Una pistola Glock 15 y una Walther P22. La venganza no tiene rostro. No tiene ojos. Pestañas. Boca. Solo sangre, rictus de dolor y ojos centelleantes de sorpresa y miedo de sujetos que se colapsan en el suelo ...
Una pistola Glock 15 y una Walther P22. La venganza no tiene rostro. No tiene ojos. Pestañas. Boca. Solo sangre, rictus de dolor y ojos centelleantes de sorpresa y miedo de sujetos que se colapsan en el suelo viéndoseles escurrir el alma por un agujero. Un dedo en el frío gatillo. Oprimiéndose una y otra vez. La mandíbula trabada. Pam. Pam. Se van a enterar, es el único pensamiento que cruza por la mente. Gritos. Llanto. Angustia. Dolor. Incredulidad. Pam. Pam. Se van a enterar. La policía. Luces. Sirenas. Escopetas y rifles listos para entrar en acción. Desconcierto total. Caos. Lágrimas, más lágrimas. Puertas abiertas. Ventanas rotas. Pánico. Sudor. Orines. Gritos. El cañón en la barbilla. La bala que traspasa la piel, la lengua, las amígdalas, las muelas. El acero relámpago de muerte que atraviesa los sesos y fractura el cráneo en cientos de fracciones microscópicas de hueso. Cuero cabelludo teñido de sangre sobre el suelo. Una pared pintada de rojo. Se han enterado. Ya se han enterado.
Un loco. Solo un loco pudo abrir fuego y matar a treinta y tantos estudiantes. Solo un loco es capaz de esa locura, dicen en la radio, en los periódicos, en las revistas y en los noticieros de noticias y también de cotilleo.
Que tontos, ciegos y equivocados están mis vecinos del norte por creérselo de esta manera. Si se dieran cuenta que no hay que ser un loco para un día despertar y decir con toda calma, hoy es el día en que el mundo se va a enterar de lo que soy capaz de hacer. El día en que todos esos maestros de pacotilla permitieron con su apatía, con su desidia y con su incapacidad, que ciertos cabecillas hijos de la gran puta se mofaran, ultrajaran y mellaran la dignidad de niños introvertidos, débiles y desprotegidos. El día en que mamá y papá dejaron la comida de microondas en el refrigerador a sus hijos porque estaban más ocupados en la oficina trabajando para pagar la hipoteca de la casa nueva, las letras del automóvil del año y las vacaciones en la playa. El día en que MTV saturó su programación con luchas virtuales de famosos destripándose unos a otros y con concursillos donde te pagan por demostrar que tan golfo puedes llegar a ser. El día en que hasta para vender goma de mascar se hizo necesario poner a una mujer con un buen par de tetas llenas de silicona en los espectaculares de las calles y avenidas principales. El día en que los pecados capitales se transformaron en virtudes capitales. El día en que pasquines como Quién se llevó mi queso, El monje que vendió su Ferrari y El vendedor más grande del mundo desplazaron a Homero a Cervantes a Dumas y a Shakespeare de los aparadores principales de las librerías. El día en que la población se tragó la aberrante Segunda Enmienda de su Constitución que dice: "Una bien regulada milicia es necesaria para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a tener y poseer armas no debe de ser violado". El día en que la libertad de expresión se degeneró en libertinaje de expresión. El día en que con un doble clic cualquiera tuvo acceso a orgías, a violaciones de niños y a todo tipo de perversiones innombrables. El día en que una rubia anoréxica que fornicaba con un mozalbete de pene descomunal se volvió la heroína y el ejemplo a seguir de los jóvenes. El día en el que ser un ganador al precio que sea se convirtió en lo único que vale en esta vida. El día en el que las drogas comenzaron a consumirse como caramelos. El día en el que a la dignidad se le puso precio de venta en el mercado. El día en el que un señor llamado Thomas Jefferson dijo: "¿Qué país puede preservar sus libertades si sus gobernantes no son advertidos de que su pueblo conserva el espíritu de resistencia? Dejadles tener armas", y llegó el día en que se las dejaron tener y el 40% de su población se hizo de ellas. El día en el que la prensa pudo decir que al año casi 30,000 personas mueren victimas de un arma de fuego, es decir, un muerto cada 18 minutos, sin contar los más de 69,000 heridos al año. Y finalmente llegó el día en el que a la gente se le salió de las manos su jueguito y todos se fueron al carajo porque ya no saben diferenciar qué es el bien y qué es el mal.
Aún así, todavía así, hay gente que se sorprende. Que no se lo puede creer. Que pone los ojitos de cachorro indefenso e incrédulo y se pregunta cómo es posible que asesinatos y aberraciones de este tipo sucedan en sus propias narices cuando el mundo es tan, pero tan bonito que por eso tienen que pensar solo en ellos mismos y en su propia felicidad y darse de besos en las bocas y ser súperrecontrafelices las 24 horas del día. Por eso todavía existe gente como el bueno de Jorgito que se deja retratar desconsolado derramando un par de lágrimas de cocodrilo por las mejillas mientras no se puede creer su mala suerte y piensa: "lástima que no fue un maldito iraní el loco que acribilló a esos estudiantes de mierda para ahora sí, darme los motivos suficientes para cargarme al diablo al MahAhmacomoputasellame y a todo su asqueroso país de terroristas fundamentalistas de la gran mierda".