Nos podemos lamentar con una comparación, un poco demagógica, que reza que: mientras en Francia los estudiantes luchan contra una reforma laboral, aquí se lucha para poder hacer botellón. Siempre nos maravillaremos del espíritu reivindicativo de los jóvenes y adultos franceses. La historia de los dos países ha creado modelos sociales muy diferentes, y el nuestro es el de una ciudadanía poco formada políticamente, poco organizada y muy conformista. Pero, en febrero un trabajo sociológico apuntaba que "juventud ya no es sinónimo de rebeldía" sino que "ser joven es aprovechar al máximo las circunstancias, difrutar de un cierto estatus de irresponsabilidad dónde prima el hedonismo" y, por este motivo, me alegró que, ante leyes represoras que intentan que el ocio sea estrictamente privatizado fuera del espacio público, los jóvenes se movilizaran para reivindicar poder socializar con conversación, alcohol y grupo a la vía pública con normalidad, dentro de unos límites de sentido común (que, como en todos los campos, hay minorías que rebasan).
La reivindicación es una cosa que se tiene que ir aprendiendo y que empieza desde tu mundo más inmediato para irse fortaleciendo y extendiendo, aunque no me extrañó que los medios de comunicación remarcaran el carácter de competición festiva con otras ciudades por encima del carácter reivindicativo, que en la ciudad de Barcelona (con su ordenanza del civismo) era el aspecto prioritario. Así lo pude recoger en las entrevistas con videocámara que realicé en la entrada de una Rambla del Raval de Barcelona totalmente bloqueada e intervenida por los Mossos d'Esquadra. La provocación que, inevitablemente llevó a disturbios, no era de parte de la policía, sino de parte de los que aprobaron una ordenanza del civismo para Barcelona basada en la represión más que en la canalización y la mediación, y de parte de una Consejera de Interior de la Generalitat de Cataluña y de un Regidor de Seguretat Ciudadana de Barcelona que se encontraban "obligados" a hacer cumplir la reciente aprobada ley y sacaban pecho con sus dispositivos policiales como si de un reto se tratara.
La concentración festiva y reivindicativa (y así hubiera continuado si se hubiera hecho como en Granada), derivó al final, "lógicamente", debido a la rabia del bloqueo que imponían los Mossos y al alcohol, con algunos lanzamientos de botellas hacia el dispositivo que bloqueaba la Rambla del Raval, cosa a la cual los Mossos respondieron con cargas, y a partir de allí ya el acto cambió hacia un "juego" de enfrentamiento descontrolado llevado por muy pocas personas ante la atónita y etílica observación de la mayoría de los convocados. Una chica que se identificó como trabajadora de la Televisión de Cataluña me pidió que grabara los ataques contra establecimientos asegurandome que me los comprarían. No les interesaban las entrevistas a jóvenes reivindicativos, ni el bloqueo de los Mossos en la Rambla del Raval, ni las cargas de los Mossos, sino únicamente las imágenes de unos vándalos para poder describir de este modo una reivindicación que acabó como cualquier persona con experiencia en el tratamiento de fenómenos sociales ya podía prever con antelación. Ahora, mucha gente hablan y opinan sobre lo que pasó en el macrobotellón de Barcelona, aunque en realidad no estaban allí y sólo vierón, a través de los medios, las imagenes de violencia de una minoria en el final de la concentración, con la versión del Ayuntamiento que se quiere exculpar de la responsabilidad de haber cargado los ánimos con un desmedido desembarco policial.
Jordi Oriola i Folch