Tiburones en Arrecife

Por Domingo García De repente, Arrecife, se llena de tiburones. Esperan dar el zarpazo y comerse de una mordida la capital y todo lo que en ella huela a riqueza. Nunca se había visto tanto potentado, disputándose la Alcaldía de Arrecife. El negocio se ...

13 de abril de 2011 (18:03 CET)
Por Domingo García
De repente, Arrecife, se llena de tiburones. Esperan dar el zarpazo y comerse de una mordida la capital y todo lo que en ella huela a riqueza. Nunca se había visto tanto potentado, disputándose la Alcaldía de Arrecife. El negocio se ...

De repente, Arrecife, se llena de tiburones. Esperan dar el zarpazo y comerse de una mordida la capital y todo lo que en ella huela a riqueza. Nunca se había visto tanto potentado, disputándose la Alcaldía de Arrecife. El negocio se les ha quedado pequeño y necesitan abrir nuevas vías de enriquecimiento.

El dinero, mucho dinero, no parece bastarles para ser felices. Necesitan darse un atracón a costa de los bienes públicos. Quieren sentirse, no sólo ricos, sino además, poderosos y que nosotros lo sepamos.

Me sorprende y me mosquea tanto interés por parte de tanto magnate, queriendo ocuparse de los problemas vecinales. Me resulta extraño, que salgan de su boca, palabras como servicios sociales, pobreza y marginalidad.

Es admirable, que en tiempos de crisis económica, los pudientes se acuerden de los pobres, parados y desheredados de la sociedad. A esa gente, que ellos tanto han exprimido en tiempos de opulencia, le vienen ahora a decir, que no se preocupen, que ellos, los sanadores de todos sus males, realizaran, de manera desinteresada, un sobreesfuerzo, para sacarles de la miseria en que se encuentran enterrados. Eso sí, sin decirles que la culpa de tanta miseria ha sido el egoísmo de esos mismos salvadores.

Ahora, cuando se está en el camino de resolver la principal incógnita que tiene la ciudad, que es el Plan General de urbanismo, se meten todos en listas electorales. Y no en el puesto 18, ¡ni de coña!, en el primero, que no es plan de tentar a la suerte y ver que los vecinos no te votan, y te quedes compuesto y sin novia.

Verles hablar de resolver el transporte público, cuando siempre han viajado en primera,hablar de guarderías, los que siempre han tenido niñeras, o de educación pública, a los que han vivido en internados suizos resulta, como poco, impertinente. Fachendosos y cínicos a la hora de plantearnos sus pródigas propuestas, llevarnos a todos al paraíso, sin salir de la calle Real.

Como iluminados, nos tratan de convencer de que no tenemos mejor cosa para salir de la crisis que fiarnos de quienes se enriquecen a costa de expoliar al pueblo. Ejemplos claros: impedir que se construyan nuevas superficies comerciales, mientras se fabrica la propia, bajo dudosa legalidad. Otra: aprovechar una determinada posición política en el ayuntamiento para ensanchar aceras, quitar aparcamientos públicos, a la vez que se levantan aparcamientos privados de su propiedad. Y la más escandalosa: que un alcalde se convierta en el intermediario de un terrateniente con sueños de gran arquitecto.

Difícil de entender que en la pecera de Arrecife puedan caber tantos tiburones juntos. Ellos, los tiburones, cazan en grupos, al igual que los adinerados metidos a políticos. Tratan de sentar sus reales posaderas en los salones del poder para participar en un festín, sin límites ni control. Ya no se conforman en poner a sus intermediarios, quieren estar presentes en lo que pretenden pudiera ser el saqueo de las arcas públicas y el reparto de la ciudad.

Tiburones que huelen la sangre de las instituciones, nadan a favor de la corriente. Conocedores de que la población está demasiado ocupada en rebasar el día a día vienen con sus cantos de sirena, cuando la realidad es que llegan con sus dientes ensangrentados, dispuestos a darse la gran panzada.

Ellos, que pretenden un gran icono, cuando los barrios se ahogan si caen cuatro gotas. Sueñan con un superpuerto deportivo, mientras los barcos huyen de Los Mármoles cuando sopla el viento, o se recrean en una fotografía de un auditorio, cuando los niños en las escuelas, asustados, no saben si se les vendrá encima.

De ellos, no me preocupa que sean ricos, ni que quieran ser lo más. Me preocupa que esa riqueza la quieran buscar en el Ayuntamiento.

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