Comunismo, nazismo y socialismo, la misma basura

Sigfrid Soria
25 de octubre de 2019 (14:30 CET)

Llevo décadas escribiendo artículos en los que afirmo que comunismo, socialismo, fascismo y nazismo tienen la misma etiología y el mismo momento histórico del que maman, la revolución bolchevique. Es decir, son la misma perra, o perro, pero con diferente collar. Los progres no lo quieren ver, o no lo pueden reconocer, pero es así. Personalizando, y ateniéndonos a que esas ideologías fueron en esencia lo mismo, se llega inmediatamente a la conclusión de que los dictadores Lenin, Stalin, Mussolini, Hitler, Mao, Ho Chi Min, Pol Pot, Franco, Kim II Sung, Tito, Mengistu, Castro y Chávez fueron dictadores socialistas, que es llegado a este punto cuando la progresía se revuelve como se revolvía Regan McNeal, la chica de El Exorcista, cuando los sacerdotes Merrin y Karras entraban en aquella habitación de Prospect Street, Washington. Metiendo a todos en el mismo saco, es preciso reconocer diferencias entre ellos; por ejemplo, mientras Mao se cargó solo en 1959 a 30 millones de chinos, Stalin a 4 millones de soviéticos solo entre 1932 y 1933 o Hitler a unos 15 millones en el Holocausto, Franco evitó que España cayera bajo una dictadura o bien marxista leninista, o bien nacional socialista, ya que en cualquiera de las dos podríamos haber caído. De hecho, el 18 de julio de 1936 en España ya no había democracia, pues esta había sido secuestrada en febrero de ese mismo año por el PSOE junto a otras malditas fuerzas políticas y sindicales. Había matanzas de civiles generalizadas por parte del Frente Popular y el líder del PSOE estaba decidido a llevar a cabo inminentemente lo que anunciaba desde hacía años: anular definitiva y violentamente la democracia e instaurar un régimen dictatorial como el de Stalin en la URSS.

Hay un argumento que, como desesperada tabla de salvación, emplea la ignorante progresía para rebatir, infructuosamente claro está, mi rigurosa descripción histórica. Algunos torpes argumentan que Hitler era radicalmente diferente a Stalin, como intento de desvincular al nazi del comunista. Incluso tiran de que Hitler odiaba al comunismo. Decir al respecto que Hitler y Stalin fueron aliados y firmaron un pacto de no agresión, y que fue la irrefrenable ansia de expansión territorial del austriaco la que se cargó la buena relación existente, cuestión que la progresía mundial ha vendido y vende como que ambos monstruos eran ideológicamente diferentes. Cuando de eso, nada. El paralelismo entre Hitler-Stalin y entre Hitler-Franco está servido y es exactamente eso, un verdadero paralelismo. Hitler fue un socialista que aparentó odiar el comunismo por razones estrictamente territoriales, no ideológicas. Franco fue uno que aplicó claras políticas socialistas, con tremendo éxito para los españoles, por cierto, y que odiaba al comunismo porque sabía perfectamente qué era, qué implicaba y cómo había sido su bastardo intento de implantarse en España desde el primer maldito golpe de estado del PSOE de 1934. Es decir, también odiaba al comunismo igual que Hitler por razones territoriales. Sé que, a estas alturas del artículo, los giros de 360 grados sobre el eje vertical de las vértebras del cuello de los lectores progres es espectacular. Pero la cosa no queda ahí, la cosa se va a poner aún más dura.

Es muy importante recordar que el PSOE, que intentó acabar con la democracia en 1934 y 1936 para instaurar una dictadura como la de la URSS, no se diferenciaba del Partido Comunista de España. El PSOE se desvinculó del marxismo leninismo, por razones estratégicas electorales, en septiembre de 1979, tras fracasar en el primer intento de mayo y tras la dimisión de Felipe González. También hay que tener en cuenta que la dictadura de Stalin se aplicaba en un país llamado Unión de Repúblicas SOCIALISTAS Soviéticas, que se fundó en 1922 y duró hasta 1991. Por tanto, es incuestionable que el PSOE hasta 1979 fue una fuerza política marxista leninista exactamente igual que el PCE y que todas las fuerzas comunistas del mundo. También lo es que todos los dictadores socialistas tenían en su ADN el mismo ácido que el comunismo, el fascismo, el nacional socialismo, el castrismo o el chavismo.

Pero, también es verdad que habrá algunos lectores que piensen: "ya está el Sigfrid ese escribiendo las mismas barbaridades de siempre, ¡qué cosas tiene!". Pues ahora viene la mejor parte de este artículo, la cual es que nada de lo expuesto son cosas mías, son cosas del Parlamento Europeo. Llega con esto el paroxismo para la desnortada progresía, como cuando Dorian Grey comparó el cuadro con el espejo y comprobó que era un ser deleznable. El pasado 18 de septiembre, el Poder Legislativo de la UE aprobó la Resolución 2019/2819 RSP https://oeil.secure.europarl.europa.eu/oeil/popups/printficheglobal.pdf?id=705769&l=fr, la cual condena expresamente al comunismo y al nazismo, equiparándolos a exactamente lo mismo. Por tanto, Pablo Iglesias Posse, Largo Caballero, Indalecio Prieto, Dolores Ibárruri, Juan Negrín, Santiago Carrillo y otros muchos socialistas y comunistas, así como Hitler, Goebbels y otros altos representantes del III Reich eran la misma cosa esperpéntica que Europa obliga ahora a que desparezca del callejero de las ciudades de toda España. El gobierno español debe incluir, además, en el sistema educativo los contenidos adecuados que retraten al socialismo, al comunismo y al nazismo como lo que fueron, ideologías destructoras de la Humanidad. Acabo haciendo una salvedad, por segunda vez en este artículo, respecto a uno de los dictadores que deben encuadrarse entre los que aplicaron, ideológica o pragmáticamente, políticas socialistas: Francisco Franco. La salvedad es que evitó que España transitara por los mismos derroteros que en 2019 condena la Unión Europea, el comunismo y el nazismo; evitó cuanto pretendía el PSOE, la UGT y el PCE. Pero, sin embargo, consiguió con medidas socialistas enormes beneficios para la clase trabajadora de España y progreso real para todos los españoles.

Seguiré siendo en próximos artículos lo que más detesta la corrección política española y, sobre todo, la desnortada progresía: el espejo en el que lucen espantosos.

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