Nacionalismo español del siglo XXI

Pedro González Cánovas
8 de noviembre de 2014 (16:00 CET)

La España ultranacionalista resucita de sus cenizas cada vez que se toca la "unidad del Estado". Con nuevas leyes, nuevas sentencias y el afán centralista de los Borbones, el respaldo de las fuerzas policiales y militares, España impone el miedo a poblaciones completas ante un derecho básico en las modernas democracias, que es el derecho a manifestarse.

No se trata de no darle cabida legal a una consulta sobre la soberanía de un Pueblo, es que se considera ilegal y se amenaza a organizadores y votantes cuando se vislumbra una consulta que podría ser considerada, tan solo, no vinculante políticamente: casi una encuesta.

Lo gracioso es que todos los partidos españoles, en un ejercicio más o menos encubierto de nacionalismo español, se niegan a dar la opción de consulta popular o referéndum, ya sea para ver qué piensas sobre el modelo energético o sobre cuestiones de alcance mayor.

En España ha sido tan fácil llevar a cabo un desbordamiento democrático, para que se evidencie una carencia democrática absoluta, que da lo mismo que fuese el PP quien esté al frente del gobierno del Estado. Lo mismo hubiera pasado con el PSOE, UPyD, IU o Podemos. Los herederos del nacionalcatolicismo franquista se han hartado de tratar de no democráticos a todo lo que se opusiera al nacionalismo español, ahora, queda claro que se legisla para acotar libertades tan fundamentales como la libertad de expresión.

Hasta Podemos, o su recién creado brazo político, evita manifestarse al respecto oficialmente y cuando usa la retórica profesional para hacerlo muestra una visión estatal de acorde con la "unidad" que pregona la propia corona española y se enfrenta, directamente, con las aspiraciones emancipadoras de los Pueblos sometidos por el Estado español.

En Canarias, aprendemos de la brecha que han sido capaces de abrir los catalanes en un sistema podrido que se disfraza de democracia. Pero nos quedamos con el ansia de tener un representante político digno, un poco más valiente, que salga con nosotros a la calle cuando somos mayoría y fuera nos represente de la misma forma: a cara descubierta y no planteando siempre una tercera, cuarta o quinta vía, cada vez más lejos de nuestro problema real, que no es otro que la falta de soberanía.

Ellos dejan claro que en esta casa no manda el que aparece de propietario. Éste pagará sus impuestos y cumplirá lo que se decida fuera, porque si no, para eso está el ejército de Felipe VI y su represión legislativa hecha a medida.

Aquí está cada vez más claro que en España se nos respetará solo cuando nuestros representantes hablen de independencia, cuando las urnas encuentren candidatos con el valor suficiente. Mientras tanto, yo me quedo con animar a los catalanes a superar el 9N empuñando papeletas y dar lecciones de democracia a esa España y parte del extranjero, sea cual sea el resultado. Por mi parte, un aplauso grande para ellos.

Pedro González Cánovas, Miembro de Alternativa Nacionalista Canaria

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