La pasada semana, con motivo de la convocatoria al macrobotellón, se publicaron auténticos manifiestos para disuadir a los posibles asistentes. Algunos de esos textos eran tan exageradamente puritanos, que estoy seguro que produjeron el efecto contrario.
Se pretendía provocar alarma en los padres, contándoles el grave riesgo que se cernía sobre los jóvenes, que por ingenuidad y por la falta de criterios que les caracterizan, son atraídos hacia conductas desordenadas. Pero al mismo tiempo, los alarmistas tranquilizaban a las familias con el argumento de que las fuerzas de orden público iban a ser movilizadas para disolver cualquier concentración a la primera carcajada que sonara.
Sólo la ignorancia y la despreocupación por el mundo de los jóvenes, pueden explicar la causa de la histeria que se vivió durante unos días en las principales ciudades españolas. Pues ninguno de los prohibicionistas se había parado a pensar por qué los jóvenes tendían a concentrarse en espacios libres. Sin controles de entrada o salida, ni precios abusivos.
Tampoco ningún prohibicionista había propuesto antes, durante ni después qué alternativas duraderas podría ofrecérseles a los jóvenes para que ocuparan su tiempo de ocio en una convivencia barata y con las medidas correctoras necesarias para que su entretenimiento también fuera sano, seguro, y además, no molestara a nadie.
Al final no pasó más que lo que suele ocurrir un fin de semana cualquiera. A diferencia que ese viernes por la noche en los corrillos se estuvo hablando más que otras veces, de la incompetencia de muchos alcaldes y concejales que continúan sin satisfacer las demandas de los jóvenes. También se tomaron a pitorreo las advertencias de tantos predicadores, que preveían para la noche del macrobotellón infinidad de comas etílicos, muchas peleas sangrientas y cruentos atracos y violaciones. Desde luego, interpretar la conducta de los jóvenes con estas acusaciones paranoicas, ha sido propia de mentes demasiado protectoras, demasiado absorbentes, demasiado a gustos con un Estado intervencionista.
Casualmente, por los mismos días el Estado francés también tenía un problema con su juventud. La causa de su conflicto era bien distinta a la nuestra. En realidad, Francia tiene un problema de liderazgo desde que el pasado año rechazaran la llamada Constitución Europea. Desde entonces, llevan mal lo de la emigración y por lo que parece, también están llevando mal la política juvenil.
Es muy conveniente reflexionar sobre lo que pasa en Francia, pues hay una sensibilidad entre los socialdemócratas españoles que suele tender a reproducir en España los modelos franceses. Afortunadamente, en lo relativo al empleo juvenil, que fue el motivo del actual conflicto francés, en España se tomaron decisiones en su momento, que no fueron utilizadas por nadie para crispar a la juventud. También es verdad que en España no tiene relevancia política la extrema derecha ni la extrema izquierda. Que son los dos extremos que este pasado fin de semana montaron el cirio en París.
Pablo Rodríguez Valido
Vicepresidente de Jóvenes Nacionalistas de CC en Gran Canaria