Cualquier ciudad es sitio de contrastes. Frente a la belleza paisajístico-urbanística de las ciudades y los pueblos, se contraponen connotaciones negativas, evidentemente, mejorables o eliminables. Es por ello que resulta contradictorio y sorprendente que todas las culturales e históricas urbes tengan un mínimo lamentable 'chovinismo' generador de indiferencia e ignorancia, de pasividad y desprecio o de desagradecimiento y olvido, cuanto menos, de envidia -tan común y española-. Estas connotaciones, aunque minímas, se suelen prodigar entre la ciudadanía y la administración municipal, existiendo casos de marginación y discriminación -quiero creer que insconscientes e involuntarios, por simple inercia- hacia esa parte minoritaria de la población que lucha por abrirse camino en diversas artes como: música, pintura, escultura, literatura, cine, etcétera.
Me resisto a aceptar que aquello de 'nadie es profeta en su tierra', cual dogma inamovible, no pueda ser erradicado. Es un tópico dañino y perjudicial para cualquier sociedad, especialmente la urbana. Siglos con sambenito a cuestas, al que muchos se resignan y que cuesta superar. La administración falla a veces menguando su apoyo a jóvenes 'revelación' y a maduros artistas, salvando excepciones afines, obviando la existencia de verdaderos genios ideológicamente diferentes, neutrales, imparciales, independientes y 'políticamente correctos'.
Es una pena que se paralicen subvenciones 'por falta de presupuesto municipal'. Es una lástima que se acumulen las promesas 'in voce'. El artista revive en sus adentros -mente, corazón y ánima -el notarse paria o desheredado, descastado o marginado hasta sentirse escritor mediocre y poetucho arruinado cuando la autoestima desciende. El sufrido creador malvive, perjurando para llegar a final de mes mientras casi nadie compra sus obras y las palmaditas hipócritas en la espalda duelen como puñales. Al igual que Baudelaire criticaba la incomprensión del público hacia su obra literaria en su poema al lindo chucho, el artista localista se siente incomprendido y desamparado por la sociedad y la administración urbana. Ante esto, conozco algunos artistas que se encuentran psicológicamente hundidos, anímicamente enojados o emocionalmente decepcionados con el poder municipal y sinsaber cuándo acabará esta injusta situación. Aún es poco e insuficiente el apoyo de los ayuntamientos a los artistas locales. Han de volcarse mucho más, plenamente y a tope, pero con todos. Sin distinciones. Aunque me temo que proseguirá el inmovilismo.
...Y es que, lamentablemente, 'nadie es profeta en su tierra'.
Josep Esteve Rico Sogorb
Escritor y periodista