No era Bambi, era Chucky

Sigfrid Soria
12 de julio de 2019 (17:18 CET)

Cuando José Luis Rodríguez Zapatero llegó a La Moncloa, llegó en medio de aquel bastardo y falaz ruido del "No a la Guerra", en medio de un tremendo clima de crispación generado por la progresía y en medio de la conmoción y luto por el mayor atentado ocurrido en la Historia de España, cuya culpabilidad política se le endosaba al PP, como si el propio Aznar hubiera detonado él mismo las explosiones de Atocha, Santa Eugenia y El Pozo. Llegó con esa imagen buenista, de quien no había roto un plato en su vida, y renovadora que, en cierta manera, rompía con la oscuridad de la etapa de Felipe González y su terrorismo de Estado, la traumática corrupción y la nefasta y dura herencia económica dejada en 1996. Aquella aura tolerante, careta, le valió el mote de Bambi, constituyéndose entonces y en su entorno la célebre horda de la ceja que tanto amparo proporcionó al conductor de aquella aciaga etapa de España.

En mayo de 2004, los españoles habíamos superado el agujero en el que nos habían dejado los socialistas en 1996, íbamos razonablemente bien y nos disponíamos a entregar otra mayoría absoluta al PP, no había la más mínima duda sobre ello. Pero la masacre de la mañana del jueves 11, la nefasta gestión de esa crisis por parte del gobierno en funciones y la orquestada acción de la progresía cambiaron el curso de la Historia. Ya en noviembre de 2004, Bambi, que había aprendido economía en dos tardes, desde la tribuna de oradores del Senado planteó el concepto discutido y discutible de España, abriendo desde entonces una fisura en nuestra democracia que no ha hecho más que ensancharse.

El caso es que, en sus casi 8 años de gobierno, Bambi frivolizó con la crisis, como quien frivoliza con la ruleta rusa, afirmando que España estaba en la Champions League y que superaríamos a Francia, duplicó la deuda pública dejada por Aznar, llevó el déficit público a un histórico y bestial 9,5% del PIB y dejó déficits de decenas de miles de millones de euros en diferentes ministerios, además de los más de 100.000 millones de euros públicos inyectados en Bancos y Cajas a fondo perdido. En cuanto a la tasa de paro dejada por Bambi, decir que solo es superada por la de Felipe González, 21,5% y 22,8% respectivamente, frente al 16,6% de Calvo Sotelo, 15,28% de Rajoy y 11,5% de Aznar.

Bambi es la historia, escrita en forma de novela en 1923 por Félix Salten, de un ciervo europeo, representando a los machacados judíos, en la Europa de entreguerras que supervive inmerso en el escenario de hostilidad producido por el comunismo de más allá de los Urales y por el socialismo fascista de Mussolini nacido en 1919. En 1939, el también socialista Hitler tenía prohibida la novela de Salten, pues la consideraba una amenaza al pensamiento único que estaba imponiendo. En 1942 se estrenó la versión Disney de Bambi que, no por edulcorada y dirigida a niños fue menos interesante a los efectos del presente artículo de opinión. A tenor de lo que Rodríguez Zapatero hizo con España y del sufrimiento que infligió a los españoles, afirmo solemnemente que jamás fue como Bambi ya que el ciervo-cervatillo fue víctima del socialismo-comunismo así como también víctima de los malos que le arrebataron a su madre, respectivamente en ambas versiones, cosa que es exactamente al revés de lo que ZP hizo, que fue precisamente devastar y propiciar padecimiento como el de la URSS, Mussolini y Hitler, y por supuesto repartir tristeza como la que sufrió el amigo de Tambor y de la mofeta de los ojitos.

No contento con cómo dejó a España, el Bambi de la progresía aceptó ser miembro del Consejo de Estado, del cual si eres consejero lo eres las 24 horas del día y los 365 días al año. Y siendo consejero del Consejo de Estado ha mostrado a todos los españoles y al mundo entero su defensa del régimen dictatorial chavista. Es más, ha dejado cortos a los titulares de la franquicia bolivariana en España, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón, los cuales a lo largo de los últimos años se han esforzado por desmarcarse del sátrapa venezolano, sin conseguirlo. Evidentemente, cuando ZP ha viajado en múltiples ocasiones a Caracas lo ha hecho en bussines class, se ha alojado en el Gran Meliá Caracas, a 500 la noche, y ha cobrado una pasta gansa probablemente en Granadinas, esto último no lo tengo confirmado por lo que introduzco el célebre eufemismo presunto. Aunque lo peor de todo es que un consejero del Consejo de Estado que pagamos todos los españoles ha escenificado durante años un vergonzoso apoyo a un maldito y sanguinario dictador. En breve, la Corte Penal Internacional va a procesar a Nicolás Maduro, por lo que a ZP se le presenta una buena oportunidad para formar parte de su equipo de defensa, como licenciado en derecho que es, y cobrar sus honorarios, también presuntamente, en Granadinas.

Y así llegamos al verdadero mote que merece ZP: Chucky, indigente moral, perverso y repugnante. Ese muñeco poseído por un delincuente abyecto que asustó a millones de niños. A mí, desde luego, me aterroriza. No como Bambi, cuya versión de Disney me enternece o cuya versión original me solidariza.

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