por ANTONIO GUERRA LEÓN
El uso habitual que se hace del término "fascista", de forma desordenada e infiel en diferentes foros y conversaciones personales, como todos sabemos es notoria y evidente. Cualquier persona o grupo intenta de esa forma, con la utilización de tal desprestigiada palabrota ofender, desacreditar o poner en evidencia a un individuo, organización o partido político (tanto de izquierdas como de derechas), sin más.
Ítem más. Casi siempre, mejor dicho, siempre, se usa el conocido vocablo como dardo envenenado para desprestigiar con dureza verbal al oponente de turno cuando se pierden los papeles por falta de buenos argumentos dialécticos. Algunos notas pretenden así, de esa forma tan primaria, aniquilar y anular al adversario para rehuir la noble lucha democrática.
Debemos de consignar que el fascismo, el actual, nacido en el siglo XX, es la ideología que pretende imponer cualquier grupo de iluminados al resto de los ciudadanos -manu militari o política-. Personajes estos que se sienten privilegiados receptores de una divina llamada por lo "nacional" que se traduce en el estado totalitario o en dictadura personal, y desprecian, por tanto, la diversidad y pluralidad de los pueblos, y la lucha democrática y parlamentaria, sin tener en cuenta a otras naciones o nacionalismo periféricos tanto históricos como étnicos de su propio país.
El Fascismo también basa sus ideas muchas veces en el conservadurismo total, sin olvidar otras opciones como las de extrema izquierda. Formas de gobierno que muchas veces se transforman, en un plis, plas, a partir de cualquier problema político o social en unas terribles Juntas Militares o Dictaduras, sustentadas en gran parte en lo económico por "mafias" o "lobbys" nacionales o extranjeros, grupos estos que operan con mano de hierro al margen del poder escaparate, del oropel y de la púrpura, desde las sombras mafiosas de las arcas doradas del dinero.
Surge esta poderosa y maquiavélica idea totalitaria con mucha fuerza entre los años 1919 a 1945, sobre todo en Italia, Alemania y España, aunque la acepción Fascismo en estado puro, sólo se aplica al partido italiano que originó y acuñó tal pensamiento por esas fechas.
Otro ejemplo fue el régimen militarista japonés de 1930 con todas las terribles consecuencias que acarreó para su pueblo, sin olvidar también que países tan democráticos como Francia e Inglaterra, igualmente, tuvieron que soportar serios movimientos fascistas durante las décadas de 1920 y 1930. Esos grupos fueron eliminados después de las dos guerras mundiales por los sucesivos gobiernos democráticos, pero siguen asomando la cabecita de vez en cuando, aunque disfrazados de formas y cultos distintos, más pegados a lo económico y a lo religioso.
Para resumir, todas las ideas fascistas responden a la idea de contravenir y contradecir en todos los campos los términos, todavía para ellos revolucionarios, de "Libertad, Igualdad, Fraternidad" por "¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!", proclama que se acompaña al mismo tiempo con la mística de los uniformes, y la utilización de la violencia para fomentar y afianzar sus credos. Incluso, llevando y manipulando hasta el paroxismo ideas tan universales como las de Nietzsche "sobre el triunfo de la voluntad" y, "el símbolo del superhombre".
Otra horrible secuela del fascismo consiste en la celebrada "batalla por los nacimientos" de Benito Mussolini, evangelio político del Duce, donde sólo se asigna a la mujer el papel de ser pasivo y relegado al hogar, dispuesta siempre, ¡cómo no!, a parir sin parar muchos hijos para engrosar las fuerzas armadas de sus formaciones.
Otra perla fascista. Decía Ferdinando Loffredo "La mujer, debe volver bajo el sometimiento del hombre, padre o esposo, y debe reconocer, por lo tanto, su propia inferioridad espiritual, cultural y económica". Y Pierre Drieu La Rochelle, excelente escritor francés que más tarde hizo apología del fascismo y de la ocupación nazi, que afirmó que el feminismo es una "doctrina perniciosa", y que las mujeres carecían de las cualidades espirituales de los hombres. ¡El muy cabrón!...
Con estas líneas, hemos aprovechando este fin de semana un poco anodino en noticias archipielágicas para con modestia infinita conocer un poco más del Fascismo y sus formas, además, de poner un poco en solfa la falta de criterio que existe casi siempre por muchos impresentables cuando usan a bote pronto y sólo para joder en conversaciones y reuniones la palabra "fascista", y la otra: "comunista". Hasta otra semana.