra elevo el vuelo suave de una sonrisa, y con apenas pronunciarla o desparramar sus trazos consigo que no todo tenga que seguir pesando tanto, tenlo claro: te doy mi palabra.Si de las mismas palabras ...
Si con sólo una palabra elevo el vuelo suave de una sonrisa, y con apenas pronunciarla o desparramar sus trazos consigo que no todo tenga que seguir pesando tanto, tenlo claro: te doy mi palabra.
Si de las mismas palabras germinan los frutos de bordes inciertos y ramificados de tus días, y te sirven en el suspiro, y te ayudan a recortar los perfiles sobrantes de la angustia, no lo dudes: tienes mi palabra.
Si con apenas unas zancadas el gesto apresurado y terco duele, y los senderos se estrechan hasta hacerse casi intransitables y, a pesar de todo respirar con la piel jubilosa, entonces, cómo no: te pido la palabra.
Qué sería de la voz y qué de los caminos deslizantes de nuestros dedos si, como una saeta, siquiera, no nos cruzara la palabra, no nos naciera y muriera sobre nuestros sentidos. Qué seríamos sin las palabras que nos dicen y que nombran cada trozo de piel forjada.
Por todo eso y por mucho más, no lo dudes nunca: siempre tendremos por qué tener, una palabra a mano.
Por José Luis Asencio García