Humo y diamantes

29 de octubre de 2014 (14:56 CET)

Existen dos maneras de entender la literatura, una desde el punto de vista del producto y la otra enfatizada en la esencia del relato. Ambos estilos de enfoque comercial son válidos y respetables en el mundo editorial, pero existen unas pequeñas diferencias que nos permiten entender qué clase de novela se encuentra en nuestra mesilla de noche y por qué.

Puede que alguna vez te hayas encontrado en la situación de haberte comprado un libro que, por muchas ganas que tuvieras de acabarlo, te fue completamente imposible no dormirte en cuanto lo abrías por donde lo habías dejado la noche anterior. Te resulta extraño, porque normalmente no te suele costar tanto disfrutar de una obra y acabas excusándote diciendo que últimamente no tienes tiempo para leer.

Tranquilo, no tienes ningún tipo de trastorno del sueño. Si haces un poco de memoria, puede que recuerdes que te compraste el libro porque escuchaste a varias personas hablando de él, tienes una sana curiosidad por conocer esa tan polémica historia, te enteraste de que el autor o la autora ganó un importante premio recientemente o simplemente lo has visto milveces anunciando por los medios de comunicación. Te obligas a retomar la lectura una y otra vez y cuando llegas a la última página te das cuenta de que has perdido muchas horas de tu tiempo.

¡Amigo mío, te han vendido una bola de humo de tapa dura! Lo impresionante de estos productos vacíos, son la capacidad que tienen de hacer que, aunque no te haya gustado nada lo que hayas leído, vayas corriendo a hablar a todo el mundo de lo maravillosa que ha sido tu experiencia literaria. ¿Cómo no? Bastante duro ha sido tener que leerte el libro como para que ahora no obtengas tu tan merecida recompensa. Ya puedes tomar parte en las conversaciones, ya conoces la polémica ya… ya están hablando de un libro nuevo y nadie se acuerda del que tú te leíste.

A modo de anécdota ficticia intento explicar lo insulso que puede llegar a ser un producto sin alma lanzado para agradar a una gran mayoría de la población, sin impacto emocional y con miedo a lo nuevo, pero también recalco la capacidad recaudatoria que poseen estos fenómenos. Yo por mi parte prefiero disfrutar de esos títulos que retumban en la historia a través de los tiempos, porque no nos olvidemos de que la literatura es un ser vivo, al igual que la lengua. Y si un producto solo es humosimplemente se desvanece, al contrario que el brillo de los diamantes.

Algunos podrán pensar en lo más lógico, si una novela es buena… ¿Por qué no es la más vendida?La respuesta es muy sencilla, porque lo bueno siempre se construye despacio, pero acaba perdurando. Y si no creen nada de lo leído anteriormente, les pondré dos claros ejemplos: ¿Quién recuerda el título del famoso libro de Belén Esteban? Y por otro lado, ¿Quién puede recordar al menos tres del gran García Márquez?

¿Mi consejo? ¡Si les cuesta leerse algo, será que no les gusta lo que están leyendo! ¡Háganse un favor y pasen a la siguiente novela! Su insomnio se lo agradecerá.­­

 

Jorge Cáceres

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