Repulsivo y maldito 2006

Ni confeti, ni serpentinas, ni turutas, ni gorritosiridiscentes de ninguna clase; que nadie, se dejearrastrar por ilusión alguna porque, en aspectosfundamentales relativos a los derechos humanos,comienza un ...

2 de enero de 2006 (14:13 CET)

Ni confeti, ni serpentinas, ni turutas, ni gorritos

iridiscentes de ninguna clase; que nadie, se deje

arrastrar por ilusión alguna porque, en aspectos

fundamentales relativos a los derechos humanos,

comienza un año en España idénticamente igual de

nefasto que el que acaba de concluir en el calendario.

Y el que diga lo contrario, miente.

Los medios de comunicación se encargarán de intentar

ocultar con cuidadoso celo, como han hecho hasta la

fecha, que sin salir de nuestro país, y durante los

trescientos sesenta y cinco infames días venideros,

centenares, si no miles, de niños van a resultar

violenta y secretamente mutilados en sus partes con el

único objeto de reprimir y mortificar irreparablemente

su sexualidad.

Hoy como ayer, jueces, fiscales, policías, médicos,

enfermeras, maestras, asistentes sociales, monitores,

psicólogos, políticos, antropólogos, familiares,

amigos y conocidos, colaborarán con su confusión

ideológica, con su actuación irresponsable y con sus

silencios culpables, si no con su participación

directa, en la sanguinaria circuncisión no terapéutica

de menores, por ejemplo, de origen magrebí, que quizás

soñaban encontrar entre nosotros un respeto por el

individuo desconocido en sus respectivos países de

origen.

De los quince millones de criaturas sanas e inocentes

son implacable e innecesariamente mutiladas en sus

genitales en este mundo cada año. ¿Cuantos cientos o

miles de individuos en esta escalofriante estadística

constituyen la cuota que corresponde a España?

Justicia, Sanidad y Educación, ni saben, ni contestan.

¿No hay represión policial alguna contra el terrorismo

organizado de los torturadores profesionales y

organizados de menores? Mientras los burócratas del

Estado y los partidos se afanan en perseguir el humo

del tabaco, por mí y por mi hijo quisiera

sinceramente, olvidar todo, apretar el botón del

hiperespacio, y poderme recomponer como árbol, que es

apenas sensitivo...

José Francisco Sánchez Beltrán

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