"Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo .
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros."
Gabriel Celaya.
No hay duda de que el progreso en la investigación científica depende en buena parte de las sumas empleadas para promoverla. En este sentido, el porcentaje del producto nacional bruto consagrado a ella, tanto por parte de los gobiernos como de las empresas, universidades, institutos, consejos, etc., constituye una medida bastante adecuada del nivel de actividad científica en los diversos países. En todo caso, cuando el porcentaje es muy bajo la investigación científica suele ser asimismo muy pobre; no se ha visto aún ninguna nación que consagre un porcentaje insignificante del producto nacional bruto a dicha investigacióny que se haya distinguido por la abundancia y calidad de los descubrimientos científicos.
En vista de ello, cabría concluir que un país como España, que por desgracia no figura ni mucho menos entre las primeras potencias científicas, puede atrapar a éstas dedicando simplemente más y más recursos económicos a la investigación. No me parece que esta conclusión, sin más, sea aceptable. Se necesitan muchas otras cosas además de dinero, aunque, por supuesto, se necesita también, y hasta parasimplemente empezar, dinero, y mucho. En otras palabras, sin buenas inyecciones de numerario, nada, o muy poco; pero con sólo enormes inversiones, lo mismo, o poco más.
¿Qué se requiere, pues, además de dinero? Por lo pronto, que el que se decida emplear al efecto, además de ser suficiente, no sea mal gastado. Hay, por desgracia, muchas maneras de malgastar fondos. Destacaré dos. Una, la más extendida, y la que viene prontamente a la mente de todo el mundo, es el puro despilfarro. Este puede producirse por muy diversas vías. Unas -como los gastos superfluos- son producidas por la precipitación, la ignorancia o la incompetencia. Otras -como las malversaciones y desfalcos- se deben a codicia, en este caso combinada con una total ausencia de sentido moral hasta patriótico (en el buen sentido de esta corrompida palabra).
La otra posible forma de derroche es menos escandalosa, o menos insidiosa, pero es a veces casi tan contraproducente. Consiste en la defectuosa e inapropiada distribución de fondos.
Vamos a suponer que, una vez se ha decidido aumentar considerablemente el porcentaje del producto nacional bruto consagrado a investigación científica (primera y urgente medida sin la cual estamos simplemente perdiendo el tiempo hablando del asunto) se controla cuidadosa y eficazmente el empleo de las correspondientes asignaciones. ¿Cómo va procederse al efecto?
Parece razonable que sin olvidar ninguna ciencia -aunque ateniéndose dentro de cada una a las posibilidades más prometedoras en vista de los recursos económicos disponibles, extendidos al máximo -se aprovecha en España sobre todo ofrecido por tradiciones ya suficientemente bien arraigadas. No es aquí el lugar de decir cuales son esas tradiciones. Sería interesante estudiar a fondo -sino se ha estudiado ya- este asunto no sólo para publicar oportunamente algún libro interesante e iluminador de historia de la ciencia española (o, como sería preferible decir, contribuciones españolas a la ciencia), sino también para que sirviera de auxilio en un posible amplio programa de asignaciones a trabajos de investigación en las ciencias naturales. Pero con todo esto estoy presuponiendo que hay en España en general, y en las personas responsables de que estos asuntos vayan por buen camino en particular, un gran interés para intensificar dicha investigación, la cual está muy estrechamente relacionada con la titulada "investigación y desarrollo"-indispensable para no ir siempre a remolque en los desenvolvimientos tecnológicos-. Y como dijo el poeta: "Quisiera saber por qué /tú sabes lo que no sabes / y yo no sé lo que sé".
Francisco Arias Solis