Fernando Bullón Miró *
Hace poco presencié un documental, que me impactó profundamente. Bajo el título "La pesadilla de Darwin", su director Hubert Sauper nos trae en imágenes el día a día de sus protagonistas, los habitantes de las áreas ribereñas del lago Victoria, el más grande de África, en cuyas riberas viven 25 millones de personas.
Durante miles de años los nativos de aquella región se alimentaban de la variada pesca que el lago les proporcionaba, hasta que en los años 50, un experimento científico europeo introdujo una agresiva variedad de perca, que en pocos años arrasó con las demás especies autóctonas del lago.
El documental hace un recorrido por la vida, si es que se puede llamar vida., de los habitantes de la localidad de Mwanza, en Tanzania, a orillas del lago.
Diariamente cargueros rusos llegan al aeropuerto para llevarse toneladas de percas a diversos países del Primer Mundo, donde se venden como mero en nuestros supermercados.
La economía que se desarrolla en el lugar, para explotar la pesca de la perca hasta dejar el producto listo para los mercados europeos es demoledora para los habitantes de la zona. Los hombres más afortunados pueden trabajar de pescadores, trabajo duro y arriesgado, con sueldos que no les dan ni para comprar los peces que pescan. Las mujeres lo tienen peor, pues su única opción laboral prácticamente se reduce a la prostitución, especialmente para las muchas viudas de los pescadores. Los niños vagan por las calles, muchas veces sin saber quiénes son sus padres, sin nada que echarse a la boca, en un ambiente de desarraigo y violencia. Por la noche queman los plásticos sobrantes de las industrias empaquetadoras para intoxicarse y así quedarse dormidos en cualquier calle.
Todo esto contado de esta manera no es como verlo en imágenes.
Impacta ver cómo una mujer con los pies descalzos recoge de una calle enfangada las sobras de las empaquetadoras: un montón de espinas y cabezas de pescado amontonadas y llenas de gusanos, y las coloca sobre empalizadas para su venta a la población local.
Impacta el testimonio del cura cuando habla de la cantidad de pescadores que entierra cada mes.
Impacta la imagen de los niños peleándose por unos pocos granos de arroz que alguno de ellos consiguió.
Impacta por último el testimonio de uno de los pilotos rusos, cuando al fin reconoce que la carga que traen los aviones desde Europa son armas.
Es tan infame lo que está pasando en África como que nadie nos informe de ello. África está siendo expoliada de sus riquezas a un ritmo sin precedentes. Sus habitantes tratan de huir como pueden de las guerras y de la miseria para intentar llegar a donde nos comemos sus recursos, y todo lo que se hace aquí es ocultar las verdaderas causas y tratar de resolver el problema de la inmigración subiendo vallas, instalando radares y exigiendo a los gobiernos africanos que tomen medidas, sin importarnos si éstas consisten en abandonar en pleno desierto a quienes pretenden atravesar el trozo de mar que les separa del opulento Occidente.
Si no es vida lo que hay para los habitantes del lago Victoria, de tantas otras áreas del África subsahariana y, en general, de lo que despectivamente llamamos el "Tercer Mundo", tampoco lo es lo que "disfrutamos" aquí, por mucho que nos queramos engañar, pues estamos rodeados de una total falta de valores humanitarios y de una insoportable hipocresía, algo que no se puede compensar por muchas "percas" que podamos comprar como "mero" en nuestros atiborrados supermercados...
Recuerden, "La pesadilla de Darwin", de Hubert Sauper.
*Vocal de la Asociación "Canarias ante la Crisis Energética"