Terrorismo literario

Confieso tener un problema. Este aparece en cuanto entro a una librería; específicamente al llegar a los estantes -o mejor dicho, al estante- donde buenamente colocan los libros de Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa, ...

23 de mayo de 2007 (07:36 CET)

Confieso tener un problema. Este aparece en cuanto entro a una librería; específicamente al llegar a los estantes -o mejor dicho, al estante- donde buenamente colocan los libros de Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa, ...

Confieso tener un problema. Este aparece en cuanto entro a una librería; específicamente al llegar a los estantes -o mejor dicho, al estante- donde buenamente colocan los libros de Arturo Pérez-Reverte, Mario Vargas Llosa, Mario Benedetti, Torcuato Luca de Tena, Gabriel García Márquez, José Saramago y otros geniales escritores más. El mal que padezco es más poderoso que mis propias fuerzas; algo dentro de mi irremediablemente me impulsa a coger uno de estos libros, y en vez de ir a la caja a comprarlo, me deslizo como silencioso terrorista por los pasillos hasta llegar a los estantes de los libros motivacionales donde lo deposito, justo delante de una pila de libros en cuya portada aparece la leyenda de: " más de 500,000 ejemplares vendidos", o una cifra similar de seis o hasta siete dígitos. Confieso también que siempre termino arrepintiéndome de no haber dejado una bomba en el estante.

Eso es lo que hago cuando voy a las librerías. Y como bien dice el manual de los detectives policíacos, que el culpable siempre regresa a la escena del crimen, me encargo de confirmar la regla: regreso al día siguiente a la misma librería para descubrir que el libro que dejé en el estante de libros motivacionales ya no esta allí. Así que por breves instantes saboreo las mieles del éxito, de la gloria, y me permito dibujar una sonrisa en el rostro, engañándome a mi mismo de que algún incauto lector con el autoestima a punto de desgarrar la última capa de la Tierra compró Cien años de soledad creyendo que el tal García Márquez le daría cien ejemplos guiados para combatir su soledad. Desde luego que al observar la mirada de odio que me calva el dependiente de la tienda, comprendo que ya no le está haciendo ni puta gracia tener que estar regresando los libros a su estante original.

¿Acaso la policía de la literatura vendrá a arrestarme, o será que Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Og Mandino y los dos ratones de ¿Quién se llevó mi queso? vendrán a repartirme puntapiés? Tiemblo de miedo al imaginarme a Paulo Coelho dándome un paliza con patadas voladoras de Capoeira. Supero mi miedo y me dispongo a realizar mi rutina de siempre. Esta vez el atentado será como lo dictan los viejos cánones, volver al principio, a las bases. Me dirijo al estante de los libros clásicos. Medito unos minutos para decidir cuál debo elegir. De arriba a abajo busco cuál será el indicado. Durante la búsqueda, algo llama mi atención. Me paraliza, me deja helado. Una revista Tv y Novelas. Angustiado miro de un lado al otro el pasillo. No hay nadie. Estoy yo solo. Solo frente al estante de los libros clásicos y una revista Tv y Novelas. ¿Acaso me han estado siguiendo? Sí, el servicio de inteligencia de las revistas y libros basura me han descubierto, y no sólo eso, han imitado mis tácticas para combatirlos. Empiezo a sudar frío. Respiro hondo para tranquilizarme. Agarro el Tv y Novelas y descubro con horror que no se trata de un Tv y Novelas, sino del mismísimo libro de Alejandro Dumas, El Conde de Montecristo. Se trata de una nueva edición donde han colocado en la pasta la fotografía de un artistete de telenovelas, el tipejo que actúa de protagonista en la telenovela " Montecristo", que según me contó el otro día mi santa madre es una telenovela maravillosa y muy fiel a la historia original del clásico de Dumas, aunque parado frente al estante puedo perfectamente escuchar cómo se revuelca el genial escritor francés desde ultratumba.

En vista de que las editoriales han contratado a genios mercadólogos con planes y métodos sofisticadísimos para acercar a los lectores de libros basura a los libros buenos, me dispongo a abandonar la librería sin ánimo de llevar a cabo mi rutina de cambiar los libros de estantes, pero antes de atravesar la puerta de salida, algo me detiene. Una pila impresionante de libros. Quiúbole con... tu cuerpo, el ligue, tu imagen, el sexo, las drogas y todo lo demás. No se deje engañar por el título interminable, todos los libros son el mismo, es decir, es una copia sobre otra copia sobre otra copia, así hasta formar una torre más alta que la pirámide de Chichén-Itza, escorada cuidadosamente en la sección de libros indispensables y que recomienda leer la librería, para que nadie abandone la tienda sin él. Sobra decir que en la portada del libro viene incluido el cintillo impreso de rigor donde dice que lleva tropocientosmil ejemplares vendidos.

Llego a casa, me recuesto y solo me queda desear que de entre esos cientos de miles de jovencitos que compraron el libro, ahora al menos uno de ellos tenga entre sus manos el libro donde aparece la fotografía del galán de telenovelas, para que de una vez por todas entienda quiúbole con esta mierda de mundo.

Les dije que tenía un problema: no pude evitar meter en la descomunal torre de libros la nueva edición de El Conde de Montecristo.

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