Las casitas de Temisas

De mi infancia en Lanzarote, recuerdo que, cuando estudiaba primero de bachillerato, don Lorenzo, el profesor de dibujo, bautizó como "casitas Lemaur" unas casitas blancas con tejados rojos que yo pintaba muy frecuentemente ...

20 de noviembre de 2007 (04:55 CET)

De mi infancia en Lanzarote, recuerdo que, cuando estudiaba primero de bachillerato, don Lorenzo, el profesor de dibujo, bautizó como "casitas Lemaur" unas casitas blancas con tejados rojos que yo pintaba muy frecuentemente ...

De mi infancia en Lanzarote, recuerdo que, cuando estudiaba primero de bachillerato, don Lorenzo, el profesor de dibujo, bautizó como "casitas Lemaur" unas casitas blancas con tejados rojos que yo pintaba muy frecuentemente en mis dibujos a cera sobre cartulinas negras. Pequeños caseríos entre valles y montañas. Nunca me había parado a pensar de dónde pude haber sacado la idea de dibujar esas casitas, pues por entonces no tenía aún televisor y en Lanzarote no se podían divisar esos paisajes.

Pero, el pasado otoño, un día que desde Agüimes subía para Temisas, con mi prima Paloma, en su fotingo, entre las montañas, al ver casitas como las que yo pintaba, me emocioné. Entonces pensé, se me vino a la mente: ¿Será posible que yo viera de niño esas casitas entre las montañas de Temisas? ¿Es posible que mis retinas las hubieran retenido y, años más tarde, con 11 años de edad, las plasmara en aquellas cartulinas negras? Me gusta soñar y pensé que sí, que fue así. Ahora que lo escribo vuelve a emocionarme creer que nunca me he olvidado de Agüimes, donde nací, ni de Temisas.

Ahí quedó la cosa, pero, cuando iba a cumplir mis primeros 50 años, decidí volver a mis orígenes, volver a donde nací, remover mis recuerdos. Dicho y hecho: ¡Me fui a Agüimes y sus alrededores! Esos días me quedé, de nuevo, en la casa de Paloma, en la segunda de una de las dos barriadas de casas baratas de la zona de El Ejido, muy cerca de donde vivieron mis abuelos, mi madre, mis tíos y tías. En la otra barriada, al lado mismo, vivió otra de mis tías y, claro, mis primos, los de los recuerdos de infancia.

Con 50 años ya cumplidos, salíamos de casa de Paloma, con la intención de subir de nuevo a Temisas. A recordar. Ella vive en el segundo piso, así que bajamos las escaleras y salimos a mi recordada calle Alcázar de Toledo (ahora dedicada al poeta canario Pedro García Cabrera), la de las correrías con mis primos todos los veranos, hasta que murió mi abuela. Frente mismo de la casa de Paloma, en el número 41, está el antiguo almacén de cemento de los Olivares, que me trae entrañables recuerdos. Hoy es un garaje.

Nos pusimos en marcha, en el fotingo de Paloma. A pocos metros, en la esquina, el número 47: la casa de mis abuelos, donde pasaba todos los agostos. Le pedí a Paloma que pasáramos por la casa donde nací. Así que subimos hacia la carretera (como llaman en el pueblo a la antigua calle León y Castillo, hoy Juan Alvarado y Saz). Desde ella entramos en la calle Moral, la que va a la Iglesia. Después de la cruz llegamos al número 23: la casa donde hacía exactamente 50 años había nacido yo. Desde el mismo punto donde nací, iniciaba la aventura de mi segundo medio siglo. Pasamos por delante de la iglesia y de ella a la calle llamada "La Orilla", por ser la orilla del barranco de Guayadeque, para volver a la carretera y de ella a la GC550, punto kilométrico 17, donde empieza la subida a Temisas. Una carretera muy estrecha, sin arcén.

Nada más salir de Agüimes, exclama Paloma: ¡Foh! "¿Qué olor es ese, prima?", le pregunto. "Olor a cochineros", me responde. ¡Claro!, para alguien de Agüimes, los malos olores vienen de Ingenio. Durante los 9 kilómetros hasta llegar a Temisas, por los márgenes, pude ver cuevas, olivos, barrancos, acantilados y, mirando atrás, el Roque Aguayro.

Al recordar esto, recuerdo también, con nostalgia, aquellas cartulinas negras dibujadas con paisajes montañosos, con ceras de colores, que mi madre tiró a la basura, no sé muy bien cuándo. Puede que fuera cuando me fui a estudiar a Las Palmas. Para ella eran papeles que, como me dice casi todos los días, daban calor a la casa. Ella no sabía que para mí eran la constatación de la matricula de honor que don Lorenzo me puso en dibujo, en primero de bachillerato. Honor que compartí, con 11 años de edad, con el hoy afamado pintor Juan Gopar.

P.D.: Un amigo que lee mis artículos me cuestionó la conveniencia de que escriba sobre mis "intimidades". Le repliqué que eran mitad fantasía y mitad realidad. Se quedó tranquilo. Siento preocuparlo, porque éste tiene mucho más de realidad, y de intimidad.

*Lorenzo Lemaur. Nacido en Agüimes y conejero de adopción.

LO MAS LEÍDO