"Siempre el honor ante el horror"

Ginés Díaz Pallarés
18 de abril de 2019 (11:12 CET)

Fernando Castro es como una enciclopedia. Si el poder la usa para que el pueblo aprenda, está guay; pero si la usa para darle al pueblo en la cabeza, pues le puede dejar sin conocimiento. Y el golpe en la cabeza es llamar comunista a la Fundación. Y, por decirlo de alguna manera, una especie de frío Stalin a Fernando Gómez Aguilera, su director. Todo para no decir que es muy ecologista o, mejor dicho, más en la línea de Manrique ambientalista. En realidad, no hay una palabra. Chingada de definiciones. La de arte y naturaleza no me gusta, me cuesta separar esas cosas.

Se le presupone a semejante compendio de sabiduría que sabe la diferencia entre comunismo y ambientalismo o, básicamente, el interés por la protección del territorio. Cuestión donde ni el capitalismo ni el comunismo estuvieron finos. Dicho sea de paso. Si vamos para atrás con esa tesis, llegaríamos a lo conclusión que el gran comunista fue Jerónimo Saavedra, que fue quien sacó las grandes leyes de protección del territorio que ahora tanto incomodan a sus jefes, hasta que llegó la nueva ley del suelo.

¿Es o fue el señor Saavedra un empedernido comunista? A mí no me lo parece. Es verdad que en aquella época se mezcló un pelín con ellos, pero dale caña a él por eso. Atrévete, hombre. Más cerca aún, hombre, este Parque Natural de los Islotes, que los que te mandan se han cargado, lo inauguró otro comunista de pro, un tal Juan Carlos. Al que yo, si me apetece, le podría decir un par de cosas no muy bonitas y tú no le levantarías ni la ceja. Y, a él, los que te mandan le hacen la reverencia.

Y te digo ahora tú, porque tú le dije a él en su momento de máximo esplendor real. Porque yo, como no soy ni comunista ni capitalista, sino solo una pregunta, pues me salen esos desvaríos. Y me acabo de percatar que ya desde aquella época era solo una pregunta. Esto te lo voy a agradecer. Todo tiene su parte de provecho.

Parece que soy de lo poquito que te está dando el güevo en tu enciclopédica gira. Por la volada conejera. Y ahora te voy a decir por qué. Anota. Durante años he estado mosqueado con Fernando Gómez, yo y muchos, sano mosqueo, porque fíjate tú, pensábamos que él era el intelectual que tiraba más para la vena artística y frenaba la obligada, en mi opinión, parte beligerante con los matarifes del territorio.

Y mira por dónde, resulta que estaba bastante confuso con mis teorías. También tengo mis paranoias. Ya no tanto, el arte me ha sanado mucho. Y el salitre, y las piedras y el amor. Así que voy a terminar esto con una petición de disculpas a don Fernando Gómez Aguilera. No supe ver al personaje y las situaciones con las que debiste tener que lidiar. Y ahora no me tienes que contar ni mucho ni poco, él solo lo ha hecho. Y no te me vengas arriba, que un punto friki si que te sale a veces. Un abrazo. Como diría Bogart, presiento Gómez Aguilera que este es el comienzo de una hermosa amistad. 

Ya saben, cuidado con las enciclopedias, porque si  te la empotran  en la cabeza te pueden dejar sin conocimiento. Y el conocimiento es el único que te puede llevar a la consciencia, y la consciencia a la gran pregunta. ¿Por qué les tengo miedo? ¿Qué es mi casa? ¿Quién soy? Y no puedes saber por qué les tienes miedo si no te abres a pasarlo.

Ahí, desde ese miedo, empieza la ansiada libertad. Siéntelo, no te disculpes ante ti, es normal y natural. Son de temer. Hasta que se te pasa sintiéndolo y, entonces, la vida es otra, es nueva, es fresca. Es manriqueña. El proceso es arte, arte del grande, sea un lienzo, una isla o un planeta lo que haya que crear. Vivir comiendo lienzos o islas o planetas es todo menos arte.

¿Quién soy? ¿Quién escribe esto? ¡Qué guay, está todo vacío! No hay gravedad. Se me fue hasta el baifo.

 

Por Ginés Díaz Pallarés

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