"¡Oh España, oh luna muerta sobre la piedra dura!"
Federico García Lorca.
Un literato francés, escribió en cierta ocasión que el poeta era un hombre que servía para lo mismo que otro hombre cualquiera, y además escribía versos. Se trata, claro, de una frase irónica, porque el poeta es precisamente un hombre que no sirve para otra cosa sino para escribir versos, y en esa limitación radica su propia grandeza.
La mayoría de la gente no tiene una idea muy favorable de la poesía ni respecto de los poetas. No sólo se desdeña al poeta, sino que le acusa de cantar mientras Roma arde, a lo que es lo mismo, mientras los asuntos públicos pasan por momentos difíciles, precisamente por la torpeza de los mismos que acusan al poeta.
Poesía y política no tienen círculos concéntricos de acción, se cruzan a lo más y no puede identificárseles, como tampoco se identifica el arte, en general, con la política. El arte no es producto exclusivo de una época ni de una sociedad, sino del espíritu humano mismo que dirige épocas y sociedades. La obra artística que no resista a la desaparición de la época y sociedad en que apareció no merece que como tal obra de arte se le considere.
La expresión poesía popular, o la de arte popular, es en realidad un contrasentido, porque la esencia misma de la poesía y del arte están en contradicción con lo que el pueblo representa; el pueblo es pueblo de un modo indistinto y colectivo, y la poesía exige como condición previa para aproximarse a ella la singularidad, lo cual es incompatible con lo colectivo. El hombre que se acerca íntimamente a la poesía pierde su engranaje social, y cualquiera que sea la clase social de la que viniere, se convierte en poeta, porque la poesía lo marca como suyo.
Cervantes que no goza fama de poeta, aunque lo sea, y de los buenos, tuvo de la poesía una idea pura y exacta. Don Quijote, hablando con el caballero del Verde Gabán, y refiriéndose a la poesía, dice que no es cosa que se deje tratar del ignorante vulgo añadiendo: "Y no penséis, señor, que yo llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde, que todo aquél que no sabe seaseñor o príncipe, puede y debe entrar en el número de vulgo".
Y continuando la misma conversación entre Don Quijote y el caballero del Verde Gabán, dice posteriormente: "La poesía, señor hidalgo, a mi parecer es como doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias (....). Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio".