Que hay trabajadores buenos y malos, como hay malos y buenos empresarios es una verdad de Perogrullo. Por ello esta es una reflexión en voz alta sobre un problema que existe y que nos cuesta a todos importantes cuantías económicas y ...
Que hay trabajadores buenos y malos, como hay malos y buenos empresarios es una verdad de Perogrullo. Por ello esta es una reflexión en voz alta sobre un problema que existe y que nos cuesta a todos importantes cuantías económicas y no debe tomarse estas líneas como un ataque a los derechos laborales y sociales de los trabajadores y trabajadoras, los cuales respeto como fundamentales para el buen funcionamiento del mundo del trabajo, lo que consecuentemente redunda en beneficio o detrimento para el resto de ciudadanos.
El reciente conflicto laboral con los controladores aéreos y una supuesta epidemia de bajas en ese colectivo ha vuelto a abrir el debate sobre la facilidad para conseguir una baja laboral y no acudir al trabajo. Una conocida cadena de televisión ha grabado una cámara oculta en la que demuestra las mañsa con la que se puede conseguir una baja fingiendo una dolencia que no se tiene. A lo largo de años de ejercicio profesional como director de recursos humanos he visto de todo, por lo que esto no me sorprende, especialmente cuando trabajas con grandes plantillas. Nuestro colectivo lleva muchos años denunciando la impunidad y la falta de recursos para acabar con este fraude que cuesta a las empresas y los fondos de la seguridad social, ingentes cantidades. En estos momentos en los que se ha planteado de forma tan errónea el debate sobre la edad de la jubilación, cabría también plantear en esa misma línea el uso fraudulento o el despilfarro de los fondos que se obtienen de las cotizaciones de todos. Porque para garantizar su continuidad, hay que comenzar por optimizar los recursos económicos y humanos de todo el sistema de seguridad social. Y en esa dirección se está haciendo más bien poco, siendo el fraude de las bajas laborales un mero ejemplo de ello.
Engañar al médico, incluso al de la mutua es ponderadamente fácil. El individuo que quiere conseguir una baja y se lo propone, lo logra sin mayores dificultades. En este sentido también tenemos que reconocer que los médicos realizan una medicina defensiva, en la que prima sobre el factor curativo el deseo de no tener enfrentamientos o problemas con el paciente. Ello deriva de la falta de protección personal de los facultativos y la judicialización de todos los ámbitos de nuestra vida. Antes de enfrentarse o poner en duda lo que el paciente dice, se le hace caso y se le proporciona lo que pide. No quiero justificar con esto al colectivo médico aunque también hay que valorar esa circunstancia para poder ofrecer soluciones a ese eje del problema.
Conseguir una baja por una lumbalgia, una gastroenteritis o un hipotético dolor de cervicales es fácil para el estafador. Sus síntomas y los de otros males menores, con los que se puede estar de baja unos meses se encuentran con facilidad en internet. Inclusive existen con total impunidad páginas web dedicadas a explicar estos menesteres. Estas tienen el carácter de bajas de enfermedad común, por lo que son cubiertas en diferentes porcentajes por la Seguridad Social. Es decir, que le pagamos usted y yo, sustrayéndonos este dinero que bien podría ser destinado a cubrir una necesaria atención odontológica general, por poner sólo un pequeño ejemplo. Pero son los accidentes ocurridos antes o después del trabajo (in itinere) y las famosas depresiones, las que se llevan la palma. Entre otras cosas porque estas bajas tienen la consideración de accidentes de trabajo y el tramposo cobra el cien por cien de la base de cotización. En la práctica, el importe líquido recibido es mayor que el que cobra cuando está trabajando, lo cual potencia estas prácticas. Y a estos casos, especialmente en las depresiones, se unen las continuas decisiones judiciales que avalan al timador que trabaja estando de baja, aún reconociéndose esto en sentencia como un hecho probado. Ello instala a las empresas en situaciones de indefensión manifiesta y genera precedentes que influyen posteriormente en las relaciones laborales con el resto de empleados. Y esto sin entrar en el resbaladizo terreno de los representantes sindicales, que es harina de otro costal. En efecto, la existencia de estos fraudes es debido a una cadena de errores de diferentes profesionales, y de falta de normativa y legislación adaptada a una realidad que se vive a diario, lo que lleva una vez más a que los dineros públicos se gasten en lo que no se deben.
Esta y otras problemáticas están intrínsecamente unidas al marco de relaciones laborales existente en España y que hay que repensar en su conjunto. La normativa laboral, una vez más, va por detrás de la realidad y no se acopla a ella. Especial incidencia tienen estos problemas en las pequeñas empresas, que no olvidemos son las grandes generadoras de empleo y las más vulnerables ante desaprensivos. En ellas no disponen de profesionales de recursos humanos y las gestorías y asesorías, con todos mis respetos, no pueden cubrir esta ausencia. La existencia de uno o dos trabajadores de baja hace inviable económicamente la propia existencia de muchas pequeñas empresas, elemento que se magnifica cuando se tiene constancia de que esta es falsa. Por tanto, desde mi punto de vista, es importante abrir este melón en el marco del calor que va a generar el debate sobre la viabilidad del sistema de pensiones. Introducir este elemento de debate no sólo puede ser constructivo sino que será beneficioso para todos, especialmente para los trabajadores que cumplen correctamente con sus obligaciones y que deben ser distinguidos y recompensados por ello.
Por César Román es el portavoz de la Asociación Profesional Española de Directores de Recursos Humanos.