Ha dejado de querernos. Para el consejero de Alternativa Ciudadana, Pedro Hernández, que antes venía encantado a las tertulias de nuestra televisión, acudía presto a la radio, nos convocaba para sus ruedas de prensa, llamaba pidiendo que publicáramos sus lapidarias valoraciones sobre otros políticos, y hasta nos filtraba los entresijos de algunas trifulcas internas de su partido, hemos pasado a ser non gratos.
Y pensamos y repensamos qué hemos hecho mal, en qué nos hemos equivocado para tanto castigo, y no hayamos respuesta ni consuelo. Ha jurado no volver a hacer declaraciones a La Voz, porque nos hicimos eco en primicia de la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, que confirma que en los primeros meses de esta legislatura ejerció cargos incompatibles, y porque también anticipamos que iba a suceder lo que ha sucedido: es decir, que el Cabildo pediría asesoramiento a sus servicios jurídicos para analizar esa sentencia, y determinar si ahora se debe o no reclamar judicialmente que Pedro Hernández, el bueno de Pedro, devuelva el dinero que durante esos meses cobró por su trabajo en la Escuela de Turismo, ya que no debió compatibilizar esa ocupación con su cargo de consejero.
Y eso, tristemente, parece que le ha molestado un poquito. O eso al menos imaginamos, porque en los últimos días nos ha gritado en público y en privado, y ha dado una rueda de prensa, por cierto en casa de su madre, para llamarnos mentirosos, infames, manipuladores y fabuladores. ¡Que ya es decir! Y la verdad, por más que haya sido un honor conocer a su madre, nos hubiera gustado que fuera en otras circunstancias. Porque pese a lo peculiar del escenario elegido para su rueda de prensa, acudimos allí deseosos de conocer su valoración sobre la sentencia, ya que desde La Voz no habíamos tenido el gusto de escucharla, porque desde el mismo día en que nos hicimos eco del contenido de esa sentencia, anunció a nuestros periodistas (¡oh, triste anuncio!) que no volvería a hacer declaraciones para este medio. Es más, pobres ilusos de nosotros, cuando recibimos la invitación a casa de su made en Tiagua, pensamos que nos había levantado el castigo, y que por fin podría explicarnos serenamente su punto de vista.
Pero una vez más, nos volvimos a quedar con las ganas. Le escuchamos contar las penurias que vivió en su infancia y la larga y variada lista de trabajos que ha desempeñado desde la tierna edad de cinco años, y por supuesto le escuchamos una vez más arremeter contra los otros, contra los políticos malos y corruptos que despilfarran el dinero público e intentan alejarle del Cabildo con malas artes y políticas orquestadas. Pero lo que no le escuchamos fue aclarar si cree que el Tribunal Superior de Justicia de Canarias también forma parte de esa maquiavélica orquesta contra su castigada persona.
Y nos parece, humildemente, y esperando no pecar de mentirosos, manipuladores o espurios (bonito calificativo que también nos hemos ganado, y que por cierto se dice así, espurios, y no espureos), que el bueno de Pedro está equivocando el destino de sus iras. O igual nos está dando más importancia de la que tenemos. Porque ni tenemos capacidad de influir en las sentencias judiciales, ni en esta semana se han cambiado las leyes para que se confirme lo que publicamos en nuestra anterior edición.
Pero bueno, igual que se ha equivocado el Tribunal Superior de Justicia de Canarias al dictar su sentencia, también nos podemos estar equivocando nosotros, y hay una verdad revelada que no terminamos de ver. Igual es cierto que Pedro Hernández no ejerció cargos incompatibles mientras acusaba a otros de hacer precisamente eso. Igual no es cierto que al asumir como consejero, aunque no estuviera liberado y por tanto no cobrara un sueldo fijo (sólo dietas por acudir a plenos y comisiones), debía renunciar al salario de casi 300.000 pesetas mensuales que cobraba del Cabildo por impartir seis horas de clase a la semana en la Escuela de Turismo. Igual no es cierto que entonces y ahora también trabaja en la Escuela de Pesca, y por tanto tenía y sigue teniendo otros ingresos añadidos y otro modo de vida. Igual nada es cierto y todo esto es un mal sueño.
Es más, igual mañana nos despertamos y Pedro Hernández vuelve a ser nuestro amigo. Igual nos vuelve a permitir que sigamos escribiendo ríos de tinta con sus declaraciones, acusaciones y lapidarias valoraciones de sentencias que afectan a otros. Igual hasta vuelve a ser esa gran fuente que teníamos para conocer la verdad (o su verdad) de lo que se cocía dentro de Alternativa Ciudadana en las épocas en las que han tenido tormenta interna. Igual mañana nos despertamos, y Pedro Hernández, nos vuelve a querer. O igual no.