LA TRAICIÓN DEL FUEGO

por VICTOR CORCOBA HERREROEl fuego es traicionero y requiere especialistas para calmarlo. A poco que uno se confíe te lleva a la hoguera sin miramientos. Es ciego y ciega con sus olas de nubes rojas, labios ...

20 de julio de 2005 (02:05 CET)

por VICTOR CORCOBA HERRERO

El fuego es traicionero y requiere especialistas para calmarlo. A poco que uno se confíe te lleva a la hoguera sin miramientos. Es ciego y ciega con sus olas de nubes rojas, labios abrasadores. No perdona a nadie, tampoco a los voluntarios. Su bravura todo lo arrasa. Al parecer, unos excursionistas realizaban una barbacoa en el Parque Natural del Alto Tajo y la hoguera tomó cuerpo y se tragó vidas. Es la misma canción de siempre. Dicen que las negligencias son las causas más frecuentes. Habrá que tomar medidas serias y contundentes al respecto. Siempre es mejor prevenir que luego lamentar.

La sociedad debe concienciarse de que el fuego mata y nos mata, un poco a todos, puesto que ya el valor de la naturaleza, del bosque, es vida que acompaña al ser humano, le proporciona oxígeno, retiene y atrae agua, combate la erosión, alberga y mantiene la diversidad biológica. El tiempo es propicio para la quema: tenemos un foco de calor tremendo, un viento que lo aviva y un terreno forestal en flama continua, fácilmente inflamable y de rápida propagación. La defensa, pues, contra los incendios forestales, constituye en el apartado de la extinción, una de las actividades de mayor riesgo en lo que se refiere a la accidentalidad laboral. En cualquier caso, conviene estar en forma y experimentado.

Estamos de luto. Por nuestra mala cabeza. A pesar de tanto manual para la lucha contra incendios de poco nos sirve. Los hábitos y costumbres poseídos, juegan un papel de primera magnitud, ya que alrededor del 95% de las causas de los incendios acaecidos, tienen su origen en acciones derivadas del comportamiento humano. Somos así de insensibles y pasotas. Convendría reflexionar y perseguir con el peso de la ley a los que infrinjan la normativa. Quemar la naturaleza, en todo caso, siempre pasa factura de un modo u otro.

Por ello, siempre será poco cuidar que todo esté a punto para la intervención, formar y educar a las personas, sensibilizar y alertar sobre el peligro de hacer lumbre, jugar con las brasas o meterse en la boca del tizón.

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