por LORENZO LEMAUR SANTANA
Fue el día 23 de septiembre, viernes. Caminaba por las calles de Santa Cruz de Tenerife, desde el Pabellón Municipal de Deportes hacia el Centro, la calle del Castillo. Caminando pasé en varias ocasiones por paradas de guaguas urbanas. Me di cuenta porque me llamaban la atención. A diferencia de lo que acostumbro a ver en Arrecife, en cada parada había siempre gente esperando, veía unos numeritos verdes, los números de las líneas, y en la marquesina se podía ver un cartel que indicaba todas las líneas con sus recorridos y horarios. Todo ello me hizo tomar la decisión de escribir sobre las guaguas urbanas en Arrecife. Sin dudarlo, mandé esta impresión a Cristina para que se documentara con su propia experiencia y así poder hablarles con conocimiento de la realidad que viven diariamente los vecinos de Arrecife, vamos, los que usan o desean hacer uso del transporte público. Puestos a ello, eso hizo Cristina: un día en guagua por Arrecife.
Cristina se fue una mañana a la marquesina que está en Titerroy junto a la parada de taxis, en la calle Eugenio Rijo Rocha, enfrente del parque de Leones. Eran las 11.40 de la mañana cuando comenzaba su día en guagua por Arrecife.
Me escribió Cristina - me lo envió por correo electrónico el mismo día (esto de la informática e Internet es genial) - que la marquesina parecía limpia, aunque sin publicidad ni información sobre los horarios y líneas para los usuarios. En ella, una chica de 20 años aproximadamente, no sabe qué guagua pasa ni a qué hora, "prefiero ir en taxi", le dijo. Unos minutos más tarde se sienta a su lado un señor con su perro, a descansar, no cree que esperara una guagua. Otra chica, estudiante, llevaba libros en las manos, a Cristina le comentó que la guagua no se coge allí, sino más abajo, en la esquina del Instituto Blas Cabrera Felipe. En fin, Cristina había perdido algo de tiempo, en aquella marquesina no había información y no sabía que no se utilizaba para su fin.
Cristina, pacientemente, se va a la parada junto al instituto Blas Cabrera Felipe. Tres señoras suramericanas esperan, también una pareja de jóvenes. Una de las señoras ya molesta, coge un taxi; las otras esperan impacientemente mirando la hora y alzando la vista hacia donde vendría la guagua. Esa marquesina también sin información. Más tarde, una señora del barrio pregunta cuándo pasa la próxima guagua. Tampoco las señoras suramericanas saben responder con claridad a su pregunta. Le dicen que llevan esperando más de 20 minutos.
En la misma parada, los jóvenes, después de dialogar sobre la situación, comentaron que si no llegaba la guagua pronto, no llegarían a tiempo a un encuentro juvenil o algo así. Se cansan y van caminando. Finalmente suben cinco personas a las 12.00 horas (tres mujeres y dos hombres) Cogen la línea 4, dicen a la entrada que pasa por El Reducto. 70 céntimos costó. En la guagua diez personas, principalmente, mujeres.
Por la vía medular, una señora le pregunta al chofer dónde están las paradas que antes existían en la vía. Éste le contesta "más adelante, señora, más adelante", en tono altivo, con mala educación. Ya a la altura del Parque Islas Canarias, pasa otra guagua paralela con muchos jóvenes. En 5 minutos ya estaba en el Centro, pocas paradas. Al igual que pocos asientos, lo que le llamó mucho la atención a Cristina, 17 para ser exactos, ¿dónde se sentarán las personas mayores si se ocupan todos? Pensó Cristina. Por un momento así fue, una señora mayor subió y Cristina le cedió su asiento. La señora no tenía dónde sentarse.
A las 14.10, vuelta a Titerroy. Ocho personas esperan en la marquesina enfrente de correos. Allí mi amiga y compañera documentalista, le preguntó a una joven si le parece que en Arrecife hay buen servicio de guaguas. Ésta le contesta que no se cumplen los horarios y que la información acerca de las líneas es muy escasa pero "es lo que tenemos, no hay de dónde sacar", sentencia la joven. Por cierto, Antonio Corujo, el peluquero y gran folclorista, que como todos sabrán vive en Titerroy, también esperaba la guagua, pero se cansó de esperar y decidió ir andando - "que por otro lado, es muy saludable"- comentó al irse.
Al subir a la línea 3, estaba "petada" como decían los más jóvenes. Mayormente inmigrantes y trabajadores. Al llegar al Hospital Insular había unas 40 personas, no tienen dónde sentarse. La guagua pasa por Valterra, Tinasoria, hasta llegar a Titerroy. Algunos se quejaban de que era muy largo el trayecto. A las 14.50 Cristina llega a casa. El viaje, con el bono, cuesta 50 céntimos aunque el conductor al preguntarle no responde con certeza, "creo que es el 25 por ciento menos, pero no estoy seguro".
Bueno, someramente, esa es la realidad de las guaguas urbanas en Arrecife. Cada uno puede sacar sus propias conclusiones. La verdad es que tanto Cristina como yo las usamos poco. Ella porque tiene carné de conducir y coche. Yo, que no tengo ni lo uno ni lo otro, porque me desespera la espera, la incertidumbre y la excursión que me dan por casi todo Arrecife. Prefiero ir en taxi o caminando.