Cortezo, el fenicio

21 de febrero de 2018 (16:07 CET)

Entre la prolija batería de argumentos expuestos por el empresario Jaime Cortezo en la prensa local para justificar la operación urbanística que persigue desde hace veintiún años en el Islote del Francés de Arrecife, sobrecoge especialmente el siguiente: "cualquier persona que quiera ser empresario tiene que saber que hay que vender más caro que lo que se compra". "¡Es el mercado, amigo!", que diría Rato, del PP, ex gurú de los neocon españoles, hoy sometido a procesos judiciales por la presunta comisión de delitos de corrupción. Se refiere Cortezo, directamente y sin atenuantes, a la pieza de suelo más codiciada de Arrecife, al lugar perfecto para ser destinado exclusivamente al uso y disfrute ciudadano, al espacio cívico ideal para proyectar parques, paseos, jardines, piscinas, instalaciones deportivas, equipamientos de ocio y tiempo libre, zonas de utilización cultural, musical, de sosiego, de interpretación del litoral, de interacción con la fauna y la flora autóctona, árboles… urbanismo para las personas, que se dice; en fin, se me ocurren cientos de ideas de aprovechamiento público de la Rocar que se sitúan en las antípodas del centro comercial, las viviendas privadas o los negocios puros y duros que propone Cortezo. Admito, sin complejos eso si, mi ausencia absoluta de talento para pergeñar un pelotazo especulativo. Nací sin ese don.

El propietario, junto a la familia Lamberti, del Islote del Francés, me recuerda a Jordan Belfort, "El Lobo de Wall Street" recreado por Scorsese que sin duda aplaudiría con las orejas manifestaciones del siguiente tenor: "Güi Güi, ayer lo vendí, muy bien por cierto…no me feliciten, es mi negocio, comprar y vender más caro". Güi Güi es el último reducto virgen que queda en Gran Canaria, al suroeste de la isla, y Cortezo lo vendió, con un par, porque era suyo, y porque el territorio, que es de todos, se puede vender, y comprar, y revender, y hacer negocio con él, e incluso se han dado casos de compraventa de alcaldes, y políticos, y caballos, y funcionarios públicos, y abogados, y periodistas, y yates. Es hasta factible arrasar una playa y edificar sobre sus restos un centro comercial ilegal donde atraquen barcos. Porque en la singular y especulativa cosmovisión de ciertos promotores,  todo es susceptible de compraventa, a ser posible sin controles, sin regulación jurídica, sin supervisión de los poderes públicos, sin la cobertura de la democracia. Al fin y al cabo, fueron unos cuantos cientos, o miles, de tipos sin escrúpulos, los que provocaron la brutal recesión económica que empobreció y degradó a millones de ciudadanos en todo el mundo,  generando miseria y desigualdad sin límites. Fue el capitalismo salvaje, el economicismo caníbal, el gobierno de los tiburones, el poder de los piratas con Rolex en la muñeca, la vuelta a la caverna adornada por el falso progreso. Algo así como lo que proponen determinados poderes fácticos locales para el Islote del Francés, mientras los medios de comunicación se hacen eco de las condenas judiciales de Cortezo por prácticas ilegales en turbios negocios inmobiliarios.

Si Cortezo fuera fenicio, nada que decir. Navegaría a lo largo y ancho del Mare Nostrum de la antigüedad comprando barato y vendiendo caro, que para eso lo lleva inserto en su ADN y aparenta estar especialmente dotado para dichos menesteres. Pero resulta que sólo es uno de los propietarios del Islote del Francés, la pieza de suelo más cualificada de Arrecife cuyo uso pertenece única y exclusivamente a sus ciudadanos. ¿De verdad que no lo entiende? ¿En serio cree que algún día Calatrava, Herzog o De Meuron harán algo en la Rocar? ¿Cree que es posible hacer negocios (ya saben, comprar barato y vender caro) con el Islote del Francés? ¿Entiende que puede comerciar con lo que pertenece a todos? ¿Olvida que miles de personas consiguieron parar a Repsol, a CC y al PP en su intento de petrolear Canarias? Me temo que este remedo vernáculo de Gordon Gekko subestima el poder de nuestra gente, cuando gritamos, al unísono, que Lanzarote no se vende.

¿Y cómo lo paramos? Fácil. Tumbando ese engendro mercantilista y especulativo que ha confeccionado el gobierno de Coalición Canaria y que se ha dado en denominar Plan General Supletorio de Arrecife. ¿Enemigos? Los de siempre: CC, PP, la actual dirigencia de la Cámara de Comercio, anexados varios y los Blackwater habituales, cuerpos especiales de mercenarios autodefinidos como periodistas y adiestrados para calumniar, difamar, injuriar e insultar en los medios de comunicación propiedad de los corruptos locales. Ninguna batalla que no hayamos dado antes (todas ganadas, por cierto). Será duro, pues la nómina de "aguachirri de culichichis" crece incontrolada y cada vez más silvestre, y al grupeto de oligarcas propietarios de las bolsas de suelo más apetecibles de Arrecife se le acaba el tiempo. Pero hay que guerrear, porque la razón está de nuestro lado. La defensa de lo público, la honestidad de la gobernanza, la decencia de la política, la nobleza de la gente, la protección del territorio, la participación de la ciudadanía en los procesos políticos de toma de decisiones, la conservación de lo nuestro… Vale la pena pelear por ello. Y convertir el sueño de Cortezo, el mismo que hace veintiún años imaginó que su magna obra inmobiliaria transformaría el Islote del Francés en un nuevo Miami, en una pesadilla horrible que dure al menos otras dos décadas.

Toc, toc, PSOEEEE… ¿Hay alguien ahiiií?

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