La vida y la muerte

Por Bruno Perera Un día en Lanzarote, entré en un restaurante que frecuentaba asiduamente, y sucedió que, mientras me tomaba una cerveza, vi aparecer una avispa salvaje que al instante se posó sobre la campana de la cocina en un sitio donde había ...

16 de julio de 2009 (21:29 CET)
Por Bruno Perera
Un día en Lanzarote, entré en un restaurante que frecuentaba asiduamente, y sucedió que, mientras me tomaba una cerveza, vi aparecer una avispa salvaje que al instante se posó sobre la campana de la cocina en un sitio donde había ...

Un día en Lanzarote, entré en un restaurante que frecuentaba asiduamente, y sucedió que, mientras me tomaba una cerveza, vi aparecer una avispa salvaje que al instante se posó sobre la campana de la cocina en un sitio donde había calor. Aquella acción de la avispa entró y salió de mi cabeza como algo natural en un insecto. Pero, según pasaban los días, me percaté de que el animal seguía viniendo a visitar el mismo lugar; hasta que un día, por curiosidad, me acerqué a la campana y me di cuenta de que aquel bicho estaba haciendo un nido con tierra que transportaba desde unos cien metros de distancia.

Como el restaurante a veces cerraba por las mañanas, en algunas ocasiones, cuando pasaba por sus cercanías, me la encontraba esperando posada sobre el marco de la puerta, y otras veces volando muy cerca del sitio hasta que el dueño del restaurante abriera la puerta para así entrar y terminar su trabajo, como madre que era. Una jornada de aquellas en que la avispa dejó de venir, aproveché para ver si había terminado su nido, encontrando que lo había finalizado y formado como un montículo de arena bien cementada.

Por salvajismo e ignorancia lo abrí, y dentro hallé que, en vez de un huevo, había un gusano verde vivo. Eso me sorprendió, por lo que conté mi curiosidad a un amigo. Éste, que era un entendido, me explicó que las avispas, como muchos otros insectos, suelen hacer un nido como el que yo le describí; y que una vez hecho esto, prenden a un gusano de algún sitio de la naturaleza y lo llevan al nido y le injertan un huevo en su cuerpo, el cual, mientras se va desarrollando como avispa en la carne del gusano, se come al mismo.

Este hecho, que hasta el día de hoy sigue grabado en mi memoria, me dio a entender que para vivir hay que matar; o, lo que es igual: para que otros vivan, hay que morir.

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