Las oleadas de población continental que llegan a las Islas en condiciones peligrosas y lamentables, parecen haber descubierto, en muchas conciencias, la realidad de que Canarias está a 90 Kms. de la costa africana. De repente, les han entrado ganas a todos por ayudar, desarrollar o exigir control a los Estados vecinos de Mauritania o Senegal. No se habían dado cuenta de la absoluta falta de medios en esos países, atareados como estaban en hacer negocios y fomentar sus inversiones en toda el área desde el norte de Marruecos hasta el sur del Gambia.
La delimitación de las aguas internacionales, es otro factor que estos días está saltando a la palestra y que denota que no somos dueños de nuestro mar. Un mar, que de riqueza biológica se transforma en muro acuoso y profundo para tantos seres humanos que tan sólo intentan vivir en una huída hacia la "Europa" de sus sueños. La misma que durante los últimos siglos trastocó su cultura, destruyó sus ritos y creencias, aniquiló sus estructuras sociales, expolió sus recursos, delimitó a tiralíneas naciones y estados a su antojo y transformó un continente negro en el más negro de los continentes. El último lugar de la tierra, con más de 1/3 de la población enferma de SIDA, con grandes grupos humanos huyendo de la miseria, del hambre, de la violencia, del desierto, de las guerras.
Los 12 millones de esclavos que embarcaron desde estas costas entre 1441 y finales del XIX bajo bandera europea, unidos a los 13 millones de la trataárabe de esclavos entre el siglo VIII y finales también del XIX, nos recuerda permanentemente la historia del horror y el horror de la historia. Y cuando todo parecía ser ya eso, historia, los rostros desencajados de los recién llegados, los cuerpos sin vida y sin nombre de los cementerios majoreros, nos devuelven a una realidad brutal y terriblemente cercana.
Migrantes negros y blancos. Los blancos no importan. Son millones, vienen en grandes aeronaves de regiones blancas y frías, compran las islas, hacen negocio con sus recursos, invierten en un boom inmobiliario y urbanístico que dispara la capacidad de carga de las islas creando una crisis poblacional sin precedentes. Copan los puestos de trabajo más elevados. No son para nosotros un escándalo. Son algo normal a pesar de sus nefastas consecuencias políticas, sociales, ecológicas, económicas y culturales.
Sin embargo los negros sí importan. Son ¿1000, 2000, 3000 ...? Vienen indocumentados, son irregulares, sin papeles y subsaharianos. Son un problema humano y sanitario. Constituyen un escándalo aunque no se sabe el porqué. Últimamente casi un recurso turístico en las Playas del Sur. Los que no les dan el pase para Europa o su país de origen, como mucho ocupan los puestos de trabajo en precario que no quiere nadie. No llenan hoteles sino cuarteles abandonados. Son terroristas, ¡hala!, como dijo el otro.
A los primeros los recibimos con premios y folklore plastificado; a los segundos con la Armada si es necesario, con el fin de controlar la tumba de la frontera atlántica, en un mundo sin fronteras y donde la libre circulación de personas por el Planeta es un derecho consagrado en la Declaración de los Derechos de no se sabe quién.
Agapito de Cruz Franco